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ARANCEL DE ADUANAS

 

El arancel de aduanas es fruto de la soberanía fiscal que por definición tiene cada Estado o país. Se trata de hacer tributar los actos de compraventa entre operadores económicos propios con operadores económicos del resto de países. El arancel de aduanas es una forma de aumentar la tributación y la recaudación de cada Estado, aunque no es su objetivo directo. El arancel de aduanas se usa como política económica entre Estados. En España, durante los siglos XIX y XX se usaba frecuentemente y cambiaba de una tasa a otra a veces exagerada. Cuando hay un arancel de aduanas se suele decir que el país es librecambista y cuando hace uso de él, a veces en cuantías enormes que incluso pueden llegar a ser un importe superior al precio del propio producto en el comercio internacional, entorpece las relaciones económicas. Un caso que forma parte de la Historia de España es el Estatuto de Cataluña.

En nuestro país se ha manejado muchísimo el arancel de aduanas, fundamentalmente para proteger la industria textil catalana. Un ejemplo podría ser el de los textiles, en el que se daba la curiosa circunstancia de que el Gobierno autorizaba un arancel de aduanas para toda España del que se vio muy favorecida Cataluña. El esquema de funcionamiento es muy simple: los textiles y confecciones que podía importar España de países como Inglaterra, India y sus colonias, puestos en nuestro país, costaban 10; ese mismo producto fabricado en España costaba 15. Es muy propio que el comprador vaya a lo más barato, en este caso lo importado de otros países, y disminuya el mercado nacional, en el que la fabricación costaba 15. En tal caso, normalmente bajo presión de la burguesía catalana y de los empresarios que manejaban la actividad económica, éstos acudían al Gobierno Central de Madrid para que dispusiera un arancel disuasorio y los españoles compraran en Cataluña y no en el extranjero. Este arancel podía ser sobre 100% del valor del producto, por lo que el producto entraba en España y en lugar de comprarlo por 10, había que pagar 20, lo cual ya no era atractivo para el consumidor.

Así ha sido durante siglos y España siempre ha tenido aranceles que favorecían de una manera inopinada la actividad de los catalanes. Me atrevería a decir que este arancel servía para enriquecer a Cataluña y empobrecer al resto del país. Éste es mi análisis y contradice la expresión “España nos roba… España nos roba… España nos roba”, que también se expresa como “Madrid nos roba… Madrid nos roba… Madrid nos roba”, con las que se manejan los catalanes. Estas expresiones las conocí por primera vez hace casi sesenta años durante mi servicio militar en Valencia en el que había muchos soldados catalanes que diariamente despreciaban a los españoles por pensar que eran inferiores y llegaban a decir que Andalucía, Extremadura, partes de Castilla y, en general, una parte de España comía gracia a Cataluña.

Este esquema ha perdurado durante siglos y, sobre todo, el más significativo fue el arancel Cambó (1922) diseñado por el ministro de Hacienda del Gobierno español, Francesc Cambó (1876-1947), quien barrió en favor de Cataluña, ya que ha pasado a la Historia como un político, empresario y abogado español, de ideología conservadora y catalanista que falleció en Buenos Aires en el año 1947 nadando en la abundancia económica.

Este esquema de Cambó como ministro de Hacienda podría ser interpretado como “el zorro que vigila el gallinero”.

La idea de “España nos roba” es algo incierta y también hemos de analizarla profundamente, ya que para mí no es cierta esta frase tan acuñada y que pasa de generación en generación de catalanes durante los últimos siglos.

Hoy en día no es tan importante el arancel de aduanas. Aunque tengo entendido que es el recurso dialéctico que usa la Comunidad Autónoma de Cataluña para pedir más… más… y más para la financiación de dicha Comunidad. Hace unos días, el actual Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez Pérez-Castejón (1972), tuvo una reunión con el Presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Argonès i García (1982), en el Palacio de la Generalitat de Cataluña, situado en Barcelona, en la que el presidente Aragonés solicitó a Pedro Sánchez que el Gobierno de la nación pagara 19.000 millones de euros con los que se ha endeudado Cataluña en virtud de emisiones de deuda pública catalana, y que hoy en día no hay mercado para emitir más deuda, porque en el mercado internacional se consideran como bonos-basura. Es el caso más genuino de que la deuda emitida por Cataluña ha de pagarla “bobilis bobilis” el Gobierno Central. Por otro lado, las negociaciones para la financiación de la Comunidad Autónoma catalana, está pendiente de definir porque algunos poderes localistas, separatistas y catalanistas exigen unas prebendas que, en principio, al menos a mí, no me parecen correctas; por ejemplo, y entre ellas, está la creación del Estatuto Fiscal de Cataluña, con la que se va a romper cualquier relación entre España y Cataluña y no van a colaborar entre ellas. Esta cuantía de la gestión fiscal de Cataluña puede acercarse a un montante de 350.000 millones de euros.

Esto es la continuación de las políticas catalanas frente al Gobierno de España, en las que se sustituyen los aranceles de aduanas por otras fórmulas que buscan acercar el ascua a su sardana y cortar de raíz la postura pedigüeña que presentaban a los Gobiernos españoles en siglos pasados. La materialización de dichos aranceles solía ser de catalanes que eran ministros de Hacienda. Hoy ya no hace falta seguir este camino, ya que estará fijado de forma lapidaria en el futuro Estatuto de Autonomía de Cataluña.

Sería oportuno conocer todas las interioridades de las negociaciones y relaciones entre España con una de sus partes, Cataluña, con unos efectos difíciles de prever porque son negociaciones y arreglos secretos que no se suelen publicar en los medios de comunicación social y no tienen ninguna transparencia.

 

 

 

Vicente Llopis Pastor

30 de julio de 2024

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