Un
Sistema Tributario es la forma en la que se organizan administrativa, social y
económicamente los impuestos que la ciudadanía ha de entregar obligatoriamente al
Estado en el que vive. Es algo que ha ocurrido siempre y que lleva más de
cuatro mil años de existencia, por ejemplo, se cita en La Biblia, en el
Génesis, testamento judío; el Egipto de los Faraones; el Imperio Hitita; el
Imperio Persa; Darío I El Grande (550 a.C.-486 a.C.), quien introdujo un
sistema fiscal regulado y sostenible; los impuestos que recaudaba cada
satrapía, que era el área gobernada por un sátrapa o gobernador provincial;
Babilonia; el Imperio Romano; y tantos otros. En los tiempos de la Edad Moderna
uno de los padres de Estados Unidos que firmó la declaración de Independencia,
Benjamin Franklin (1706-1790) dijo: “Todo es evitable menos la muerte y los
impuestos”. Toda esta trayectoria y las necesidades que pueden tener los
Estados se solucionan, fundamentalmente, mediante impuestos. Estos impuestos
forman un sistema que no es totalmente rígido, sino que es flexible y se va
modificando conforme al paso de los tiempos.
El
Sistema Fiscal Español, al igual que el de otros países civilizados, se rige
por unas pautas que han sido elaboradas por los grandes economistas y
hacendistas de todos los tiempos. Durante los siglos XV al XIX florecieron
grandes españoles que explicaban en las facultades universitarias lo que se
llamaba “Hacienda Pública” y de ahí nacía la necesidad de mantener los
impuestos.
Estos
impuestos no eran arbitrarios, sino que seguían las investigaciones de grandes
economistas y tratadistas de impuestos. Yo mismo, como alumno, tuve
espectaculares catedráticos que explicaban los impuestos teniendo en cuenta las
circunstancias de cada sujeto imponible, es decir, de quien tenía que pagarlos;
por ejemplo, Enrique Fuentes Quintana (1924-2007), economista de reconocimiento
internacional, que llegó a ser el Vicepresidente del Gobierno español de la
democracia, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, principal
autor del Pacto de Toledo y que dirigió la educación de Felipe de Borbón
(1968), actualmente Rey Felipe VI de España. Junto a él incluyo a César
Albiñana García-Quintana (1920-2007) cuyas lecciones eran extraordinarias sobre
Derecho Financiero y Tributario resultando muy ameno escucharle y se permitía
definir impuestos y sus aplicaciones citando a los maestros de otras artes y
culturas, por ejemplo Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), Frey Félix Lope
de Vega y Carpio (1562-1635), las novelas de Benito Pérez Galdós (1843-1920), Pío
Baroja (1872-1956); las coplas de Jorge Manrique (1440-1479) escritas a la
muerte de su padre y tantas otras geniales personalidades que definieron
nuestra querida España. José Manuel Álvarez Rendueles (1940), de quien fui
alumno en la Universidad Complutense de Madrid y con quien hice una sana
amistad, fue catedrático de Hacienda Pública, Secretario de Estado de Economía
y Gobernador del Banco de España.
Todos
ellos han tenido distinciones por su labor para definir el Sistema Tributario
Español y por dirigir una institución de mucho abolengo pero que es poco
conocida, concretamente el Instituto de Estudios Fiscales.
Las
aportaciones de estos grandes catedráticos siguen la línea de los expertos en
la moderna tributación de los Estados occidentales. Entre ellos los que han
creado escuela y a cuyas obras se acude para fijar alguna que otra tributación,
nos encontramos con Richard Musgrave (1910-2007), estadounidense, catedrático
de Teoría de la Hacienda Pública que llegó a ser Presidente de la Reserva
Federal de Estados Unidos (FED); Martin Seligman (1942), psicólogo y escritor
estadounidense, quien estudió el efecto psicológico que tienen los impuestos y
la conveniencia de no modificarlos continuamente al “alimón”, porque desorienta
a los empresarios y ciudadanos; y Joseph Stiglitz (1943), estadounidense,
medalla John Bates Clark, que se concede a los más brillantes economistas del
mundo menores de cuarenta años de edad y que posteriormente fue Premio Nobel de
Economía en el año 2000.
Todos
estos tratadistas, economistas, catedráticos universitarios, expertos en
Hacienda Pública, etcétera, de España y del extranjero que han elaborado y
refinado la teoría de los impuestos, en España
no sirven para nada. Las aportaciones técnicas de los tratadistas en
impuestos no se tienen en cuenta en el actual Gobierno español. Nuestro Gobierno
solamente tiene la “obsesión” de que hay que fijar impuestos, impuestos e
impuestos, basándose en que hay personas ricas y personas pobres. Por esa razón
presionan y aumentan los impuestos que aprueban y que la mayoría de ellos va
contra las empresas por entender que ganan mucho dinero a costa del trabajo de
sus empleados. Es una especie de toro salvaje que sólo quiere cornear a los
ciudadanos y ha de sacar todas las fuerzas que tiene para quedarse con el
dinero de los ciudadanos y empresas, estas últimas manifiestan una coerción
fundamentalmente a los empresarios, a los que odia y a los que trata como una
base confiscatoria de su dinero. En esta teoría, propia del partido comunista,
los ciudadanos tan sólo son unos bultos o unos seres que respiran, o un número
a los que hay que exprimirles lo que tienen de forma radical y paulatinamente
para que con el tiempo el Gobierno llegue a expropiarse de todo lo posible de
los ellos.
Una
teoría que descansa en frases como éstas: “A degüello contra los que tienen o
poseen” y si alguien protesta el Gobierno les responde con su soberanía y
aplicándole sanciones. Es algo así como “pájaro que vuela, a la cazuela”.
De nada
han servido las aportaciones de los economistas y catedráticos de Hacienda
Pública que han brillado en España, en un país de más de quinientos años de
existencia y cuyos temas económicos se inician en la Escuela de Salamanca del
siglo XV hasta ahora, seiscientos años que hace que han desparecido por la
obsesión, obcecación, fobia y el antojo de los lunáticos miembros del Consejo
de Ministros español. A este paso podríamos llegar a la irónica situación de
crear un impuesto sobre respirar, otro por andar por la calle, por mantener
botes vacíos de hojalata, que solo tienen aire y que han de tributar como una
mercancía.
Para no
hacer muy largo este artículo recuerdo el poema: “A un panal de rica miel, dos
mil moscas acudieron…”. En conclusión: “Vectigalia nervos Republicae”, frase de
Marco Tulio Cicerón (106 a.C.-43 a.C.), que se traduce al español como “los
impuestos son los nervios del Estado”. Parece ser que el actual Gobierno
español nunca se pone nervioso.
Estos
impuestos muy gravosos a las empresas se pueden comprender con el cuento
llamado “La gallina de los huevos de oro”.
Vicente Llopis Pastor
30 de septiembre de 2024
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