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JUAN RICO Y AMAT (1821-1870), NACIDO EN ELDA, POETA ROMÁNTICO ESPAÑOL

 En el mundo de la literatura, el Romanticismo fue un movimiento cultural que se produce al final del siglo XVIII, pero que no termina de establecerse del todo en la cultura, hasta el siglo XIX y partiendo de varios países europeos. El romanticismo en España es tardío y breve ya que el realismo tuvo mayor fuerza y predominó desde mediados del siglo XIX.  Así que podríamos considerar que el romanticismo literario español se desarrolla desde la primera mitad del siglo XIX y continúa con el posromanticismo hasta la década de los 70 del mismo siglo.

Dentro de los autores románticos españoles podemos citar, como los más destacados, a José Zorrilla (1817-1893), Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), José de Espronceda (1808-1842), Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), Duque de Rivas (1791-1865), Mariano José de Larra “Fígaro” (1809-1837) y otros escritores, poetas y dramaturgos que han dado gran esplendor al idioma español.

Pero este artículo está referido a un comprovinciano, Juan Rico y Amat, nacido en Elda el 29 de agosto de 1821, que tuvo una curiosa y azarosa vida, y en la que se manifestó como poeta romántico, historiador político, periodista, dramaturgo y jurista. Era hijo de un gran terrateniente y abogado de Elda y su madre se manifestaba como Carlista. Tuvo un hermano, Pedro, que fue nombrado Obispo de Guadix, pero murió antes de tomar posesión en el año 1842. Juan Rico y Amat estudió en Aspe, Latinidad y Humanidades, hasta el año 1835. A los catorce años de edad se estableció en Madrid, donde fue acogido y protegido por su hermano, el Sacerdote Pedro, y estudió en la Universidad Central, Filosofía y Derecho Civil y Canónico, licenciándose como abogado en el año 1844, dos años después de la muerte de su hermano. Durante su vida dirigió diversos periódicos madrileños, publicó poesías serias y satíricas, así como cuadros de costumbres. En 1848, la Reina Isabel II (1830-1904) le nombró Secretario Honorario, y al año siguiente le concedió el título de “Comendador de la Orden de Isabel La Católica”.

Intervino en la política, llegando a ser Secretario del Gobierno Civil de Zaragoza, y también en el Gobierno Civil de Barcelona. En sus ideas políticas era monárquico de línea conservadora, admirador del liberalismo doctrinario francés, y llegó a ser Secretario del Gobierno Civil de su provincia natal, Alicante. Durante la Revolución de 1868, que destronó a la Reina Isabel II, dirigió el periódico “EL noticiero de España”. Abundaban sus escritos de tono jocoso y ridiculizando a los progresistas revolucionarios; a causa de ello fue perseguido por la “Partida de la porra”, grupo de agitadores violentos al servicio del Partido Progresista español, que surgió en Madrid al calor de la Revolución de 1868 para reprimir a la oposición del Gobierno Provisional y defender la candidatura de Amadeo de Saboya al trono de España, que dirigía el progresista Felipe Ducazcal y Lasheras (1845-1891), periodista, empresario y político español, quienes destrozaron la oficina de redacción de su periódico, y Juan Rico Amat tuvo que refugiarse en su pueblo natal, Elda.

De regreso a Madrid, se dedicó a escribir sobre historia, política, leyes, teatro y otras obras de ensayo. También fue autor de la letra de algunas zarzuelas que por entonces estaban muy en boga. A grandes rasgos esta fue la trayectoria de Juan Rico Amat, de la que me permito extraer dos escritos de su autoría. Uno de ellos es un ejemplo de sus irónicas definiciones y de las que sonsaco una parte de lo que él entendía por “socialismo”, en la que dice:

“Como natural consecuencia del Socialismo desaparecerán los ricos y los pobres, pues los capitales serán iguales y, cuando algún socio adelante y aumente el suyo a fuerza de trabajo y de industria, vendrá el equilibrador Socialismo y le tomará sus aumentos para reponer el capital del que desmembró el suyo por sus vicios y holgazanería. Y con tan magnífico sistema el holgazán andará gordo y bien vestido y el trabajador desnudo y extenuado, y unos trabajarán para que coman otros y otros comerán para que unos trabajen, y en las tiendas se darán de balde los géneros al que los necesite, y en las fondas y cafés no llevarán nada por lo que se consuma y no se pagará nada en los teatros y todos los socios estarán contentos y muchos de ellos morirán de felicidad. Dicen los partidarios del Socialismo que la propiedad es un robo y ellos, para castigar a los ladrones propietarios, quieren apoderarse de sus propiedades”.

E incluyo en este artículo su poema “La desesperación”, cuyo contenido es:

Me gusta ver el cielo

con negros nubarrones

y oír los aquilones

horrísonos bramar,

me gusta ver la noche

sin luna y sin estrellas,

y sólo las centellas

la tierra iluminar.

 

Me agrada un cementerio

de muertos bien relleno,

manando sangre y cieno

que impida el respirar,

y allí un sepulturero

de tétrica mirada

con mano despiadada

los cráneos machacar.

 

Me alegra ver la bomba

caer mansa del cielo,

e inmóvil en el suelo,

sin mecha al parecer,

y luego embravecida

que estalla y que se agita

y rayos mil vomita

y muertos por doquier.

 

Que el trueno me despierte

con su ronco estampido,

y al mundo adormecido

le haga estremecer,

que rayos cada instante

caigan sobre él sin cuento,

que se hunda el firmamento

me agrada mucho ver.

 

La llama de un incendio

que corra devorando

y muertos apilando

quisiera yo encender;

tostarse allí un anciano,

volverse todo tea,

y oír como chirrea

¡qué gusto!, ¡qué placer!

 

Me gusta una campiña

de nieve tapizada,

de flores despojada,

sin fruto, sin verdor,

ni pájaros que canten,

ni sol haya que alumbre

y sólo se vislumbre

la muerte en derredor.

 

Allá, en sombrío monte,

solar desmantelado,

me place en sumo grado

la luna al reflejar,

moverse las veletas

con áspero chirrido

igual al alarido

que anuncia el expirar.

 

Me gusta que al Averno

lleven a los mortales

y allí todos los males

les hagan padecer;

les abran las entrañas,

les rasguen los tendones,

rompan los corazones

sin de ayes caso hacer.

 

Insólita avenida

que inunda fértil vega,

de cumbre en cumbre llega,

y arrasa por doquier;

se lleva los ganados

y las vides sin pausa,

y estragos miles causa,

¡qué gusto!, ¡qué placer!

 

Las voces y las risas,

el juego, las botellas,

en torno de las bellas

alegres apurar;

y en sus lascivas bocas,

con voluptuoso halago,

un beso a cada trago

alegres estampar.

 

Romper después las copas,

los platos, las barajas,

y abiertas las navajas,

buscando el corazón;

oír luego los brindis

mezclados con quejidos

que lanzan los heridos

en llanto y confusión.

 

Me alegra oír al uno

pedir a voces vino,

mientras que su vecino

se cae en un rincón;

y que otros ya borrachos,

en trino desusado,

cantan al dios vendado

impúdica canción.

 

Me agradan las queridas

tendidas en los lechos,

sin chales en los pechos

y flojo el cinturón,

mostrando sus encantos,

sin orden el cabello,

al aire el muslo bello…

¡Qué gozo!, ¡qué ilusión!

Como se puede observar, este poema tiene los rasgos propios del romanticismo, muerte, amor, voluptuosidad, pasión y dolor.

Estimado lector, esta es la curiosa y agitada vida de nuestro comprovinciano Juan Rico y Amat, nacido en Elda, y que está incluido como un autor de la brillante época de la literatura romántica española. Independientemente de sus ideas políticas, creo que es merecedor de elogiar sus obras literarias.

Amigo lector, seguiré escribiendo.

 

 

                  Vicente Llopis Pastor

30 de enero de 2021   

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