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POLÍTICA “DE BÓBILIS, BÓBILIS” DEL ACTUAL GOBIERNO ESPAÑOL

El actual Gobierno español está conformado por una coalición de los partidos políticos Partido Socialista Obrero Español (PSOE),  Unidas Podemos (UP) e Izquierda Unida (IU), con el apoyo parlamentario de partidos marginales, periféricos, segregacionistas y separatistas. El destino y el futuro de cada uno de los ciudadanos españoles están en sus manos. Manos que están trenzadas y guardadas en una caja de terciopelo, y buenas palabras, que encubren sus intenciones ideológicas.

Estas últimas intenciones son nuevas palabras que suenan muy bien a los oídos de gran parte de la manada de los habitantes españoles que han cumplido la mayoría de edad y que, consecuentemente, pueden votar y que se encuentran seducidos por la bondad del Gobierno que preside un hombre de apellido bastante común, que parece un maestro de la política, democracia y diplomacia. Es el nuevo Nicolás Maquiavelo (1469-1527) de nuestros tiempos, que emula al citado diplomático del Renacimiento italiano que acuñó la frase “el fin justifica los medios”.

Y, ¿cuál es el fin del actual Gobierno español? Yo no lo sé. Pero lo puedo inferir por sus manifestaciones públicas, mítines, expresiones y discursos en el Parlamento. En principio me causa cierta extrañeza que apenas utilice la palabra “España”, vocablo que parece odiar y en su lugar usa apelativos como “nación de nacionalidades”; y en distintas Comunidades Autónomas, al referirse a España, la denomina “Madrid” por los catalanes; el “Estado” por los vascos; “centralismo” por los valencianos; y así sucesivamente.

A ello añadimos la propia ideología de los partidos que gobiernan en coalición: PSOE busca la igualdad económica entre los ciudadanos; UP parece ser más radical que la propia IU, que tiene un fundamento marxista y no acepta la propiedad privada de las empresas; e IU que considera los beneficios empresariales como el robo que los empresarios realizan a sus trabajadores, lo cual barnizan con la denominación de aprovecharse de las “plusvalías” que aportan los trabajadores.

Ninguno de estos tres partidos políticos defiende a los empresarios, a quienes tildan de expoliadores. Por esta razón, pocas veces manifiestan el favorable papel que realizan los empresarios para la mejora de nuestro país y jamás ensalzan a España como nación o patria, incluso la Jefatura del Estado español, detentada por S.M. El Rey, la están tambaleando y paulatinamente lo están colocando en la “cuerda floja”, en la cual es imposible mantener su equilibrio, incluso si fuera un artista circense o un experto funambulista. Pero el actual Gobierno español y sus instituciones y organismos que le acompañan, constituido por 3,5 millones de funcionarios y 500.000 políticos, en total 4,0 millones de personas que perciben suculentos sueldos, mandan y que detentan la infraestructura del Estado, con palacios, edificios, casas nobles, aeropuertos, carreteras y vehículos en los que se mueven con facilidad en sus desplazamientos por tierra, mar y aire, tanto en nuestro país como en supuestas misiones en el extranjero, de las que no me parece que hemos de estar muy orgullosos, ya que no conozco grandes logros o hitos; más bien todo lo contrario. Obsérvese la situación que tenemos con nuestros países vecinos del Norte de África, nuestra responsabilidad en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con el uso de militares, y el incremento de nuestras dotaciones presupuestarias a este último organismo.

Ante esta situación me parece que nuestro Gobierno y su aparato burocrático tienen su propia política, que no es otra que la de igualar a la baja a los ciudadanos, y utiliza políticas tales como: subvenciones, subsidios, ayudas, socorros, auxilios, asistencia, amparo, protección, apoyo, salvamento y otras políticas en favor de las personas más vulnerables. Lo que ocurre es que, parece ser, que estas personas “vulnerables” son todas jóvenes, viejos, mayores de cincuenta años, familias monoparentales, familias desestructuradas y un largo etcétera. Concluyendo, de la “España invertebrada”, que dijera nuestro filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955), hemos pasado a la “España subvencionada” como la forma de alcanzar el “Paraíso” o la “Arcadia Feliz” que buscaron los antiguos. El fomento del trabajo parece que no les importa a los actuales gobernantes.

Estas subvenciones y las otras fórmulas que he citado son las “armas” de la política de nuestro Gobierno, y como tal deben estar en la “panoplia” que en el bello idioma español significa la colección de armas dispuestas sobre una estantería en la pared, que conforman una armadura completa con todas sus piezas. Indudablemente, esta “panoplia” cuesta dinero, y el Gobierno no deja de husmear para lograr de dónde sacar el dinero necesario para sostenerla, para lo cual tiene avezados inspectores o preclaros zahoríes que utilizan la radiestesia para descubrir zonas en donde aplicar nuevos impuestos; por ejemplo, impuestos extraordinarios sobre la banca, petroleras, gasistas, supermercados, altas rentas individuales y otros.

A pesar de ello, España, durante el actual Gobierno, considerándolo desde la moción de censura de junio de 2018 hasta hoy, ha pasado a tener una deuda soberana de 1202 millones de euros en junio de 2018, a 1504 millones de euros a finales del tercer trimestre de 2022, según información estadística del Servicio de Estudios del Banco de España, es decir, más de trescientos mil millones de euros de mayor endeudamiento en poco más de cuatro años, que supone aproximadamente un incremento del 30%, una abrumadora cifra que jamás podrá cubrir las finanzas de nuestra querida España. Algo inaudito, que no suele citar los medios de comunicación social, debido a la importante escasez de información que sobre temas cuantitativos elaboran para la prensa, radio y otros medios.

La ortodoxia del endeudamiento, y así está estipulado para los países de la Unión Europea, es del 60% de su Producto Interior Bruto (PIB), mientras que en España, actualmente, su endeudamiento es superior al 120% de su PIB. Además, está incrementándose el tipo de interés del endeudamiento español que encarece automáticamente la deuda soberana emitida.

Me permito finalizar este artículo con el título que lo encabeza: “Política “de bóbilis, bóbilis” del Gobierno Español”. Estimado lector, la expresión “de bóbilis, bóbilis” significa de balde, gratis, sin trabajo, sin esfuerzo, sin ahínco, sin desvelo y sin sudor. Es totalmente aplicable a las citadas ayudas sociales que he comentado como incluidas en la panoplia de armas de políticas de ayudas de todo tipo a personas que, por una u otra razón, se vuelcan para conseguir dichas ayudas, lo cual persigue la equidad entre los ciudadanos, pero lo que consiguen es la “discriminación”, que tiene su base en el filósofo danés Soren Kierkegaard (1813-1855), quien dijo que “quien clasifica, niega”.

Por cierto, que esta expresión “de bóbilis, bóbilis” ha sido utilizada por grandes escritores en lengua española. Por ejemplo, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) la usa en el capítulo 71 de la segunda parte de “El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, cuando le dice a su escudero, Sancho Panza… “…y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo para que yo lo comunique con otros “de bóbilis, bóbilis””. Y también el gran novelista, Benito Pérez Galdós (1843-1920), en sus “Episodios Nacionales”: “…Y todo así, “de bóbilis, bóbilis”, por nuestra bella cara, como si hubiéramos resuelto la cuadratura del círculo o puesto una pica en Flandes”.

 

 

Vicente Llopis Pastor

23 de diciembre de 2022

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