Tal como dije
ayer y anteayer, con este artículo de hoy cierro el capítulo que he llamado
“Invictos Almirantes españoles”, en los que incluyo a Álvaro de Bazán
(1526-1588) quien tuvo una destacada trayectoria como Almirante en la época más
floreciente del Imperio Español, incluyendo los reinados de Carlos I de España
y V de Alemania (1500-1558) y el de su hijo y sucesor, el Rey Felipe II
(1527-1598). Junto a él tenemos a otro invicto Almirante posterior, en la época
de la decadencia del Imperio Español, y precisamente por ello tuvo que batallar
para que la caída del Imperio no fuera estrepitosa. Se trata de Blas de Lezo y
Olavarrieta (1689-1741). Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, el 3 de
febrero de 1689, y falleció en Cartagena de Indias, la antigua Nueva Granda, en
América del Sur, bañada por el Océano Pacífico, el 7 de septiembre de 1741.
En su dilatada y valerosa vida tuvo heridas y perdió alguno de sus
miembros, por lo que también se le llamaba, de forma popular, el patapalo o
mediohombre, amén de numerosas heridas adicionales, no sólo la pérdida de una
pierna arrancada por un obús, sino un ojo tuerto y un brazo inmovilizado. La
Historia le considera como uno de los mejores estrategas que ha existido, y es
conocido por dirigir, junto al Virrey Sebastián de Eslava (1685-1759), la
defensa de Cartagena de Indias durante el persistente y sanguinario asedio de
los británicos que intentaban, de esta forma, iniciar el dominio de toda América
del Sur. Pero el valor, temeridad, estrategia y aciertos de Blas de Lezo no lo
permitió.
Entre sus hechos bélicos destacó en la llamada Guerra de Sucesión, que
enfrentaba a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el
difunto Rey español, Carlos II de Austria, apoyado por Inglaterra, ya que esta
última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente, en el
caso de unirse las dos coronas, española y francesa, y que dominaran Europa y
el mundo en general. En esta guerra de sucesión España perdió, entre otras
plazas, la isla de Menorca, que luego recuperó, y el Peñón de Gibraltar, en
1713, del que no se deja de hablar desde hace más de trescientos años.
Blas de Lezo inició su carrera como marino
en dicha Guerra de Sucesión, en la que apenas tenía quince años de edad.
Participó en la Batalla de Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, a la sazón
tenía entonces quince años. Después de esta Guerra de Sucesión estuvo al
servicio de la dinastía de los Borbones, fundamentalmente con Felipe V de
Borbón (1683-1746) y como súbdito de la Corte española estuvo en escaramuzas y
batallas en Pasajes, Bayona, Peñíscola, Palermo y otros lugares. Estuvo al
mando de una pequeña flotilla en Barcelona, que era mandada por un Almirante
francés. Realizó brillantemente su cometido escapando una y otra vez de las
naves enemigas y facilitando el aprovisionamiento del Ejército apoyado por
Francia.
Entre otros hechos de armas se pueden citar la defensa de la base naval
francesa de Tolón; fue Guardiamarina en la Armada Francesa y se hizo notar su
capacidad como marino y gran estratega en el Asedio de Barcelona y otros hechos
de armas en aguas que circundan la Península Ibérica. A partir de los reinados
de Fernando VI (1713-1759) y Carlos III (1716-1788), comienza a operar con su
flota en el Mar Caribe y en el Océano Pacífico, alcanzando a ver el Puerto del
Callao con la intención de llegar y doblar por el Cabo de Hornos, pero se
retrasaron por las inclemencias del tiempo y la agitada situación del mar.
Las primeras operaciones llevadas a cabo bajo el mando de Blas de Lezo
fueron contra los ingleses, entre los que se encontraba el corsario John
Clipperton (1676-1722). El 16 de febrero de 1723, Blas de Lezo obtiene el
título de General de la Armada de su Católica Majestad y Jefe de la Escuadra
del Mar del Sur, por entonces de escaso tamaño, de la que formaban parte los
navíos “Conquistador”, “Triunfador” y la fragata “Peregrina”. Mejoró la
dotación de las naves y se preparó para los ataques que entendía que iban a
llegar de Inglaterra por el Océano Pacífico, como así ocurrió, aunque los
ingleses también atacaron América del Sur por el Océano Atlántico, y ahí
tenemos, al igual que el Peñón de Gibraltar en España, las Islas Malvinas en
Argentina.
Entre las grandes gestas que realizó
nuestro Almirante se encuentra la batalla contra los ingleses que intentaron
entrar en Sudamérica por Cartagena de Indias. La flota británica sumaba dos mil
cañones dispuestos en casi ciento ochenta barcos, entre navíos de tres puentes,
navíos de línea, bombardas y buques de transporte, y en torno a treinta mil
combatientes entre marinos y soldados, de estos soldados nueve mil eran
regulares, cuatro mil de las milicias norteamericanas y cuatro mil esclavos
negros macheteros de Jamaica. Las defensas de Cartagena de Indias por los
españoles incluía tres mil hombres compuestos por tropa regular, mil
setecientos milicianos españoles, seiscientos indios flecheros traídos del
interior, más la cuantiosa marinería y tropa de desembarco de los seis navíos
de guerra de los que disponía la ciudad.
Tras tomar algunas de las defensas de la ciudad, los británicos
asaltaron el Castillo de San Felipe de Barajas, el último baluarte importante
que la defendía, fracasando el 20 de abril de 1741; con gran parte de la tropa
enferma, grandes bajas sufridas en los combates y la llegada de la época de
lluvias, los británicos fueron derrotados y optaron por destruir las defensas a
su alcance y abandonaron el asedio. Las pérdidas británicas fueron graves, unos
cuatro mil quinientos muertos, seis barcos perdidos y entre diecisiete y veinte
muy dañados.
Estas últimas obligaron al Gobierno británico a concentrar sus fuerzas
en la defensa de la metrópoli, el Atlántico Septentrional y el Mediterráneo, y
a desechar nuevas campañas en las colonias españolas en América. La derrota de
los ingleses por la labor del Almirante Blas de Lezo desbarató los planes
británicos para la campaña y permitió que continuase el dominio español en la
región durante varias décadas. Los ingleses, que contaban con la victoria, se
habían precipitado a acuñar monedas y medallas para celebrarla. Dichas medallas
decían en su anverso: “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de
1741” y “El orgullo español humillado por Vernon” (1684-1757). Para su
desgracia nunca llegaron a ser puestas en circulación por la estrepitosa
derrota sufrida a manos la Marina Española comandada por Blas de Lezo.
La trascendencia de esta victoria de Blas de Lezo fue enorme,
enfrentándose a una Armada muy superior al contingente militar español y así
fue reconocido en todo el mundo. Después de esta batalla en defensa de
Cartagena de Indias continuó con algunas batallas menores, pero la gloria de
tan invicto Almirante la logró en Cartagena de Indias.
Blas de Lezo, cada vez más enfermo, apenas abandonó su residencia a
partir del 20 de mayo de 1741, y mantuvo una guerra epistolar con el Virrey,
tratando de defender su actuación durante el asedio, por la que el Virrey llegó
a solicitar y obtener el castigo del Rey español para el Almirante Blas de
Lezo. Éste intentó que se reconociese su carrera mediante la obtención de un
título nobiliario, petición para la que recabó el apoyo de José Patiño, Primer
Ministro del Rey Carlos III de España, y
de parte de sus compañeros de armas de la Armada. Pero el Rey, que había
recibido los informes desfavorables del Virrey y de otros adversarios de Blas
de Lezo, lo rechazó.
Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias de “unas calenturas, que
en breves días se le declaró tabardillo”. A las ocho de la mañana del día 7 de
septiembre de 1741. Fue el único de los principales protagonistas del asedio
inglés a Cartagena de Indias que no obtuvo recompensa alguna por sus acciones.
Su destitución como Jefe del Apostadero y la orden de que regresara a la
Península Ibérica para ser reprendido, se acordó el 21 de octubre de 1741. Años
después, el Rey Carlos III recompensó al hijo de Blas de Lezo por las acciones
de su padre, nombrándolo Marqués de Ovieco, en el año 1760. Fue enterrado,
según una misiva escrita por su hijo, en el Convento de Santo Domingo de
Cartagena de Indias.
Así transcurrió la vida de Blas de Lezo al servicio de su país, España,
invicto en cuantas acciones marítimas llevó a cabo, pero no reconocido como se
merecía por causa de las envidias del Virrey de Nueva Granada. Actualmente
existen en España diversas estatuas y monolitos en su honor e, incluso, barcos
y fragatas españoles actuales están bautizados con los nombres de los dos
Almirantes que he citado en estos dos artículos: “Álvaro de Bazán” y “Blas de
Lezo”.
Blas de Lezo, Almirante invicto, reconocido y admirado por las
potencias extranjeras enemigas y casi olvidado por el pueblo español. Así se
escribe nuestra Historia.
Un afectuoso saludo.
Vicente Llopis Pastor
30 de septiembre de 2021
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