Una de las
cuestiones más importantes para la economía de un país es el que exista la
llamada “estabilidad de precios”, es decir, aquella situación en la que los
precios se mantienen o crecen a un determinado nivel considerado como adecuado
durante cierto tiempo. Es el fenómeno contrario a la inflación y puede
facilitar el desarrollo de un país y ejecutar una política monetaria correcta.
Desde hace más de diez años, la Unión Europea (UE), y en concreto, el Banco
Central Europeo (BCE), que es el banco de emisión de euros, se han mantenido
con cierta estabilidad y el control del crédito, el dinero circulante y la
economía han funcionado bastante bien y creo que se ha generado empleo a un
ritmo más elevado de lo habitual. He de decir que la única misión que tiene el
BCE es la de control de la inflación, sobre todo por los aspectos negativos que
tuvo Alemania en la época entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En esto
difiere de la Reserva Federal de Estados Unidos que tiene una doble misión:
controlar la inflación y ayudar al desarrollo económico.
Tanto la
inflación como la deflación, si se producen en exceso, son negativas, es con
ese objetivo que los bancos centrales tratan de que los precios se mantengan
estables, o dicho de otro modo, persiguen la estabilidad de precios. Si no lo
consiguen, la economía del país se resiente y aparecen cuestiones como la
desvalorización del dinero, devaluación de los tipos de cambio, adecuación de
salarios a los nuevos precios y muchos otros fenómenos que entorpecen la
actividad económica.
Desde hace
escasos meses nos estamos encontrando con que la estabilidad de precios fijada
en euros por el BCE está situándose en una enorme inflación, actualmente
alrededor del diez por ciento, lo cual es exagerado y trae consecuencias
indeseables, tanto en la economía interna del país como en sus relaciones de
exportaciones e importaciones con otros países. Cuando se da este caso de
hiperinflación, una de las medidas que se solicitan por los sindicatos y operadores
económicos es ligar los salarios, ingresos o beneficios a la tasa de inflación,
con lo que al acompasarlas, lo que hacen es echar más leña al fuego de la
inflación. Es lo que me parece que está ocurriendo en España, ya que en
artículos de consumo, electricidad, gas, industria agroalimentaria y otros
productos, están subiendo los precios de manera exagerada, en algunos casos con
incrementos del cien por cien y en algunos casos del trescientos por cien, lo
cual es la forma idónea de desarticular la economía española y cuyo objetivo
final nunca acabará, ya que a la subida de precios se suman los salarios y las
pensiones, estos salarios y pensiones incrementan los precios, que a su vez
están indexados con la inflación, y así sucesivamente.
Del tema
de la estabilidad de precios hay poca literatura económica y, sin embargo, es
uno de los puntos más importantes para la producción, distribución y consumo de
bienes. Es la cara amarga de la economía de un país y que, en el caso de
España, no auguro mucho éxito en el control de la inflación a pesar de que el
Ejecutivo español está intentando poner topes a los precios y no dejarlos al
albedrío de los mercados como suele suceder en economías de liberalismo y
librecambio sobre las que se asienta la política económica de la UE.
Sería
bueno seguir la trayectoria de esta inesperada inflación y que va afectar a
todos los españoles.
El tiempo lo dirá.
Vicente Llopis Pastor
25 de octubre de 2022
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