La Administración del Estado de cada país tiene que velar por el buen uso de las cuestiones que relacionan a los ciudadanos con dicho Estado. Por esta razón, el Estado suele tener una omnímoda capacidad para vigilar, sancionar, velar, dirigir y controlar todo tipo de actividad que se desarrolla por los ciudadanos de dicho país.
Uno de
los Estados que se han irrogado múltiples funciones es el Estado español. Hoy
en día, cualquier actividad que se realice en España está sujeta a una
intervención del Estado por cualquier razón y sujeta a la consiguiente sanción.
Así es, y en la actual democracia española, esa vigilancia es cada vez mayor.
Por ejemplo, el trabajo de cualquier persona por cuenta propia o por cuenta
ajena tiene miles de normas que hay que cumplir. Hay diversos ministerios que
controlan las tareas de los trabajadores y, sobre todo, la aplicación que hacen
los empresarios. Trabajo, Seguridad Social, afiliación laboral, seguimiento y
sanción mediante impuestos y otras cuestiones que hacen del Estado un nuevo
Leviatán, monstruo bíblico de poder descomunal, según ya manifestó el filósofo
inglés Thomas Hobbes (1588-1679), fundador de la filosofía política moderna.
El
Estado español, desde que se interpreta de acuerdo con la Constitución de 1978,
se ha transformado en un generador de deudas, impuestos, inspecciones,
vigilancia y todo lo que supone una rigidez por parte del Estado hacia sus
ciudadanos que está casi por encima del 30% del Producto Interior Bruto (PIB).
Dicho de otra manera, casi un tercio de lo que se produce en España hay que donarlo
al Estado. Este tanto por ciento es inusitado en cualquier otro país
desarrollado, en el que no suele llegar al 20%. Ésta es la razón por la que me
he atrevido a documentarme y expresar las funciones de los inspectores de
trabajo y seguridad social, dependientes de varios ministerios, por ejemplo,
Ministerio de Hacienda, Ministerio de Economía, Ministerio de Trabajo, Ministerio
de Economía Social y otros adicionales.
En
España existen inspectores de todo tipo en los diversos sectores en los que
pueda trabajar cualquier persona, lo curioso es que se “vigila” o
“inspecciona”, no para formar y mejorar las tareas del operario de todo tipo de
una empresa, al contrario, lo suyo es “perseguir” y de lo que se entienda
subjetivamente, un inspector puede siquiera llegar a saber cuál es el tipo de
producto que se fabrica en una empresa, y se dedica a ver pequeños detalles
para buscar algún elemento que pueda sancionarlo. No son funciones de crear,
ayudar o mejorar a la empresa, al empresario y al trabajador, sino que tienen
atribuciones para entrar y salir por la puerta en cualquier factoría a la hora
que les plazca con intención punitiva.
Las
aportaciones de los inspectores de trabajo y seguridad social no son para
mejorar algunos aspectos de las tareas laborales, sino que buscan sancionar
para que el Estado recaude mayores ingresos vía multas, sanciones, tributos, e
incluso aplicar intereses a la sanción si no se paga en pocos días.
El
sistema económico occidental se basa en lo que se llama “economía de mercado”.
Sin embargo, no es totalmente así, ya que interviene el Estado en todo tipo de
transacciones que desvirtúa la economía de mercado, ya que podemos decir que es
una “economía” intervenida por el Estado.
En
España, el organismo estatal de inspección de trabajo y seguridad social, según
el Real Decreto de 7 de abril de 2018, que incluye numerosos temas que han ido
apareciendo a lo largo del tiempo, tiene personalidad jurídica pública
diferenciada, patrimonio y tesorería propios, así como autonomía de gestión y
plena capacidad jurídica y de obra.
Por
citar algunos ejemplos, incluyo tareas de estos inspectores tales como las
correspondientes a las potestades que le son propias para cumplimiento de los
fines que les encomiendan. Cito algunas de ellas como:
a)
Ordenación del trabajo y relaciones sindicales.
b)
Prevención de riesgos laborales.
c)
Normas en materias de campo de aplicación, inscripción, afiliación, altas y
bajas de trabajadores cotizados y recaudación de cuentas del sistema de la
Seguridad Social.
d)
Normas en materia de colocación, empleo y protección por desempleo, emigración,
movimientos migratorios y trabajos de extranjeros, formación profesional
ocupacional y continua, empresas de trabajo temporal, agencias de colocación y
planes de servicios integrados de empleo.
e)
Información, asistencia y orientación general a empresas y trabajadores con
ocasión del ejercicio de la función inspectora.
f)
Asistencia técnica a las entidades y organismos de la Seguridad Social cuando
les sea solicitada.
g)
Información, asistencia y colaboración con otros órganos de las
Administraciones Públicas respecto a la aplicación de las normas de orden
social o a la vigilancia y control de ayudas y subvenciones públicas.
h)
Realización de informes técnico-laborales a instancia de los organismos
judiciales laborales.
Así
tenemos la Administración Pública en España, con casi un tercio del empleo
ocupado en estos menesteres buscando la forma de sancionar de forma deliberada
y que nos transforma en el Estado con una de las mayores burocracias
administrativas de todo el mundo. Por ejemplo, esta burocracia administrativa,
en los últimos cuarenta años, ha legislado tan obsesivamente a las empresas que
veo oscuro nuestro futuro, tal vez tan negro como el carbón, y que nos va
derivando poco a poco hacia tareas como el turismo y la hostelería, que es lo
único que podemos ofrecer, que son las antiguamente llamadas “exportaciones
invisibles”. Todo ello por el exceso de burocracia hacia las empresas.
Curiosamente
existen otras entidades, instituciones y organismos extranjeros que buscan
instalarse en España y que forman ya una buena parte de las decisiones
económicas de nuestro país. Por ejemplo, el fondo de inversiones BlackRock,
ubicado en Estados Unidos de América, y que es el primer propietario de
inmuebles, viviendas y construcciones en España, el cual es poseedor de
millones de acciones de las grandes empresas españolas, algunas de ellas como
mayorista en acciones.
No deseo
seguir este artículo porque me haría llorar, algo que a mi edad me resulta
vergonzoso. Pero no tanto por ello, sino por lo que supone el futuro económico
de nuestro país. Y no hablo del futuro político, porque posiblemente me muera
instantáneamente de un síncope al hablar de la “economía social” en la que
España tiene un Ministerio del que no conozco sus fines y que también incluye
otro Ministerio, el Ministerio de Economía, algo que me parece contraproducente
que cada uno de estos Ministerios influya en lo mismo, en el trabajo y la
economía del país, y que cada uno de ellos lo entenderá a su manera.
Hagamos
un brindis al sol sobre el futuro de la economía española.
Vicente Llopis Pastor
23 de agosto de 2024
Comentarios
Publicar un comentario