Últimamente
se habla muchísimo de la productividad de un trabajador, aunque su definición
no esté demasiado clara.
Hace
referencia al aumento de producción que tiene uno de los factores, cual es el
caso de un trabajador. Hay que declarar que la palabra productividad viene del
vocablo producto, que es el resultado del trabajo de varios factores. De este
producto se deriva la llamada “productividad”, que es la capacidad de trabajo
que aumenta con la variación de todos los factores que intervienen en la
fabricación.
Este
concepto de productividad es definido como el producto marginal que se obtiene
por la mejor capacidad, maquinaria, capital y otros factores de producción.
Por
ejemplo, aplicando el análisis matemático podríamos definir la función de
producción como I=f(x,z,t…) en la que I significa producción total; f la
característica funcional; x pueden ser variados factores productivos; z es el
capital que se invierte; y t es la aportación del trabajo de las personas. Es
decir, que la productividad no es un término absoluto, sino que es una derivada
de la citada función de producción que se mide mediante el cálculo
infinitesimal por medio de la primera derivada, en el caso del trabajo, como
derivada parcial orientada al factor trabajo. Matemáticamente se expresa de
esta forma: dt/dx.
Es decir,
productividad es distinto de producción, ya que la productividad es la derivada
parcial del factor t sobre el incremento de I, que es la producción. Es decir,
que depende de todos los factores para poder segregar la capacidad de
producción que tiene el factor trabajo en relación con otros factores e incluso
entre países. Para precisar la productividad se ha tomado un estándar definido
previamente por la experiencia y el producto total. Esta medición de
productividad puede llegar a cero, con lo cual la incorporación de nuevos
factores no sirve para nada. Esto significa que la producción se encuentra en
una situación que ya no puede aumentar, incluso puede descender por haber
llegado a una situación de equilibrio de explotación, según recuerdo lo que nos
contaba el catedrático de Teoría Económica de la Universidad Central de Madrid
y de quien fui alumno hace más de cincuenta años, don José Castañeda Chornet
(1900-1987).
Resumiendo,
el conjunto de productividad laboral hace referencia al rendimiento o la
eficiencia de un proceso mediante el cual un trabajador, un equipo o una
máquina producen una cantidad determinada de bienes o completa un numero
concreto de tareas en un tiempo determinado empleando una serie de recursos
específicos. Por lo tanto, para determinar la productividad laboral se han de
tener en cuenta, principalmente, tres aspectos: los recursos necesarios para
que los trabajadores puedan operar, departamentos o máquinas y los servicios o
fórmulas para organizar el trabajo. Dicho de otro modo, los factores que
influyen en la productividad de un trabajador suelen ser:
a) El
clima laboral, es decir, el ambiente de la empresa.
b) Los
diferentes equipamientos, herramientas y recursos materiales.
c) Las
condiciones de trabajo y los salarios.
d) La
manera de trabajar o la capacidad de liderazgo de los responsables, así como la
comunicación interna de la empresa.
e)
Las calidades de las materias que la empresa utiliza.
f)
El uso que la empresa hace de la tecnología.
g)
La motivación laboral de los miembros del equipo.
Podrán
establecerse algunos ejemplos, como es el caso del fútbol en el que un conjunto
de jugadores no alcanza éxito por el entrenador que los dirige. Si cambian de
entrenador puede ser que se transformen en un equipo de élite. Y puede ser
aplicado a todo tipo de deportes, de trabajo o de equipos productivos.
Ya se
escribió sobre ello en el siglo XI, en el llamado “El Cantar del Mío Cid”,
estudiado ampliamente por el catedrático de Filología de la Universidad Central
de Madrid, don Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), en donde se expresa: “¡Dios,
que buen vassallo! ¡Si oviesse buen señor!”, que en la grafía actual de la
lengua española sería: “¡Dios, qué buen vasallo! ¡Si tuviese buen señor!”,
refiriéndose a la vida y hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar (1048-1099) “El Cid
Campeador”, líder militar castellano que llegó a dominar al frente de su propia
mesnada el Levante de la Península Ibérica a finales del siglo XI, al servicio
del rey Sancho II (1038-1072) de Castilla y del rey Alfonso VI (1040-1109).
Quisiera
añadir una cuestión jocosa: es el caso del llamado “camarote de los hermanos
Marx”, que va aumentando el número de personas que intervienen hasta que el
resultado es negativo y se va a pique el propio camarote.
Vicente Llopis Pastor
16 de diciembre de 2024
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