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FELIPE IV DE ESPAÑA

Un cierto interés tiene la vida del Rey de España Felipe IV (1605-1665), tanto por su política pero, quizás, mucho más conocido por su vida amorosa y pornográfica; hasta el extremo de que se le denominaba en su tiempo “el putañero mayor del reino”. Fue contemporáneo del pintor Diego de Velázquez (1599-1660), quien lo pintó en varios cuadros y en múltiples ocasiones; en cierto modo, Felipe IV fue uno de los que creó el Museo del Prado, con cuadros que poseía la monarquía española, junto con otros nobles y aristócratas. El historiador alemán Ludwig Pfandl (1881-1942) dijo de Felipe IV de España que era “un Hércules para el placer y un impotente para el gobierno”.

Felipe IV nació en el Palacio Real de Valladolid el 8 de abril de 1605. Era hijo de Felipe III y Margarita de Austria, que era prima segunda de su marido. Fruto de su matrimonio fueron ocho hijos, siendo Felipe IV el tercero y el primer varón del matrimonio de sus padres. Fue bautizado a las siete semanas de naces en la Iglesia de San Pablo de Valladolid, siendo apadrinado por el valido de su padre, el duque de Lerma (1553-1625), a quien Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) le dedicó su inmortal obra “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”.

Teniendo Felipe IV solamente tres años, en 1608, fue nombrado “Príncipe de Asturias” y futuro Rey de España. Recibió una educación muy esmerada y propia de un Rey, mostrándose muy inteligente en el aprendizaje, destacando a lo largo de su vida por su alto nivel cultural.

Por interés de Estado, su padre Felipe III concierta su matrimonio en 1615, cuando tenía solamente diez años de edad. La elegida es la princesa francesa Isabel de Borbón, que tenía entonces doce años.  Su padre Felipe III falleció el 31 de marzo de 1621, siendo proclamado como “Rey Felipe IV de España”, de la dinastía de Habsburgo, cuando tenía dieciocho años de edad recién cumplidos y tuvo un reinado muy largo, con más de cuarenta y cuatro años de gobierno. Su llegada al poder fue recibida con mucha alegría por parte de la alta nobleza, pues consideraban que con él volverían los éxitos de los primeros Austrias. Sin embargo, la realidad sería muy otra.

Inmediatamente, Felipe IV se despreocupa de los asuntos de Estado, cediendo todo el poder a su valido, el conde – duque de Olivares (1587-1645). En este tiempo, Felipe IV se dedica en cuerpo y alma a los placeres que le ofrecía el sexo. Como relata José Deleito y Piñuela (1879-1957) en su libro “El Rey se divierte”, nos muestra su obsesión por el sexo y dice “con los primeros hervores de la adolescencia, cuando cabalgó sin freno por todos los campos del deleite, al impulso de pasiones desbordadas. Su tiempo, pues, estaba destinado al libertinaje, la caza como afición y a las correrías nocturnas por Madrid”. El psiquiatra Francisco Alonso-Fernández (1924-2020), en su estudio sobre la vida privada de los Habsburgo españoles, señala a Felipe IV con  un comportamiento de un sexo adicto anónimo y promiscuo. Es curioso como en la elección que hacía de las mujeres no había distinción de clase social alguna. Otra característica de Felipe IV era la poca duración de sus relaciones. Entre sus amantes podemos contemplar toda clase de mujeres: casadas, viudas, solteras, doncellas, damas de la alta nobleza, monjas y actrices.

Llama muchísimo la atención cómo en los numerosos cuadros que pintó Diego de Velázquez a Felipe IV, siempre lo enmarca en un mundo reservado y discreto, tan lejos de la práctica personal del Rey que pasaba desde el Alcázar a la mancebía, pasando por el corral de la comedia. No había límites para sus ardores, sus preferencias iban más a las mujeres humildes que a las de alta cuna.

Felipe IV se casó en dos ocasiones. Su primer matrimonio fue con la princesa francesa Isabel de Borbón, que era hija de Enrique IV de Francia. Fruto de este matrimonio fueron siete hijos, de los cuales solo llegaron a adultos dos de ellos. Sus hijos fueron María Margarita (1621), fallecida en el nacimiento; Margarita María Catalina (1623), que vivió un mes; María Eugenia (1625), que no llegó a vivir dos años; Isabel María Teresa (1627), fallecida en su nacimiento; Baltasar Carlos (1629), que vivió diecisiete años y falleció debido a la viruela. Este hijo fue el Príncipe de Asturias e iba a ser el heredero al trono español, e incluso ya se le había buscado esposa, que sería Mariana de Austria, sobrina de Felipe IV. Con la muerte de Baltasar Carlos no hubo matrimonio, pero posteriormente Mariana de Austria sería la esposa del propio Rey Felipe IV; María Ana Antonia (1635), que vivió casi dos años; María Teresa (1638), que fue Reina consorte del Rey francés Luis XIV.

Su primera esposa, Isabel de Borbón, murió en 1644, después de veintinueve años de matrimonio, teniendo la edad de cuarenta y un años.

A raíz de quedar viudo, se anuncian las segundas nupcias de Felipe IV en el año 1647. La elegida es Mariana de Austria, que era su sobrina y había sido prometida de su hijo fallecido Baltasar Carlos. La ceremonia se celebró en 1649 en Navalcarnero, Madrid. Fruto de ese matrimonio fueron cinco hijos: Margarita (1651), que fue esposa del emperador austriaco Leopoldo; María Ambrosia de la Concepción (1655), fallecida a las dos semanas; Felipe Próspero (1657), nombrado Príncipe de Asturias, pero falleció a los cuatro años; Fernando Tomás Carlos (1658), que vivió solamente un año; y Carlos (1661-1700), que fue nombrado Rey de España con el título de Carlos II, llamado popularmente como “Carlos el hechizado”.

Pero esta fecundidad de Felipe IV fue mucho más amplia de lo que he expuesto. No se conoce el número exacto de sus hijos bastardos, pero se calcula que oscilan entre treinta y cuarenta bastardos. Los más conocidos y de los que queda constancia son: Fernando Francisco Isidro de Austria (1626), fruto de las relaciones con María Chivel, que vivió poco más de siete años. Fue reconocido por Felipe IV y se encuentra enterrado en el Monasterio de El Escorial; Juan José de Austria (1629), quien tuvo una cierta relevancia; Alonso Henríquez de Santo Tomás (1631), fruto de la relación con Constanza de Ribera y Orozco, que era dama de honor de la Reina Isabel de Borbón. Fue reconocido por el marido de Constanza como su hijo y rechazó el reconocimiento de paternidad de Felipe IV, llegando a ser Obispo de Málaga; Alonso Antonio de San Martín (1636), fruto de la relación con Mariana Pérez de Cuevas, llegando a ser Obispo de Oviedo y Cuenca; Fernando Valdés (1638), fruto de su relación con la vasca Ana María de Uribeondo, que llegó a ser Gobernador de Novara en Italia; Carlos Fernando de Austria (1639), fruto de su relación con Casilda Manrique de Luyando y Mendoza, que era guarda mayor de las damas de la archiduquesa Mariana de Austria, llegando a ser canónigo de la Catedral de Guadix; Juan Cosió de Austria, fruto de su relación con Teresa Aldama, que acabó ingresando en la Orden de los Agustinos; y Ana María de Austria, fruto de su relación con Margarita Del’Escala, llegando a ser priora del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid.

Entre otros hijos bastardos destacó Juan José de Austria, que fue inscrito en el registro de la parroquia de los Santos Justo y Pastor como “Hijo de la Tierra”, que era como se reconocía a los nacidos que no tenían padre reconocido. Este Juan José de Austria fue muy popular y querido por el pueblo español. La entrega de María Teresa de Austria como prometida del Rey francés Luis XIV se realizó en la isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, en 1660. María Teresa se enamoró de Luis XIV, pero este pasó rápidamente de su esposa y se consolaba con sus amantes, entre las que cabe desatacar la duquesa de Valliere, María Teresa llevó una vida triste y lánguida en la Corte de Versalles. El duque de Beaufort, que era almirante de la flota francesa, le obsequió con un esclavo negro pigmeo, que fue bautizado con el nombre de Nabo.

Al margen de lo que supuso la vida sexual de Felipe IV, hay que reconocer que vivió rodeado de una Corte fastuosa, la más numerosa y espléndida de su época; mientras el país sufría una grave crisis económica, con cuatro suspensiones de pago por parte del Estado español como consecuencia de la débil recaudación fiscal y de las continuas guerras, lo que provocó una débil demografía, viéndose toda la Corte envuelta en continuos escándalos y corrupciones que llevó a nuestro país a un estado de escepticismo generalizado. No obstante, hay que reconocer que Felipe IV fue uno de los reyes del Siglo de Oro español, con escritores tan famosos como Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645); Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635); Pedro Calderón de la Barca (1600-1681); Gabriel Téllez (Tirso de Molina, 1579-1648). Entre los pintores destacan Zurbarán (1598-1664); Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682); Juan Bautista Maíno (1581-1649) y, sobre todo, el gran Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), quien retrató a Felipe IV en distintas ocasiones. Felipe IV fue un gran coleccionista de pinturas, que constituyen el núcleo central del actual Museo del Prado de Madrid. Se acercó a la ciencia y a los saberes de la época y fundo una gran biblioteca de varios miles de títulos.

En los inicios de septiembre de 1665, Felipe IV se empezó a sentir mal, parece ser que enfermó de disentería, por lo que falleció el 17 de septiembre de 1665, tras un corto período de dolorosa enfermedad. Fue enterrado en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial, tal como constaba en su testamento.

Estimado lector, así fue la vida del Felipe IV, más dado a los placeres del sexo que al gobierno del Imperio Español. Solamente me queda esta expresión: “la historia lo juzgará”.

Un afectuoso saludo.

 

 

Vicente Llopis Pastor

25 de enero de 2022

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