Al amanecer del día 25 de diciembre de
1642, día de Navidad, en una casa de campo del condado inglés de Lincoln, en la
ciudad de Woolsthorpe, vino al mundo prematuramente un niño, de apariencia tan
frágil que las dos comadronas que asistieron al parto declararon que el neonato
moriría antes de la noche. Craso error, ya que el recién nacido estuvo durante
la primera semana muy delicado, pero lo superó y tuvo una larga vida que duró
cerca de ochenta y cinco años. Dicho niño era Isaac Newton, que pasaría a la
historia como uno de los grandes genios de la humanidad, a la que aportó extraordinarios
descubrimientos en los diversos campos de la física; matemáticas; invenciones;
tecnologías; e incluso rayó a gran altura en teología y alquimia.
Isaac
Newton desarrolló múltiples investigaciones; alcanzó grandes descubrimientos y
sentó las bases de la física y de la mecánica universal que han perdurado hasta
nuestros días; algunas de ellas matizadas posteriormente por la Teoría de la
Relatividad General de Albert Einstein (1879-1955), este último el científico
más importante del siglo XX y descubridor de la mecánica cuántica y de su uso.
Para conocer las grandiosas aportaciones de Newton a la Humanidad hay que estar
muy preparado, y yo no lo estoy, pero me permito exponer algunos de sus
descubrimientos y centrarme más en otros aspectos de su vida. Su obra más
importante, escrita en latín, es “Philosophiæ naturalis principia mathematica”,
publicada en el año 1687, más conocida como “Principia”, en la que describe la
Ley de la Gravitación Universal y el establecimiento de las bases de la
mecánica clásica universal mediante diversas leyes que llevan su nombre.
Se
ha intentado elaborar un árbol genealógico de Newton, pero apenas se ha podido
llegar a sus dos generaciones anteriores a él y no se han encontrado figuras
descollantes, ni tampoco de nobleza ni de riqueza. Parece ser que sus antepasados
procedían de Escocia y que él pasó por la escuela con poca aplicación y bajo
nivel de comprensión. Durante esta etapa escolar tuvo una riña con un
condiscípulo que era el número uno de su clase y al que venció a puñetazos. A
partir de entonces se prometió a sí mismo vencerlo en los estudios, como así
fue, ya que desde aproximadamente sus doce años de edad comenzó una
espectacular trayectoria académica e investigadora, que muy pocos han podido
alcanzar en este mundo. A los dieciocho años de edad ingresó en el “Trinity
College” de la Universidad de Cambridge, siendo alumno de Isaac Barrow
(1630-1677), teólogo y profesor, que le infundió una gran vocación hacia la
física y las matemáticas, y que dirigió su Tesis Doctoral.
En
el año 1665, el mismo año en el que Newton se graduó en Cambridge, se generó en
Londres una gran epidemia de peste bubónica, con tal escalofriantes efectos que
en los primeros tres meses falleció más de la décima parte de la población
londinense. Por esta razón, regresó a Woolsthorpe para “meditar”. Ahí estuvo
durante dieciocho meses en la finca de su madre y dichas “meditaciones” fueron
la base de todos sus descubrimientos posteriores. Se dice de él que era capaz
de estar sentado horas y horas, a veces más de ocho horas, ejercitando su mente
y estableciendo conceptos, postulados, principios, fundamentos, razonamientos,
suposiciones, juicios, deducciones, hipótesis, cálculos y otros tipos de
metodologías deductivas e inductivas, con los que llegaba a determinadas
conclusiones. Después de esas ocho horas se levantaba y se acercaba a su mesa
de despacho y, de pie, escribía y desarrollaba todo lo que su mente había
meditado, haciéndolo de tal manera que para él era claramente comprensible y no
era así para cualquier otro sabio que las pudiera leer.
De
niño se decía de Newton que estaba siempre en las nubes; pero el verdadero
motivo de su distracción se hizo evidente durante su forzada estancia en la
finca de Woolsthorpe; ya que estaba dotado de un increíble y gran poder de
concentración que no ha podido alcanzar nadie en la historia de la humanidad.
En la Universidad de Cambridge sucedió a su profesor, Isaac Barrow, y fue Catedrático
de Matemáticas durante más de treinta años, abandonándolo posteriormente para
dedicarse a otros campos de investigación. A modo de resumen de sus
aportaciones, cito las siguientes, con las que nos asombra por su capacidad
intelectual y manifestamos nuestro agradecimiento por los avances científicos
que surgieron de su actividad académica e investigadora. Por ejemplo:
Ley
de la gravitación universal; estudios sobre el color; prisma para estudiar el
espectro de la luz blanca; “cálculo de fluxiones” o cálculo infinitesimal,
coincidiendo en tiempo y forma con las de Gottfried Leibniz (1646-1716); teoría
del binomio; formulación de Newton-Cotes en matemáticas; ley de convención
térmica; estudios sobre la velocidad del sonido; mecánica de fluidos; ley sobre
la viscosidad; demostración de las leyes naturales que gobiernan el movimiento
de la Tierra; investigaciones con series finitas; estudio de cuadraturas;
teoría del binomio; investigador y creador de telescopios; aportaciones a la
geometría analítica mediante ecuaciones; telescopio refractor; ley de la
inercia; ley de la interacción y la fuerza; etcétera, etcétera.
En
otro orden de conocimientos, también destacó en teología, alquimia y otros campos,
entre ellos lo que hoy entendemos como “economía”. Además, de la citada obra
“Principia”, en la que condensa todas sus aportaciones, publicó “Methodus
fluxionum et serierum infinitorum” (1671), en español “Método de las fluxiones
y series infinitas”, sobre cálculo infinitesimal, diferencial e integral;
“Optiks” (1704), que consta de tres libros y trata sobre las reflexiones,
refracciones, inflexiones y colores de la luz.
Poco
más puedo añadir, así que detallaré los cargos, frases, curiosidades y vivencias
de Isaac Newton. Entre sus cargos, fue Catedrático del Trinity College de la
Universidad de Cambridge, durante treinta años; Miembro del Parlamento del
Reino de Inglaterra por la Universidad de Cambridge (1689-1690); Alcaide de la
Casa de la Moneda (1696-1700); Director de la Casa de la Moneda (1700-1727); nuevamente
Miembro del Parlamento de Inglaterra por la Universidad de Cambridge
(1701-1702); Presidente de la Royal Society (1703-1727); y otros cargos
menores.
También
quisiera transcribir algunas opiniones de destacados autores sobre la capacidad
y personalidad de Newton. Entre ellas cito las siguientes: Robert Stooher
Stewart (1878-1954) lo califica como “explorador del universo”; su profesor
Isaac Barrow dijo que “tenía una capacidad absolutamente excepcional y una
singularidad especial”; Jean Bernoulli (1667-1748), matemático, médico y
filólogo suizo, publicó dos problemas y lanzó un desafío para ver quién era
capaz de resolverlos en el plazo de un año. Leibniz resolvió uno y aún
trabajaba en el otro cuando el plazo llegó a su fin; Newton oyó hablar de los
dos problemas y los resolvió en menos de 24 horas, entonces Bernoulli expresó
“al león se le conoce por sus garras”; Edmund Halley (1658-1742), joven y
brillante científico que más tarde llegaría a ser astrónomo real, no conseguía
hacer el cálculo de la órbita de los planetas y acudió a Newton en busca de
ayuda, comprobando, con gran asombro, que éste ya las había calculado, sin
embargo, no se pudieron encontrar los cálculos en su desordenada mesa de
trabajo; no obstante, y sin darle importancia, Newton los volvió a realizar en
un momento; Newton tenía la costumbre de no divulgar inmediatamente sus
descubrimientos y, a veces, tardaba en publicarlos algunos años, lo cual le
provocó algún malentendido en sus aportaciones, sobre todo en su “cálculo de
fluxiones” o “cálculo infinitesimal”, que lograron casi al mismo tiempo tanto
él como Leibniz. Es corriente referirse a nuestro científico como descubridor
de la teoría de la gravedad al reflexionar sobre la caída de una manzana desde
un árbol, considerado como una emocionante metáfora.
El
18 de abril de 1674 leyó en la Royal Society de Londres un Memorial en donde
expuso los hechos fundamentales de la difracción y el fenómeno de las
interferencias. El 28 de abril de 1686 se presentó en la Royal Society de
Londres el manuscrito de Newton “Philosophiæ naturalis principia mathematica”,
es decir, su “Principia”, la obra reveladora del verdadero mecanismo del
universo. Durante los años de su permanencia como miembro del Parlamento de
Inglaterra sólo tuvo una intervención que consistió en decirle a un hujier
“sería tan amable de cerrar esa ventana porque me está molestando la corriente
de aire que genera”. También jugaba a la bolsa de valores y ganó mucho dinero, llegando
a ser un hombre muy rico, aunque en los últimos años de su vida se lamentaba
por haber perdido veinte mil libras por inversiones en la Compañía de las
Indias Occidentales, en la que sufrió una burbuja, llamada “Burbuja de los
Mares del Sur”, debida a inversiones de acaudalados ingleses que invirtieron a
principios del siglo XVIII y que condujo al “crack” de 1720; producido por
masivas compras de acciones de la Compañía de los Mares del Sur, que operaba en
el comercio internacional y tenía el monopolio británico con las Colonias
españolas de Sudamérica y las Indias Occidentales. Los grandes conocimientos de
Newton los alcanzó a la temprana edad de veintitrés años, y a esa misma edad,
Albert Einstein formuló su Teoría de la Relatividad, e incluso Miguel Ángel
Bounarroti (1475-1564) esculpió su “Piedad”, la más bella escultura de la
historia de la humanidad, obra tallada en mármol en una sola pieza, a sus
veintitrés años. Curiosidades de la Historia propias de los grandes genios.
Isaac
Newton amasó una gran fortuna. Como anécdota, en el inventario de sus bienes,
después de su fallecimiento, figuraban fuentes, bandejas, candelabros y
cubertería de plata; así como dos orinales de plata, lo cual sirvió para que un
coetáneo suyo llamado Westfall ironizara sobre la frugalidad de Newtom diciendo:
“Nadie calificaría a esto de utilitarismo espartano”, refiriéndose a los dos
orinales de plata. Sobre sí mismo escribió algunos comentarios y frases, tales
como la redacción de sus escritos de forma compleja que justificaba para “dar
de lado a la gente que él llamaba pequeños aficionados a las matemáticas”;
cuando una vez le preguntaron por qué no fumaba contestó: “porque no deseo
adquirir una nueva necesidad”; dijo sobre sí mismo: “No sé cómo me considera el
mundo, pero a mí me parece que he sido como un niño que juega en la playa y se
divierte encontrando una piedra más lisa que otra o una concha más bella que la
anterior, mientras que el inmenso mar de la verdad aparece desconocido ante
mí”.
Newton
jamás se casó y no se le reconoce ningún idilio; murió soltero; jamás tuvo que
usar gafas y sólo perdió un diente a lo largo de toda su vida. La encargada de
su casa en Londres fue su bella y vivaracha sobrina Catherine Barton
(1679-1739). Newton era de mediana estatura, bien parecido, piel sonrosada,
ojos brillantes, y muy moderado en todas sus costumbres. En su vejez padeció
diversos problemas renales, incluyendo atroces cólicos nefríticos, a
consecuencia de uno de ellos, y tras muchas horas de agonía y delirio, falleció
el 31 de marzo de 1737. Su muerte fue muy llorada por toda Europa y en el mundo
entero. Sus restos reposan en la Abadía de Westminster, junto a las tumbas de
los grandes hombres de Inglaterra. En su mausoleo se escribió: “Sibi gratulentur mortales tale tamtumque
existisse humani generai decus”, traducida al español quiere decir: “Los
mortales deben felicitarse de que haya existido tal y tan importante adorno del
género humano”.
Querido
lector, para finalizar, sólo se me ocurren unas preguntas: ¿Habrá en el futuro
alguna persona que pueda alcanzar sus grandes aportaciones científicas?
¿Surgirá alguien de tan alta altura intelectual? ¿Conoceremos a alguien que le
pueda igualar? Creo que para que la respuesta llegara a ser afirmativa habría
que esperar varios siglos.
Con
mi agradecimiento a todas las personas que tengan la paciencia de leerme.
Un
afectuoso saludo.
Vicente
Llopis Pastor
28 de septiembre de 2020
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