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ANECDOTARIO (LV)

Estimado lector, según comenté en el artículo titulado “Anecdotario (LIV)”, voy a seguir incorporando nuevas anécdotas cada lunes. La anterior entrega fueron diez anécdotas. Así que comencemos:

541)         Gioachino Rossini, compositor.

El músico italiano Gioachino Rossini (1782-1868), autor de algunas óperas muy popularizadas como “El barbero de Sevilla”, “Guillermo Tell” y otras, era enemigo personal del músico Giacomo Meyerbeer (1791-1864), cuya música le parecía insoportable. Iba un día Rossini con un amigo cuando se cruzaron con Meyerbeer, que les saludó y le preguntó  a Rossini:

-          “¿Qué?; ¿mucho trabajo?”.

Rossini le contestó:

-          “No. No puedo hacer nada. Paso una mala temporada enfermo siempre y no sé cuándo podré volver a trabajar”.

Cuando ya Meyerbeer se hubo despedido, el amigo preguntó a Rossini:

-          “¿Estáis enfermo, no sabía nada?”.

Y Rossini le contestó:

-          “No, estoy mejor que nunca, pero este Meyerbeer es tan envidioso que he preferido decirle esto, le habría sentado muy mal si le llego a decir la verdad, que estoy trabajando más que nunca”.

542)         George Bernard Shaw.

George Bernard Shaw (1856-1950) fue un escritor inglés al que se le cita en muchas anécdotas. Incluso se han publicado libros sólo con anécdotas de Shaw.

En una ocasión recibió una carta con esta sola palabra escrita: “Imbécil”. Shaw lo comentaba después con sus amigos:

-          “He recibido en mi vida muchas cartas sin firma. Y hoy ha sido la primera vez que recibo una firma sin carta”.

Y les enseñó la que había recibido.

543)         Anna Pavlova.

La famosa bailarina rusa Anna Pavlova (1881-1931) dejó, en el mundo de los aficionados al ballet, un recuerdo imborrable. De ella decía un crítico:

-          “Su danza es poesía pura. Su cuerpo es una canción alada”.

Anna, en su juventud, siendo ya bailarina, tuvo un novio, con el que no se casó, pues el novio le dio a elegir entre él y el baile, y ella eligió el baile. El novio era un noble ruso. Y un día, en una finca de su novio, Anna vio morir un cisne. Quedó tan impresionada de los últimos movimientos del cisne en su agonía que después, en San Petersburgo, explicó a Michell Fokine (1880-1942), comediógrafo, maestro de baile y bailarín ruso que, posteriormente, se nacionalizó estadounidense, lo que había visto.

Anna dijo:

-          “Me gustaría bailar la muerte de un cisne”

Fokine le dijo:

-          “Hace falta una música adecuada”.

Anna expresó:

-          “Yo le explicaría al músico lo que quiero”.

EL músico elegido fue Saint-Saëns (1835-1921), compositor francés, que estaba entonces en San Petersburgo. Anna le explicó lo que había visto y lo que quería, y así nació “La muerte del cisne”, el ballet que ella hizo triunfar después en todo el mundo. Este ballet está incluido dentro de la obra “Carnaval de los animales”, del citado autor francés.

544)         Pedro I El Grande, Zar de Rusia.

Pedro I de Rusia (1672-1725), llamado Pedro El Grande, Zar de Rusia, fue un verdadero tirano. Parece ser que tenía tanto miedo a  que le asesinaran que, las veces que salía de palacio, obligaba a tener cerradas todas las ventanas que daban a las calles por donde pasaba.

Pedro I, entre otras muchas acciones lamentables, llegó a su hijo, el Zarévich Alejo Petrovich Romanov (1690-1718), ante un tribunal acusándole de traición. El Zarévich fue condenado a muerte. Se levantó mucha protesta popular contra la sentencia. Y Pedro I la revocó y le perdonó. Y, al parecer, ordenó a su médico:

-          “El príncipe es muy nervioso y es posible que, al publicarle el perdón, sufra un acceso de nervios. Bueno será que, para evitarle el daño emocional, se le sangre abundantemente”.

Y e “bueno será” fue dicho como una orden, y en un tono que el médico no pudo dejar de comprender, o acaso el médico recibió después otras órdenes secretas, más precisas. EL caso es que el príncipe, dos días después de la noticia de su perdón y de la sangría, era solemnemente enterrado con todos los honores debidos a su prosapia.

545)         Mark Twain.

Mark Twain (1833-1910), se llamaba Samuel Langhorne Clemens, y escribió interesantes novelas. Era fama que Mark Twain no tenía mucha facilidad para hablar en publico y que prefería no hacerlo. EN cierta ocasión le dieron un banquete y, después que otro hubo ofrecido el banquete, no tuvo más remedio que dar las gracias. Se levantó y en voz muy suave, como de miedo, dijo:

-          “Pues les voy a conter un sueño que he tenido esta noche. Yo era un cristiano condenado a ser comido por las fieras en tiempo de los romanos. Yo estaba solo en la arena del coliseo y todo el mundo gritaba “¡El león!, ¡el león!”. Y de pronto apareció el león. Iba con la boca abierta, como si estuviera hambriento. Yo le dije algo en voz baja y se detuvo a escucharme. Le hablé al oído y, en vez de devorarme, se alejó sin ni siquiera tocarme. Al ver este prodigio, me perdonaron la vida, a condición de que les dijera cómo había conseguido apaciguar al león, qué le había dicho. Y yo les decía la verdad, que le había dicho: “Oye, león, te advierto que aquí es costumbre, después de comer, hacer un discurso; de manera que, si me devoras, ya sabes lo que te toca. Y así salvé la vida”.

546)         Isócrates, orador griego.

Isócrates (436- a.C.338 a.C.) fue orador, logógrafo, político, educador de la Antigua Grecia y creador del concepto de panhelenismo.

Le preguntaron una vez si sabría definir la elocuencia, y preguntó:

-          “¿Con elocuencia o sin elocuencia?”.

Le dijeron que la definiera de ambas maneras. Y dijo:

-          “Dicho sin elocuencia, la elocuencia es el arte de presentar con toda su grandeza las cosas pequeñas y con toda su pequeñez las cosas grandes. Y dicho con elocuencia, la elocuencia es…”.

Se interrumpió, levantóse, extendió los brazos y empezó el siguiente discurso:

-          “Oh, atenienses, hijos predilectos del Zeus y descendientes de todos aquellos antiguos héroes que regaron con toda su sangre fecunda los campos de esta tierra. estuvo hablando con elocuencia de la elocuencia durante un par de horas.

547)         Winston Leonard Spencer Churchill.

Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965), Primer Ministro del Reino Unido, vencedor de la Segunda Guerra Mundial, fue varias veces Ministro, entre ellas Lord del Almirantazgo en la Primera Guerra Mundial en la que sus órdenes e instrucciones fueron muy desacertadas.

Estuvo en África en su juventud, en la guerra contra los “boers”, llamados así a los habitantes de origen neerlandés de Sudáfrica. Al final Sudáfrica quedó como dominante y colonia del Reino Unido.

En una escaramuza, cayó prisionero. Desde el primer día dijo a los guardianes:

-          “Vigiladme bien, porque huiré”.

Y se reían de él. Un día encontró por allí un sombrero de “boer”, se lo hundió hasta las orejas y salió del campo de concentración, sin que nadie le impidiera salir. Anduvo perdido dos días y dos noches y, al fin, llegó a una casa que pertenecía a un ingeniero partidario de los ingleses, que lo tuvo escondido y, finalmente, le facilitó la huida dentro de un saco, en un tren, junto a otros sacos llenos de lana.

548)         Tristán Bernard, escritor francés.

Tristán Bernard (1866-1947) fue un dramaturgo, novelista, periodista y abogado francés. También famoso por sus antológicas anécdotas.

Participaba un día en una reunión de gente de teatro. Uno de los asistentes, tartamudo, pedía la palabra una y otra vez diciendo:

-          “Pi, pi, pi, pido la pa, pa, pa, labra. Se, se, se, señor, Pre, Pre, Pre, sidente”.

Y Tristán Bernard, después de haberle oído algunas veces le tocó el hombro y le dijo en voz baja:

-          “Oiga, ¿por qué en vez de pedirle la palabra al señor Presidente no se la pide usted a Dios?”.

549)         Charles Baudelaire, poeta francés.

Charles Baudelaire (1821-1867), poeta, ensayista, crítico de arte y traductor francés, autor de las famosas “Flores del mal”, fue un hombre de vida muy poco respetuosa con las buenas costumbres. Le gustaba decir cosas que asustaran y molestaran. Un día se fingía enfermo del estómago. La señora le preguntó:

-          “¿Estáis mal?”.

Baudelaire le dijo:

-          “Se ve que sí. Esta mañana he desayunado un niño al horno, y aunque estaba tierno, se ve que se me ha indigestado”.

Otra vez, enseñaba un libro muy bien encuadernado y decía:

-          “Es piel humana. De un buen amigo. Así lo tengo presente”.

Su biógrafo, Henry Blaze de Bury (1813-1888), cita otra salida parecida:

-          “Con la piel de mi padre me hice una corbata; pero sólo me la pongo en las grandes solemnidades”.

550)         Honoré de Balzac.

Honoré de Balzac (1799-1850) fue un grane escritor francés que escribió “La comedia humana” y su proyecto consistía en escribir más de trescientas novelas que él decía que competirían con el Registro Civil, aunque la dejó inacabada.

Balzac, cuando alternaba en sociedad, vestía siempre muy bien y usaba accesorios buenos. Le gustaba presumir de cadenas y relojes. Una vez, como tantas otras, estaba sin dinero. Había ido al teatro con amigos y, de pronto, exclamó:

-          “¿Nosotros aquí? Y pensar que en casa hay cien velas encendidas que la iluminan”.

Sus amigos se rieron de tal extravagancia, y él dijo:

-          “¿Apostáis cien francos?”.

Los apostaron entre todos. Fueron a la casa de Balzac y allí encontraron, en efecto, la habitación iluminada con cien velas puestas encima de los muebles. Y les tocó pagar.

Se dice de él que manifestó que conseguiría con las letras superar a Napoleón I Bonaparte (1769-1821) en las armas.

 

Estimado lector, habrá diez nuevas anécdotas el próximo lunes.

Un afectuoso saludo. Continuará…

              

 

Vicente Llopis Pastor

28 de febrero de 2022

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