Estimado lector, tal como prometí, de vez en cuando voy a incorporar semblanzas de economistas españoles, que son muchos y muy buenos, con el fin de reivindicar a algunos de los grandes economistas que ha tenido, y sigue teniendo, nuestro país, realizando una semblanza de algunos de ellos y de la trascendencia que han tenido en nuestra Ciencia. Como homenaje a españoles de varias generaciones, me voy a permitir realizar, periódicamente, un esbozo de la vida, obras y aportaciones de lo que han hecho los economistas españoles. Para continuar esta serie trataré en este artículo de la figura de don Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes (1723-1802), uno de los grandes economistas españoles del siglo XVIII y que prestó grandes servicios a nuestro país, considerándole como uno de los Secretarios de Estado y Ministros del Rey Carlos III de Borbón (1716-1788), en una época de cierto auge español. A Carlos III se le nombra como “El mejor alcalde de Madrid”. Pero pasemos a la vida y aportaciones del Conde de Campomanes.
Político,
historiador y economista español, aunque la palabra “economista” no se usara
mucho por entonces, ya que era más corriente el llamarles “arbitristas” o
“cameralistas” como he insinuado en otros artículos anteriores. Nació en Santa
Eulalia de Sorriba, Tineo, Oviedo. Tras estudiar Leyes en Oviedo y Sevilla se
licenció en Derecho en 1742 y ejerció como abogado. Miembro de la Real Academia
de la Historia desde 1748, sería Director de la misma durante veintisiete años.
En 1755 fue nombrado Director de Correos y Postas. Al subir al trono Carlos III
se le nombró miembro de los Consejos de Hacienda de Castilla, accediendo en
1762 al cargo de Fiscal de lo Civil en este último consejo, con amplios poderes
sobre la economía. Desde entonces, su influencia en la política interior
española fue en aumento, convirtiéndose en el principal representante del
despotismo ilustrado español. En el terreno económico, sus mayores
preocupaciones fueron la agricultura y la industria. Respecto a la primera, su
acto de mayor envergadura fue la declaración de libertad de comercio de granos
en 1765; participando posteriormente, de forma decisiva, en los proyectos de
colonización de Sierra Morena, al que acudieron muchos extranjeros.
Destacó
en la preparación de los proyectos para una Ley Agraria, cuyo carácter
reformista debía basarse en el aumento de la superficie cultivable; en el
fomento de la pequeña propiedad, conseguida a base de reparto de tierras yermas
y comunales y de la desvinculación de mayorazgos; con el establecimiento de una
íntima relación agricultura-ganadería, conseguida por la supresión de los
enormes privilegios que tenía la Mesta, como asociación de ganaderos españoles
que campaban por todo el territorio nacional; en la generalización de los arrendamientos
a largo plazo; en la introducción de reformas técnicas; en la educación del
campesinado, etcétera. En 1779 fue nombrado Presidente del Consejo de la Mesta,
en cuyo puesto logró suprimir muchos abusos de dicha institución. Respecto a la
industria mantuvo que debía ser fundamentalmente de iniciativa privada, pero
desligada de la reglamentación gremial; asimismo mantuvo que la riqueza del
país se fundamentaba en el trabajo y en la población y no en el dinero.
Preocupado
por la necesidad de impulsar el progreso general, comprendió la utilidad de las
Sociedades Económicas del tipo de las Vascongadas; así creó en 1775 la de
Madrid y fomentó la aparición de otras semejantes por toda España. Éstas se
llamaban Sociedades Económicas de Amigos del País y eran unas asociaciones
surgidas en la segunda mitad del siglo XVIII en España cuya finalidad era
difundir las nuevas ideas y conocimientos científicos y técnicos de la Ilustración.
Nacieron en el reinado de Carlos III, quien las puso bajo la protección real
para que fueran un instrumento del reformismo borbónico. En la actualidad
algunas de ellas todavía permanecen activas y siguen teniendo como objetivo el
fomento de la economía de los lugares donde se asientan y de toda España.
Algunas de éstas crearon sus propios bancos y cajas de ahorros.
Por
otra parte, consideró la educación como otra palanca para el progreso y redactó
el Plan de Reforma de la Enseñanza de 1783. Con la muerte de Carlos III su
influencia comenzó a declinar, aunque todavía desempeñó el cargo de ministro
con el Rey Carlos IV (1748-1819). En 1791 se le destituyó de todos sus cargos,
pasando a dedicarse por entero a la literatura y a la dirección de la Academia
de Historia. Campomanes fue un distinguido regalista, reflejando en sus obras
las doctrinas de su época e interviniendo en todas las grandes polémicas
económicas del momento, destacando sus duros ataques a tres instituciones muy
arraigadas en España: la Mesta; la propiedad inmobiliaria de la Iglesia y los
gremios.
Entre
sus múltiples escritos resaltan algunos como los siguientes: “Respuesta fiscal
sobre abolir la tasa y establecer el comercio de granos” (1764); “Tratado de la
regalía de amortización” (1765), que es una dura crítica a la propiedad
inmobiliaria de la Iglesia; “Instrucción sobre las nuevas poblaciones de Sierra
Morena y fuero de sus pobladores” (1767), en la que figuran sus ideas sobre la
Reforma Agraria; “Memorial ajustado sobre los abastos de Madrid” (1768);
“Respuesta fiscal en el expediente consultivo sobre los privilegios del consejo
de la Mesta” (1771); “Discurso sobre el fomento de la industria popular”
(1774), en el que ataca a los gremios, pidiendo, no su supresión, pero sí su reforma;
y también su obra “Discurso sobre la educación popular de los artesanos”
(1775).
El Conde de Campomanes fue un ilustrado
español, del “Siglo de las Luces” o “Siglo de la Razón”, preocupado por los
temas españoles, no sólo económicos, sino de justicia y de evitar privilegios,
como lo demuestra en los títulos de sus obras. A él se debe una nueva Ley
Agraria y el aumento de la producción agrícola; sin dejar de entender la
necesidad de incrementar la industria, que ya era casi un hecho en la
Revolución Industrial inglesa. Una de sus grandes preocupaciones fue la
educación de los españoles, aunque en aquellos tiempos no era fácil el
elevarla. Un gran Ministro de nuestro país y un sensato economista al que,
junto con otros destacados personajes, tales como Floridablanca (1728-1808);
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811); Conde de Aranda (1719-1798) y él
mismo hicieron del reinado de Carlos III un brillante protagonismo.
Estimado
lector, hasta otro artículo.
Vicente Llopis Pastor
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