Estos días se están celebrando los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio,
Japón, que no pudieron celebrarse el pasado año por la pandemia del
coronavirus. Tanto la capital japonesa de Tokio como el Comité Olímpico
Internacional (COI) retrasaron dicho evento para el año 2021, que se está
celebrando con la precisión y perfecta organización de los japoneses, aunque
sin espectadores directos, y las gradas de los estadios se encuentran vacías,
ya que sólo acceden a ellas los deportistas, entrenadores, personal de
servicio, sanitarios, periodistas, organizadores y un número limitado de
personas para evitar contagios. A mi entender, los Juegos Olímpicos de Tokio
2020 se les podría llamar “Los Juegos Olímpicos de las Nuevas Tecnologías de la
Información”, o quizás, los “Juegos Olímpicos Digitales”, ya que las
competiciones, éxitos o fracasos, de los mejores deportistas del mundo, a lo
largo de los dieciocho días de duración, están siendo seguidos por medio de
televisión, radio o periódicos. Las gestas deportivas, medallas olímpicas y
campos de juegos serán observados, fundamentalmente, a través de pantallas
televisivas.
Yo soy un gran aficionado al atletismo y, aunque lo practiqué con poco
éxito, llegué a ser redactor de Atletismo en el semanario “Marcador” y en el
igualmente semanario “Sureste Deportivo”, en la década de los años sesenta y
setenta del pasado siglo. Mi fugaz trayectoria como atleta fue muy corta y en
ninguna de las modalidades del atletismo, entendidas como “carreras, saltos y
lanzamientos”, obtuve premio alguno. Tal vez en lo que alcancé la mayor
notoriedad fue en el “triple salto”, pero que no aconsejo a quienes deseen
practicarlo, por las dificultades que conlleva el triple esfuerzo para su práctica
y los peligros que supone para los talones e, incluso, la columna vertebral y,
en casos extremos, para la médula espinal, con algunas gravísimas
consecuencias.
En virtud de mi afición al atletismo, que es considerado como el
“deporte rey” de los Juegos Olímpicos, que se celebran cada cuatro años, me voy
a permitir escribir algunos detalles, anécdotas, plusmarcas y referencia a los
mejores medallistas.
Comenzaré con el presente artículo cuyo subtítulo incluyo como “Los
Juegos Olímpicos en la Antigüedad”.
Existen referencias desde que, alrededor de tres mil quinientos años
antes de Jesucristo ya había competiciones en las que las Ciudades-Estado de la
Antigua Grecia, junto con islas bañadas por el Mar Egeo, entre las que se
encuentra Creta, van extendiendo una serie de deportes individuales en Anatolia
y el Peloponeso. Pero realmente los llamados Juegos Olímpicos aparecen como
juegos oficiales en el año 776 antes de Cristo en Olimpia, ciudad cercana a
Atenas, organizadas en favor del dios Zeus, el más poderoso de todos los dioses
de la Mitología Griega. Antes de la existencia oficial de los Juegos Olímpicos
había otras competiciones deportivas que, según quienes participaran y las
fechas que tenían lugar, se llamaban “Juegos Panhelénicos”; “Juegos Panateneas”,
en honor a la diosa Atenea; “Juegos Ístimos”, que se celebraban en el Istmo de
Corinto; “Juegos Neumeos”, en la Argólide, denominación de Nemea; “Juegos
Panjónicos”, de todos los pueblos que vivían en las Islas del Mar Egeo; “Juegos
Píticos”, que se celebraban en Pitio, lugar en donde estaba situado el Oráculo
de Delfos; así como otros.
Eran unos juegos complementarios a los Juegos Olímpicos de la
Antigüedad, cuestión parecida a lo que ocurre en la actualidad ya que, amén de
los juegos Olímpicos de la Edad Moderna, existen campeonatos mundiales,
europeos, asiáticos, americanos, africanos, oceánicos y, también, algunos
juegos parciales en los que participan deportistas de algunos países que tienen
algo en común, por ejemplo los “Juegos Panamericanos”; los “Juegos del
Mediterráneo”, en los que compiten las naciones bañadas por el Mar Mediterráneo
y muchos otros. Los Juegos del Mediterráneo se han celebrado en varias
ocasiones en España y nuestro país los ha sabido organizar y ha obtenido un
importante medallero de campeones.
Las competiciones deportivas de la Antigüedad se llamaban “Agones”,
palabra griega equiparable a la latina “Certamen” y la actual española
“Campeonato”, que consistían en carreras, saltos, lanzamientos, lucha,
pugilato, pancracio, carreras de cuadrigas e hípica. Los competidores, en
alguna de las disciplinas, actuaban desnudos, y su desarrollo era algo parecido
a los Juegos Olímpicos actuales. A los vencedores no se les entregaba ninguna
medalla, como actualmente, y la ceremonia de entrega de premios se realizaba en
la entrada del Templo de Zeus. Los heraldos proclamaban el nombre, el lugar de
nacimiento del deportista, la prueba en la que había vencido y el premio
consistía en una corona de olivo salvaje. También existía la costumbre de una
cinta de lana en la cabeza del campeón, incluso se le otorgaba una hoja de
palma. Según los cálculos aceptados fueron celebrados, tal como he dicho
anteriormente, de forma parcial, desde el año 776 antes de Cristo, por lo que
podemos decir que más de tres mil años contemplan las gestas deportivas de
numerosas generaciones.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente por la invasión de los
“bárbaros del Norte” se mantuvo el Imperio Romano de Oriente. El edicto de
Tesalónica (380) adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio
Romano y el Emperador Teodosio I El Grande (347-395) los eliminó por
considerarlos juegos paganos, en cuya decisión tuvo mucha influencia San
Ambrosio de Milán (340-397). Y así ocurrió durante buena parte de la Edad
Antigua, toda la Edad Media, toda la Edad Moderna y buena parte de la Edad
Contemporánea. En el siglo XIX vuelven los Juegos Olímpicos en líneas parecidas
a los de la Antigüedad, gracias al esfuerzo y voluntad del Barón Pierre de
Coubertin (1863-1937), con actualización, modernización y nueva reglamentación.
Se dice que Alejandro Magno (356 a.C.-323 a.C.), cuando era un
adolescente y heredero al trono de Macedonia, reinando su padre, Filipo II “El
tuerto” (382 a.C.-336 a.C.), participó en una carrera de cuadrigas, sin que
haya llegado, hasta nuestros días, la clasificación que obtuvo. Parece que no
le fue muy favorable porque las crónicas no lo citan. Dichas crónicas sólo se
refieren a él, que cuando fue invitado a participar en los Juegos Olímpicos,
Alejandro Magno, Rey de Macedonia desde los veinte años de edad, les dio la
siguiente contestación para participar en ellos: “Solo participaré si los
contrincantes son reyes, como yo lo soy”. Como curiosidad hay que citar que su
padre, Filipo II, había sido vencedor, años antes de su muerte, en dichos
Juegos Olímpicos.
Entre los más destacados participantes de dichos Juegos Olímpicos de la
Antigüedad, que oficialmente se iniciaron en el año 776 antes de Cristo, se incorporaron
ciertos rituales parecidos a los actuales, incluyendo, junto a las carreras, saltos,
lanzamientos, pugilato y pancracio, carreras de cuadrigas e hípica, concursos
musicales, poéticos y teatrales. Se cita como primer vencedor de los Juegos
Olímpicos de la Antigüedad a Ecmenas Paraportamias y el último atleta antes de
que desaparecieran dichos Juegos fue Pentalón, en pugilato. Conocemos por las
composiciones poéticas de Píngaro a destacados campeones, como Mierión I (540
a.C.-478 a.C.) y Getón (540 a.C.-478 a.C.), hermanos mellizos; y Milón de
Crotona (siglo VI a.C.), este último vencedor en todo tipo de disciplinas, siendo
el más famoso de la Antigüedad, de los que se tiene noticia, siendo el primer
deportista en carreras a pie de velocidad, Cerebo de Elide.
Dichos Juegos Olímpicos, o de otro tipo, que ya he relatado, tuvieron
un origen mitológico e histórico, incluso durante su competición se paraba la
guerra entre Ciudades-Estado, que entendían como “la tregua sagrada”. En las
ciudades, los organizaban y dirigían sus Magistrados, que representaban en
ellos al Estado. La vida pública quedaba paralizada durante las competiciones,
ya que se suspendía toda actividad oficial. Durante ellas solamente se
resolvían los asuntos de extrema urgencia. Ejercían una gran influencia en las
relaciones de los Estados, se acudía a ellos desde los sitios más remotos y se
establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran una ocasión
de acercamiento entre los Estados griegos. Constituían el alma de las
relaciones interhelénicas, puesto que equivalían a verdaderas asambleas
generales del pueblo griego.
Con dichos antecedentes y pasados cerca de mil quinientos años, se
reanudan los Juegos Olímpicos como un movimiento histórico y romántico
referente a Grecia como cuna de la Civilización Occidental. Precisamente en la
segunda mitad del siglo XIX comienzan a establecerse una serie de normas,
reglamentos y condiciones para recordar dichos Juegos Olímpicos de la Antigüedad
que, a partir del año 1896, pasan a llamarse Juegos Olímpicos de la Era
Moderna, precisamente en Atenas, la capital de Grecia, en la que se construye un
campo deportivo y es elegida esta ciudad porque los Juegos Olímpicos de la Antigüedad
se celebraban en Olimpia, ciudad cercana a Atenas.
El próximo día hablaré sobre “Los Juegos Olímpicos de la Era Moderna”
y, posteriormente, sobre algunas curiosidades, anécdotas y marcas alcanzadas
por los campeones.
Un afectuoso saludo. Hasta mañana.
Vicente Llopis Pastor
29 de julio de 2021
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