En el mundo de la literatura, el Romanticismo fue un movimiento cultural que se produce al final del siglo XVIII, pero que no termina de establecerse del todo en la cultura, hasta el siglo XIX y partiendo de varios países europeos. El romanticismo en España es tardío y breve ya que el realismo tuvo mayor fuerza y predominó desde mediados del siglo XIX. Así que podríamos considerar que el romanticismo literario español se desarrolla desde la primera mitad del siglo XIX y continúa con el posromanticismo hasta la década de los 70 del mismo siglo.
Dentro de los autores románticos
españoles podemos citar, como los más destacados, a José Zorrilla (1817-1893),
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), José de Espronceda (1808-1842), Juan
Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), Duque de Rivas (1791-1865), Mariano José de
Larra “Fígaro” (1809-1837) y otros escritores, poetas y dramaturgos que han
dado gran esplendor al idioma español.
Pero este artículo está referido a un
comprovinciano, Juan Rico y Amat, nacido en Elda el 29 de agosto de 1821, que
tuvo una curiosa y azarosa vida, y en la que se manifestó como poeta romántico,
historiador político, periodista, dramaturgo y jurista. Era hijo de un gran
terrateniente y abogado de Elda y su madre se manifestaba como Carlista. Tuvo
un hermano, Pedro, que fue nombrado Obispo de Guadix, pero murió antes de tomar
posesión en el año 1842. Juan Rico y Amat estudió en Aspe, Latinidad y
Humanidades, hasta el año 1835. A los catorce años de edad se estableció en
Madrid, donde fue acogido y protegido por su hermano, el Sacerdote Pedro, y
estudió en la Universidad Central, Filosofía y Derecho Civil y Canónico,
licenciándose como abogado en el año 1844, dos años después de la muerte de su
hermano. Durante su vida dirigió diversos periódicos madrileños, publicó
poesías serias y satíricas, así como cuadros de costumbres. En 1848, la Reina
Isabel II (1830-1904) le nombró Secretario Honorario, y al año siguiente le
concedió el título de “Comendador de la Orden de Isabel La Católica”.
Intervino en la política, llegando a
ser Secretario del Gobierno Civil de Zaragoza, y también en el Gobierno Civil
de Barcelona. En sus ideas políticas era monárquico de línea conservadora,
admirador del liberalismo doctrinario francés, y llegó a ser Secretario del
Gobierno Civil de su provincia natal, Alicante. Durante la Revolución de 1868,
que destronó a la Reina Isabel II, dirigió el periódico “EL noticiero de
España”. Abundaban sus escritos de tono jocoso y ridiculizando a los
progresistas revolucionarios; a causa de ello fue perseguido por la “Partida de
la porra”, grupo de
agitadores violentos al servicio del Partido Progresista español, que surgió en
Madrid al calor de la Revolución de 1868 para reprimir a la oposición del
Gobierno Provisional y defender la candidatura de Amadeo de Saboya al trono de
España, que dirigía el progresista Felipe Ducazcal y Lasheras (1845-1891),
periodista, empresario y político español, quienes destrozaron la oficina de
redacción de su periódico, y Juan Rico Amat tuvo que refugiarse en su pueblo
natal, Elda.
De regreso a Madrid, se dedicó a
escribir sobre historia, política, leyes, teatro y otras obras de ensayo.
También fue autor de la letra de algunas zarzuelas que por entonces estaban muy
en boga. A grandes rasgos esta fue la trayectoria de Juan Rico Amat, de la que
me permito extraer dos escritos de su autoría. Uno de ellos es un ejemplo de
sus irónicas definiciones y de las que sonsaco una parte de lo que él entendía
por “socialismo”, en la que dice:
“Como
natural consecuencia del Socialismo desaparecerán los ricos y los pobres, pues
los capitales serán iguales y, cuando algún socio adelante y aumente el suyo a
fuerza de trabajo y de industria, vendrá el equilibrador Socialismo y le tomará
sus aumentos para reponer el capital del que desmembró el suyo por sus vicios y
holgazanería. Y con tan magnífico sistema el holgazán andará gordo y bien
vestido y el trabajador desnudo y extenuado, y unos trabajarán para que coman
otros y otros comerán para que unos trabajen, y en las tiendas se darán de
balde los géneros al que los necesite, y en las fondas y cafés no llevarán nada
por lo que se consuma y no se pagará nada en los teatros y todos los socios
estarán contentos y muchos de ellos morirán de felicidad. Dicen los partidarios
del Socialismo que la propiedad es un robo y ellos, para castigar a los
ladrones propietarios, quieren apoderarse de sus propiedades”.
E incluyo en este artículo su poema
“La desesperación”, cuyo contenido es:
Me
gusta ver el cielo
con
negros nubarrones
y
oír los aquilones
horrísonos
bramar,
me
gusta ver la noche
sin
luna y sin estrellas,
y
sólo las centellas
la
tierra iluminar.
Me
agrada un cementerio
de
muertos bien relleno,
manando
sangre y cieno
que
impida el respirar,
y
allí un sepulturero
de
tétrica mirada
con
mano despiadada
los
cráneos machacar.
Me
alegra ver la bomba
caer
mansa del cielo,
e
inmóvil en el suelo,
sin
mecha al parecer,
y
luego embravecida
que
estalla y que se agita
y
rayos mil vomita
y
muertos por doquier.
Que
el trueno me despierte
con
su ronco estampido,
y
al mundo adormecido
le
haga estremecer,
que
rayos cada instante
caigan
sobre él sin cuento,
que
se hunda el firmamento
me
agrada mucho ver.
La
llama de un incendio
que
corra devorando
y
muertos apilando
quisiera
yo encender;
tostarse
allí un anciano,
volverse
todo tea,
y
oír como chirrea
¡qué
gusto!, ¡qué placer!
Me
gusta una campiña
de
nieve tapizada,
de
flores despojada,
sin
fruto, sin verdor,
ni
pájaros que canten,
ni
sol haya que alumbre
y
sólo se vislumbre
la
muerte en derredor.
Allá,
en sombrío monte,
solar
desmantelado,
me
place en sumo grado
la
luna al reflejar,
moverse
las veletas
con
áspero chirrido
igual
al alarido
que
anuncia el expirar.
Me
gusta que al Averno
lleven
a los mortales
y
allí todos los males
les
hagan padecer;
les
abran las entrañas,
les
rasguen los tendones,
rompan
los corazones
sin
de ayes caso hacer.
Insólita
avenida
que
inunda fértil vega,
de
cumbre en cumbre llega,
y
arrasa por doquier;
se
lleva los ganados
y
las vides sin pausa,
y
estragos miles causa,
¡qué
gusto!, ¡qué placer!
Las
voces y las risas,
el
juego, las botellas,
en
torno de las bellas
alegres
apurar;
y
en sus lascivas bocas,
con
voluptuoso halago,
un
beso a cada trago
alegres
estampar.
Romper
después las copas,
los
platos, las barajas,
y
abiertas las navajas,
buscando
el corazón;
oír
luego los brindis
mezclados
con quejidos
que
lanzan los heridos
en
llanto y confusión.
Me
alegra oír al uno
pedir
a voces vino,
mientras
que su vecino
se
cae en un rincón;
y
que otros ya borrachos,
en
trino desusado,
cantan
al dios vendado
impúdica
canción.
Me
agradan las queridas
tendidas
en los lechos,
sin
chales en los pechos
y
flojo el cinturón,
mostrando
sus encantos,
sin
orden el cabello,
al
aire el muslo bello…
¡Qué
gozo!, ¡qué ilusión!
Como se puede observar, este poema
tiene los rasgos propios del romanticismo, muerte, amor, voluptuosidad, pasión
y dolor.
Estimado lector, esta es la curiosa y
agitada vida de nuestro comprovinciano Juan Rico y Amat, nacido en Elda, y que
está incluido como un autor de la brillante época de la literatura romántica
española. Independientemente de sus ideas políticas, creo que es merecedor de
elogiar sus obras literarias.
Amigo lector, seguiré escribiendo.
Vicente Llopis Pastor
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