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LA DIGITALIZACIÓN


 

        A mi entender, estamos viviendo la más grande revolución que hasta ahora ha tenido la Historia de la Humanidad. Concretamente: la digitalización. Palabra que es relativamente nueva, pero que se usa en la mayoría de las transacciones de todo tipo que se realizan entre empresas, organismos, ciudadanos y la Administración Pública, que está convirtiéndose en algo fundamental en nuestra vida. La digitalización, como una derivada de la informática, junto con el teleproceso, es decir, operar a distancia, está teniendo un enorme auge y, en un corto periodo de tiempo, va a suplantar los procesos analógicos y físicos a los que estamos acostumbrados y que estudiamos en nuestra época de educación y profesionalización.

        Los ejemplos de digitalización cubren todas las fórmulas de transacciones, séase conseguir cualquier entrada para una función de teatro o cine; pedir cita al médico; solicitar algún documento de la Administración Pública; fórmula para ser atendidos en comercios; citas para operaciones bancarias; etcétera, etcétera, etcétera. Estimado lector, todo lo que alcance su imaginación es susceptible de digitalizar. Lo curioso es que el cliente o usuario no ha aprendido su uso y los que nos atienden en la Administración Pública, Banca, seguros, comerciantes, supermercados y demás oferentes, no están por la labor de instruir al cliente, y suelen poner “cara de póker” cuando le rogamos que nos explicite dicha digitalización y cuales han de ser los pasos a seguir en los aparatos e instrumentos para actuar diligentemente.

        Sobre todo se da en personas mayores, a quienes resulta incomprensible el tener que actuar según la “danza digital” orquestada por la empresa con la que tratemos; agravado por la situación de monopolio de dichas empresas, que hacen uso de los llamados “contratos de adhesión” que significan que has de operar según te indica la empresa, y si no eres capaz de llevarla a cabo, te dicen que vayas a otra empresa, lo cual, al ser un monopolio, el cliente no tiene alternativa posible.

        Para mí, el caso más rápido y contundente es el de la Banca, cuya operatoria es totalmente distinta a lo que ha sido siempre y que generaba “confianza” para el cliente. Hoy puedes ser un cliente de un banco, operar desde tu casa o mediante teléfono móvil, paseando por la calle, y realizar operaciones con tu Banco sin saber quién es el empleado que te atiende, porque no lo has visto jamás; añadiendo a ello el que son unos terminales externos, sean cajeros automáticos u otros artilugios quienes te atienden. Todavía resulta más lacerante el que la Banca esté cerrando, a la velocidad de un antílope, numerosísimas oficinas. También se da el caso de que varias oficinas sólo tengan un empleado, el cual fija su horario de atención al cliente, normalmente en escasas operaciones que lleva a cabo en un horario de una o dos horas cada dos o tres semanas, según la envergadura y cercanía de las diez o doce oficinas de las que es su responsable.

        Avezado lector, usted mismo se estará dando cuenta de esta exorbitante digitalización, que trata de que sea el cliente el que realice personalmente el trabajo, séase ingresos, reintegros, transferencias, préstamos o toda la retahíla de operaciones que le son propias a las entidades financieras. Es el sustituir al empleado por una máquina o utensilio, que es una forma muy directa de reducir su plantilla de personal y aminorar gastos. Incluso se usan números de teléfono en los que no hay ningún operador y que tienen grabada la posible contestación según el deseo que tenga el cliente.

        Éste es el sino de nuestro tiempo. Hace algunos días me desplacé desde San Vicente del Raspeig a Alicante para una cuestión documental. El proceso de esta gestión fue el de pedir cita digitalmente; repostar gasolina en mi automóvil con mis propias manos; pagar con tarjeta, porque la estación de servicio no admitía dinero en efectivo; demostrar digitalmente que tengo fijada una cita, ya que si no era así, sus servicios de seguridad no me podrían permitir la entrada; presentar digitalmente lo que me pedía el correspondiente Organismo; obtener un documento digital en el que incluía la cifra que había de pagar en una determinada oficina bancaria, ya que dicho Organismo no admitía dinero físico; me desplacé a dicha oficina bancaria, la cual, en dicho momento, no me podía atender.

        Hube de regresar al Organismo para comunicarles la imposibilidad de efectuar el pago. Ante ello recibí la contestación del empleado diciéndome que por esta causa iba a ser sancionado. Yo suelo ser de carácter apacible, pero no pude retenerme e increpé al citado empleado. La contestación que recibí de él fue: “Inicie usted el ya conocido proceso de digitalización y puede ser que en unos meses pueda ser atendido”. Contestación inhóspita y algo humillante para mí.

        Estamos en una democracia, y lo que hemos logrado no es, precisamente, el ejercicio de la libertad, al contrario, hemos reverdecido el “esclavismo”, ya que ahora somos esclavos de la Administración Pública y de otros Organismos. No veo que ahora seamos más libres que hace cincuenta años. La política ya no se debate en la oratoria y sensibilidad del Congreso de Diputados. Hoy se lleva a cabo mediante los medios de comunicación social, fundamentalmente mediante la televisión, la cual suele estar sesgada hacia algunas personas, candidatos o partidos políticos.

        Los medios de comunicación nos están presentando a algunos políticos que “a sotto voce” realizan una homilía comunicada como declaración gubernamental convocada unos minutos antes, sin apenas conocer el oyente cuál es el tema a comentar. Además, sin admitir preguntas. Han desaparecido los debates parlamentarios de alto nivel que hubo en otros tiempos en nuestro país. Creo que difícilmente aparecerán en España los grandes oradores y genios de la elocuencia, tales como Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903); Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897); Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899); Antonio Maura Montaner (1853-1925); Alejandro Lerroux García (1864-1949); Niceto Alcalá Zamora (1879-1949); Manuel Azaña Díaz (1880-1948); José Calvo Sotelo (1893-1936); y tantos otros que hicieron de la lengua española la más grande arma dialéctica.

        Hoy en día, la información y debates de políticos, artistas, próceres y las fuerzas vivas de nuestro país, dan una información televisiva veteada con informaciones sobre Isabel Preysler (1951); Tamara Falcó Preysler (1981); Rociíto Carrasco Mohedano (1977); Kiko Matamoros (1958); Boris Izaguirre (1965); Chabeli Iglesias (1971); Paloma Cuevas (1972); Jesulín de Ubrique (1974) y otros, que se autodenominan como “influencers” y que son seguidos por millones de televidentes.

        Para finalizar diré que hemos cambiado en muchas cosas. En su momento, el destacado escritor, periodista y poeta, Manuel Mariano José de Larra y Sánchez (1809-1837) nos hablaba del “Vuelva usted mañana”, publicado en un artículo el 14 de enero de 1833. Hoy, un oscuro empleado se permite tener la autoridad para decirnos: “Inicie usted el ya conocido proceso de digitalización y puede ser que en unos meses pueda ser atendido”.

        En la digitalización a los “influencers”. De oca a oca y tiro porque me toca.

 

Vicente Llopis Pastor

Fígaro

29 de enero de 2023

Comentarios

  1. Que razón tienes, Vicente. Un día el banco Sabadell me dijo que tenía que pedir cita para que me atendieran. Le conteste que la cita la pediría su padre
    Haga una hoja de reclamaciones: contestación mia: qué la haga su padre. Desde entonces entro en mi banco como pedro por su casa y mi careto lo conocen las dos o tres empleadas que hay. Si todos hicieran igual, otro gallo Cantaría. Saludos cordiales.

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