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ALGUNAS “PINCELADAS” SOBRE LA VIDA DE ALEJANDRO MAGNO (356 a.C-323 a.C.); REY DE MACEDONIA Y CONQUISTADOR DE UN VASTO IMPERIO (II)

Según avancé en la primera entrega de esta serie de artículos, voy a continuar con algunas “pinceladas” de la corta pero extraordinaria existencia de Alejandro Magno (356 a.C.-323 a.C.). Ahí van algunas de ellas que pueden servirnos para conocer su dinamismo, ambición, carácter y sus grandes hechos. Para ello haré uso de la obra “Vidas Paralelas” de Plutarco de Queronea (50-126) en el que compara los hechos y batallas del macedonio Alejandro Magno con los del romano Cayo Julio César (100 a.C.-44 a.C.).

El poder de seducción de Alejandro Magno fue tan grande que me voy a permitir unas breves “pinceladas” sobre su vida; que iré publicando periódicamente:

11)      Un mendigo llamado Bianco pidió limosna a Alejandro, y el Rey le dio a elegir entre las ciudades conquistadas, con la promesa de nombrarle Gobernador de la que eligiera. Bianco no creía que aquello fuese posible. Y Alejandro le dijo: “No pienses en ti, que sólo eres el mendigo Bianco. Piensa en mí, piensa que es Alejandro el que da. Y la dádiva tiene que ser digna de mí, no de ti”.

12)      Uno de los soldados de Alejandro se llamaba también Alejandro. El Rey de Macedonia le llamó a su presencia. El soldado le dijo: “Cambiaré mi nombre por otro, si es esto lo que quieres de mí”.

“No es esto lo que quiero. Pero si te llamas Alejandro, como me llamo yo, quiero que, en las batallas, hagas honor a este nombre, como se lo hago yo”. Y así supo hacer de un soldado, un héroe.

13)      El filósofo Zenócrates (396 a.C.- 314 a.C.) era amigo de Alejandro. Y un día, Alejandro, para recompensarle, le dio una bolsa llena de monedas de oro. Zenócrates no quiso tomar el dinero. Dijo que no lo necesitaba para nada. Alejandro le gritó: “¡Mal filosofía la tuya! ¿Es que no dispones de amigos entre los cuales puedas repartir este dinero? No me bastan a mí los tesoros de Darío III de Persia (380 a.C- 330 a.C.) para recompensar a todos mis amigos, ¿y no eres capaz tú de repartir entre los tuyos las monedas de esta bolsa? Compadezco tu filosofía”.

14)      El poeta Antagora iba con las huestes de Alejandro y cantaba en buenos versos, de los que no se conoce ninguno, las proezas del héroe. Antagora era muy aficionado a la pesca y él mismo se guisaba los pescados después. Un día, Alejandro le sorprendió mientras guisaba los que acababa de pescar y le preguntó: “¿Crees que el poeta Homero, cuando cantaba las proezas de los héroes griegos y troyanos se entretenía guisando peces?”.

Y el poeta contestó con otra pregunta: “¿Crees tú que los héroes griegos y troyanos de aquella guerra se metían con lo que hacía Homero entre canto y canto?”.

Parece que la contestación divirtió mucho a Alejandro.

15)      Cuenta Plutarco de Queronea (46-120), en su “Vidas paralelas”, que un emisario conducía al palacio de Alejandro un mulo con un cargamento de oro. Tanto oro llevaba el mulo que no pudo con el peso y se desplomó. El emisario cargó el oro sobre sus hombros y así, despacito, agobiado, sustituyó al mulo y consiguió llegar a palacio. Cuando Alejandro le vio tan agotado le preguntó: “¿Serías capaz de llevar este oro un poco más lejos?”.

El emisario le contestó: “Por ti, Alejandro, soy capaz de todo”.

A lo que Alejandro le dijo: “Pues si lo llevas hasta tu casa, tuyo es”.

16)      Las expediciones guerreras de Alejandro no tenían fin. Algunos de sus hombres empezaban a cansarse. Uno de ellos, en nombre de otros muchos, habló con Alejandro diciéndole: “¿Cuándo podremos regresar a nuestros hogares? Hemos dejado allí a nuestras mujeres y a nuestros hijos y deseamos reunirnos con ellos otra vez”.

Alejandro no intentó retenerlos y les dijo: “Podéis iros. No os necesito. Alejandro sabrá encontrar soldados en cualquier parte en donde haya hombres”.

Y los soldados se quedaron.

17)      Durante su expedición a la India, uno de los reyes de allí, llamado Tassilo, se presentó a Alejandro y le hizo esta proposición: “Nada ganamos con la lucha. Sepamos cada uno hasta donde llega el poder del otro, y si yo soy más poderoso que tú, yo te ayudaré, y si tú eres más poderoso que yo, tú me ayudarás. Y así resolveremos nuestro encuentro con bondad, con generosidad y con cortesía”.

Alejandro pensó en la contestación y, después de pensarla, la dio así: “No quiero que sepa la Historia que tú me has vencido en bondad, en generosidad ni en cortesía. Acepto, pues, tu proposición. Quien es más poderoso lo sabremos después de la batalla; démosla, pues, y después haremos lo que tú dices”.

En la batalla el reyezuelo Tassilo lo perdió todo. Y, después, Alejandro le ayudó invitándole a unirse a sus fuerzas contra otros reyezuelos vecinos.

18)      Tampoco es muy seguro que Alejandro tuviera siempre mucha consideración con los vencidos. Pero Plutarco cuenta algunos casos de esta consideración. A otro rey de tierras indias, uno llamado Poro, Alejandro, después de hacerle prisionero le preguntó: “¿Cómo quieres que te trate?”.

Contestándole Poro: “Como a un Rey”.

Y Alejandro le dejó al frente de su reino, al que incluso añadió otros territorios conquistados por él.

19)      Plutarco cuenta que Alejandro, durante su expedición contra Darío III de Persia, una noche que estaba cansado y sudoroso, se bañó en el río Cidno, y le dio un fuerte enfriamiento, con fiebre. Ningún médico de los que le acompañaban se atrevía a intentar curarle. Y entonces se presentó otro médico, un tal Filippo d’Acarnia, y dijo que él tenía una pócima con la que devolvería la salud al Rey. Los espías dijeron que aquel médico estaba de acuerdo con Darío III, e incluso que Darío le había prometido enriquecerle y casarle con una hija suya si administraba a Alejandro la pócima mortal. Sabiendo todo esto Alejandro hizo comparecer al médico con la pócima y le preguntó:

“¿Estás seguro de que esto me curará?”.

EL médico se lo aseguró. Y Alejandro tomó la copa y, con la mirada fija en los ojos del médico, como sugestionándole, bebió todo el contenido. La acción del bebedizo fue inmediata y enérgica. Alejandro se desvaneció y le entraron fuertes convulsiones. Pero pasado un breve tiempo abrió los ojos y se levantó. Estaba curado.

No dice la anécdota lo que hizo con el médico después, si le enriqueció por haberle curado o si lo hizo degollar por haber intentado matarle.

20)      Vencido Darío, entre el botín conquistado estaba también la esposa del Rey de los Persas. De ella no consta su nombre. A la hora del reparto del botín le preguntaron a Alejandro qué tenían que hacer con la Reina de Persia.

“¿Cómo es?”, dijo Alejandro.

“Joven y bella”, le contestaron.

“Tratadla con todos los honores debidos a su condición”.

“¿La quieres ver?”.

Alejandro dijo: “No”. Y dio esta razón: “No la quiero ver, porque si es joven y bella me gustará y como no debo dar cuenta a nadie de mis acciones haré con ella lo que no está bien hacer con una reina vencida”.

Estimado lector, estas “pinceladas” nos servirán para conocer la ambición y los éxitos de tan gran conquistador, invicto en todas sus batallas y que fue Rey de Macedonia desde que tuvo veinte años, cuando fue asesinado su padre, Filipo II, hasta la edad de treintaitrés años. Una corta pero muy fecunda vida.

Estimado lector. Creo que merece la pena el conocer los detalles y el pensamiento de tan gran conquistador.

Seguiré informando.

 

Vicente Llopis Pastor

31 de mayo de 2021

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