La situación económica de Venezuela se encuentra en estado crítico. Ha llegado a tal extremo de gravedad que se refleja en unos datos negativos apabullantes. La tasa de inflación es inaudita, realmente es una “hiperinflación galopante” con una tasa del 300.000% en el año 2020, es decir, el índice de precios se multiplicó por 3.000 en solo un año. Esto no es nada nuevo, ya que durante los años 2014 a 2019 también han tenido tasas de inflación media anual parecidas a las del año 2020. La caída del Producto Interior Bruto (PIB) ha sido enorme y escasean los productos de consumo; desabastecimiento; colas y racionamiento para poder adquirir algún tipo de alimentos o mercancías; dificultades en la logística, transportes y traslado de mercancías; huida de la población, con muchos millones de venezolanos emigrados a su vecina Colombia u otros países; reducción de la economía en más del 65% en los últimos cinco años; bonos y deudas emitidos por el Estado venezolano con 60.000 millones de dólares en suspensión de pagos; medidas comerciales y económicas tomadas por los Estados Unidos frente al régimen “dictatorial” del Presidente Nicolás Maduro Moros (1962), a quien no reconocen algunos países, que se inclinan en favor de Juan Guaidó Márquez (1983); etcétera. Me da la impresión de que Venezuela está sobre un barril de pólvora que en cualquier momento puede estallar. Y digo “barril” porque la economía venezolana se fundamenta en sus barriles de petróleo gestionados por la empresa estatal “Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima” (PDVSA), que ejerce como monopolio y que fue nacionalizada hace 45 años, fecha en la que desaparecieron las empresas petroleras privadas, muchas de ellas extranjeras, que operaban en el país.
La
empresa PDVSA llegó a producir en sus momentos de auge hasta 3,3 millones de
barriles diarios y, actualmente, apenas se acerca a los 500.000 barriles, es
decir, que ha reducido nada menos que el 85% su producción, lo cual es un duro
golpe para un país que fundamenta su economía en la explotación de sus hidrocarburos,
que suponen el 20% de las reservas mundiales, y que la gestión monopolística
estatal, junto con algunas medidas tomadas por los Estados Unidos, han dejado a
Venezuela en una pura miseria y con situaciones de hambre para su población.
Ante ello, su Presidente, Nicolás Maduro Moros, parece que ya no puede resistir
esta situación y ha manifestado su intención de privatizar el sector petrolero,
después de 45 años de monopolio de la empresa nacionalizada PDVSA. Ante esta
información, algunas compañías petroleras extranjeras se están preparando para
entrar en el negocio petrolero venezolano, en cuanto dicha privatización sea
una realidad. Entre estas empresas destacan la estadounidense “Chevron”; la
francesa “Total” y la italiana “Eni”; no me consta que la española Repsol esté
entre ellas. Estas compañías extranjeras están pendientes de que los Estados
Unidos levanten sus sanciones a Venezuela, en las que no admite que se negocie
con la actual PDVSA, pero que entienden que si se admiten instalaciones de otras
empresas ya no tendría sentido las sanciones estadounidenses a PDVSA, ya que
los nuevos operadores privados obviarían la gestión y comercialización directa
con PDVSA.
Resulta
curioso que el país de mayores recursos de hidrocarburos del mundo haya llegado
a tal extremo de reducir en sólo cinco años el 80% de su producción, es decir,
quedarse en sólo 5 años en un 15% de producción, lo cual está afectando a los
medios de transporte, uso de camiones, reducción de energía y una paralización
económica que es extraña y difícil de entender. Por ejemplo, no hay gasolina
suficiente para que los camiones puedan trasladar alimentos, materiales y
productos desde un puerto marítimo a otras ciudades.
Algunos
expertos en el mercado del petróleo, séase empresarios, gestores de energías,
profesores universitarios y especialistas del comercio internacional, calculan
que si se admiten operadores privados necesitarán más de 100.000 millones de
dólares en inversiones para modernizar y actualizar la infraestructura del
mercado de petróleo venezolano y, aun así, se tardarían mucho años para pasar
de los 500.000 barriles actuales a los 3,3 millones que alcanzó antes de que
entrara Hugo Chávez Frías (1954-2013) en el poder. Hay que tener en cuenta que
el petróleo venezolano supone el 96% de su balanza de pagos y que con estas
reducciones el país está sufriendo una hecatombe cuya solución tendría que ser
volver a la gestión privada anterior a la llegada de Chávez como Presidente y
el posterior “chavismo” aplicado por Nicolás Maduro.
El
propio Banco Central de Venezuela ha informado de la grave situación económica
de su país y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha manifestado que el
sistema productivo venezolano ha encadenado sucesivas contracciones económicas
desde el año 2014 y la valoración del PIB se ha reducido en cerca de dos
terceras partes, o séase, ha perdido más del 65% y se ha situado en poco más del 30% de lo que
era hace seis años. El propio Presidente Nicolás Maduro ha manifestado lo
siguiente: “Quiero decirles a los inversores de los Estaos Unidos y de todo el
mundo que las puertas de Venezuela están abiertas para toda la industria
petrolera”. Si Washington al menos se mueve para permitir que las empresas
reanuden los intercambios de diésel por crudo venezolano, eso ayudaría al país
a evitar el colapso. El combustible es necesario para que los camiones lleven
alimentos, medicinas y otros productos importados de los puertos a las
ciudades, así como para transportar mercancías desde granjas y fábricas. Sin
embargo, el gran problema sigue siendo el mismo: la infraestructura energética
venezolana se cae a pedazos cada día que pasa por falta de inversión. Y Maduro
no puede hacer nada para evitarlo sin ayuda extranjera.
Amigo
lector, curiosa situación de Venezuela, tan rica en los recursos naturales que
le ha dado Dios y tan pobre en el uso que le están dando sus instituciones y
ciudadanos.
Un
afectuoso saludo.
Vicente Llopis Pastor
27 de marzo de 2021
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