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ECONOMISTAS ESPAÑOLES: JOSÉ PENSO DE LA VEGA (1650-1692)

Miguel Antonio de la Gándara Pérez (1719-1783), también llamado “el Abate de Gándara”, fue un abate, ensayista y economista español. Nacido en Liendo, Cantabria, el 27 de octubre de 1719 y fallecido en Pamplona, Navarra, el 5 de octubre de 1783. Conocido, fundamentalmente, por su libro “Apuntes sobre el bien y el mal en España”, escrito en 1762 por encargo del Rey Carlos III (1716-1788).

Fue educado por los jesuitas, su primer escrito fue “Simples memorias sobre el buen uso del nuevo Concordato”, ya que estuvo presente en la negociación del Concordato entre España y la Santa Sede del año 1753, debido a que era Ministro plenipotenciario de Fernando VI (1713-1759) en Roma. El citado libro de “Apuntes sobre el bien y el mal en España”, escrito en 1762 por encargo de Carlos III, no fue publicado hasta el año 1811 en Valencia. Miguel Antonio de la Gándara utilizó un estilo clásico para enfrentarse a los problemas contemporáneos con un espíritu didáctico propio del siglo XVIII. Propuso planes de reforma ante múltiples temas para “el engrandecimiento del Rey, el aumento de su poder, al acrecentamiento del erario, la abundancia de los pueblos y la felicidad pública y el bien común de la patria”.

Fue un destacado seguidor del Marqués de la Ensenada (1702-1781), estadista y político ilustrado español, que llegó a ocupar los cargos de Secretario de Hacienda, Guerra y Marina e Indias, así como Superintendente General de Rentas, Lugarteniente General del Almirantazgo y Secretario de Estado, Notario de los reinos de España y Caballero del Toisón de Oro y de la Orden de Malta. Desde dichos puestos, el Marqués de la Ensenada favoreció la labor de Miguel Antonio de la Gándara. Hay que citar que el Marqués de la Ensenada fue Consejero de Estado durante los reinados de Felipe V (1683-1746); Fernando VI y Carlos III.

De la Gándara fue Agente de Preces en Roma, que era una agencia creada para dirigir a Roma las preces recibidas de los Prelados y devolverles las bulas obtenidas, economista y reformador. Como he citado, formó parte de la posición política del Marqués de la Ensenada y fue autor de algunas sátiras políticas, que tanto proliferaron antes y después del Motín de Esquilache, en marzo de 1766, provocado por la intención de erradicar definitivamente el uso de la capa larga y el chambergo bajo el argumento de que el embozo permitía el anonimato y la facilidad de esconder armas, lo que fomentaba toda clase de delitos, violaciones y desórdenes. El Marqués de Esquilache (1699-1785) fue el principal Ministro del Rey Carlos III. Por este Motín de Esquilache, se le abrió un proceso a Miguel Antonio de la Gándara y se le encerró de por vida en la Ciudadela de Pamplona, en donde falleció en 1783. Puede considerársele como uno de los representantes de la “Ilustración cristiana”, según el concepto y la expresión que acuñara Pau Hazard (1878-1944), hombre de letras, historiador y ensayista francés.

Miguel Antonio nació en el seno de una familia de hidalgos acomodados, con dos características destacadas: la conciencia de su condición de noble y una acrecentada fe religiosa. El catastro de Ensenada y los testamentos y escrituras de la familia, confirman ambos extremos. En el barrio del Noval del Valle de Liendo se conservaba, hace unos años, la casa torre de la familia Gándara.

Realizó sus estudios de Cánones y Leyes y tuvo buenos y entendidos protectores. Ordenado Presbítero muy joven, gozó pronto de un beneficio en la iglesia parroquial de su tierra natal. Más tarde disfrutó las rentas de varios beneficios, el de Zamora y Cela en Tuy, el de Trujillo y el de Lorca. En 1757, en su correspondencia con Ricardo Wall (1694-1777), Secretario de Estado, menciona sus “Méritos de Universidad”. Fue discípulo y amigo de los jesuitas y mantuvo con ellos estrecha amistad durante cuarenta años. En 1769, prisionero en Pamplona, lo confesaba sin rebozo, defendiendo a la Compañía de Jesús y su doctrina. Completó su formación con la lectura de las numerosas obras que componían la rica biblioteca que trajo de Roma en 1759, en la que predominaban las obras de autores franceses. Una parte de esta biblioteca fue encontrada en la prisión donde murió; muchos de los libros eran obras prohibidas y, como tales, incluidos en los Índices publicados por la Santa Inquisición entre los años 1747 y 1805.

Entre otros autores, estaban representados Rousseau (1712-1778); Voltaire (1694-1778); Montesquieu (1689-1755); D’Alembert (1717-1783); Diderot (1713-1784); Condillac (1714-1780); Marmontel (1723-1799); Mirabeau (1749-1791); Robinet (1735-1820) y Delisle de Sales (1741-1816), además de varias partes de L’Enciclopedie Française. Dos de sus obras fueron escritas en la prisión de Pamplona, en 1777: “El lujo en su luz y Voltaire refutado”, en el que sigue al apologeta Nonnotte (1711-1793) y “Plan de los artículos que deben formar el Sistema Universal de Gobierno”.

El papel de Manuel Antonio de la Gándara como economista se materializa en las obras que he citado anteriormente, y también gracias a la protección del Marqués de la Ensenada y de Manuel Ventura Figueroa (1708-1783), eclesiástico y político español que desempeñó un importante papel de la política española del siglo XVIII. Gracias a este último, de la Gándara firmó el Concordato de España con la Santa Sede de 1753 y aportó ideas aplicables a la Ciencia Económica, defendiendo el predominio del poder político en un Estado sin intromisión de la Santa Sede. Dado su gran conocimiento de los economistas franceses, su pensamiento en la historia de las ideas económicas se sitúa entre el “mercantilismo”, que favorece la acumulación de oro y riquezas en un país como símbolo de su poderío, y el “liberalismo”, que deja a la iniciativa privada las actividades económicas, con poca intervención del Estado y ninguna de la Santa Sede.

Aunque Manuel Antonio de la Gándara no es considerado como un gran economista, sí que hay que tener en cuenta los avatares de la monarquía española en su tiempo, en la que se encontró con destacados intelectuales como Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811); Conde de Aranda (1719-1798); José Patiño (1670-1736); Floridablanca (1728-1808); Campomanes (1723-1802) y otros intelectuales que prestaron un gran servicio a España en el siglo XVIII. Por su educación y formación jesuita y los conocimientos de autores franceses se ha menoscabado su labor en temas económicos, aunque todavía se leen con gusto algunas de sus obras, entre ellas, amén de las ya citadas, nos encontramos con “Simples memorias sobre el buen uso del nuevo Concordato”; “Discurso sobre la ortografía castellana”; “Plan de los artículos que forman el Sistema Universal de Gobierno”; etcétera, etcétera.

Sobre la vida y obra de de la Gándara existen varios libros, por ejemplo, “Gándara Pérez, Miguel Antonio, Liendo (1719-1783)”, editado por la Sociedad Cántabra de Escritores; “Economía y literatura”, escrito por Perdices de Blas y Santos Redondo, Luis y Manuel; “Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal”, en el que se cita a de la Gándara, escrito por Sebastián de Miñano; “Biografías y vidas de Miguel Antonio de la Gándara”, de varios autores; etcétera, etcétera.

Un destacado economista que tuvo la desgracia de ser procesado por la Santa Inquisición Española y que, como miembro de la Compañía de Jesús, sus enemigos políticos decidieron expulsar a los jesuitas de España, la mayoría de los cuales se trasladaron a Italia y a Hispanoamérica.

Un gran economista al que hay que reconocer su defensa del “liberalismo económico”, tan en boga actualmente, pero que en el siglo del despotismo ilustrado no fue suficientemente reconocido.

 

Vicente Llopis Pastor

30 de noviembre de 2021

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