El silogismo es un razonamiento que
está formado por dos premisas y una conclusión que es el resultado lógico que
se deduce de las dos citadas premisas. Es una forma de pensamiento en la que se
usa la deducción, es decir, pasar de lo general a lo particular. Fue formulado
por primera vez por el filósofo de la Antigua Grecia, Aristóteles (385 a.C.-322
a.C.), uno de los mejores, si no el mejor, de los pensadores de la historia de
la humanidad. Aristóteles fue el creador de la “Lógica”, también llamada
“Organon”, que se mantiene hasta hoy en día, habiendo transcurrido más de dos
mil trescientos años desde que la formuló y sigue estando vigente en su total
integridad. El nombre de “Silogismo” viene del latín “Syllogismus”. Las dos
premisas se llaman “Proposiciones”, la primera de ellas se entiende como
“Premisa mayor o universal”, la segunda, “Premisa menor o particular”, la
conclusión es la “Proposición final” o “Argumento”, al que se llega por
inferencia. A este tipo de argumentación también se le llama “Lógica
Aristotélica” y es el principio del razonamiento válido.
Hagamos
uso de esta “Lógica” para entender, deducir y alcanzar una conclusión en la
siguiente frase expresada por nuestro actual Presidente del Gobierno, que en
una entrevista de hace algunos meses, pude escuchar acerca de la Fiscalía
General del Estado; que literalmente dijo preguntando, afirmando y concluyendo
él mismo. Concretamente expresó:
-
“¿De
quién depende la Fiscalía General del Estado?
-
“Del
Gobierno”.
-
“Pues,
eso mismo”.
Pues bien, estudiemos
la expresión anterior aplicando la “Lógica Aristotélica” u “Organon”, en la que
observamos un perfecto silogismo. Concretamente:
1) Premisa
mayor o universal.
¿De quién depende la Fiscalía General
del Estado?
2) Premisa
menor o particular.
Del Gobierno.
3) Conclusión.
Pues, eso mismo.
Brillante
razonamiento al que no veo alguna posible obstrucción o errónea inferencia.
Ahora bien, esta “Conclusión” es demasiado contundente y, por tanto, su
aplastante aplicación es la de que “el Gobierno manda sobre la Fiscalía General
del Estado” o, dicho de una manera fina, “la Fiscalía General del Estado ha de
hacer lo que le diga el Gobierno”; o quizás, de una forma más chabacana “la
Fiscalía General del Estado está obligada a cumplir lo que “le dé la gana” al
Gobierno, o dicho de forma más vulgar, “lo que salga de sus órganos””.
Y
parece ser que algo de ello ya está ocurriendo en nuestro país. En primer lugar
la Fiscalía General del Estado tiene un Estatuto del Poder Fiscal, que parece
ser que nuestro Presidente del Gobierno no conoce. Convendría que lo estudiara
antes de hacer silogismos tan radicales. Pero, no importa. Por lo pronto ha
nombrado Fiscal General del Estado a una jurista que ha sido precisamente
Ministra de Justicia en el anterior Gobierno de nuestro Presidente, amén de ser
una destacada militante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que no
manifiesta ninguna neutralidad como sería de desear, ya que, amén de sus
méritos, que entiendo que los debe tener, ha ejercido funciones políticas de
cierto liderazgo de la mano del PSOE, el partido político de nuestro actual
Presidente del Gobierno.
Parece
ser que la Fiscalía General del Estado está actuando con un moderno y
democrático estilo y toma decisiones muy justas. Por ejemplo, parece ser que
cumpliendo fehacientemente la acción de la justicia, cuyo Estatuto Fiscal se resume
“en defensa de la legalidad, de los
derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la Ley, de oficio
o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los
Tribunales y procurar ante estos la satisfacción del interés social”. Y, a
buena fe, que lo está cumpliendo, por ejemplo, todas las peticiones y demandas
de partidos políticos de la oposición han solicitado su actuación sobre las
responsabilidades del Gobierno en casos como la pandemia de la Covid-19 y
otras, han sido rechazadas de plano “por no proceder”, al tiempo que los que
han solicitado o demandado los partidos políticos que apoyan al Gobierno actual
y, sobre todo, PSOE y Unidas Podemos (UP), relativos a algunos casos de
corrupción y otros temas contra el Partido Popular (PP) y Vox, han sido
aceptados en su integridad e, incluso, magnificados en su contenido. Si esto es
así, a mí me parece que la actual Fiscalía General del Estado está actuando
como “abogado defensor” del Gobierno y como “abogado acusador” de la oposición.
Si
esto se confirma, no hay la menor duda de que nuestro Gobierno no necesita
construir muros como los de Estados Unidos de América en la frontera con México,
o Marruecos con la frontera de los saharauis, que están ubicados en el Desierto
de Tinduf en Argelia. Sólo con el silogismo de nuestro Presidente del Gobierno
está totalmente blindado para campar a sus anchas en la política nacional e
internacional, incluyendo para sí mismo una protección por si se planteara algo
desde la Jefatura del Estado español a la que, por cierto, le ordena, manda y
obliga hacer y no hacer lo que considere el Gobierno español que, actualmente,
tiene una Jefatura de Estado formal y un Gobierno bicéfalo en lo real.
He
de confesar mi admiración hacia nuestro Presidente del Gobierno, persona que
pasará a la historia por haber superado en sus decisiones y con su cogobernanza
a los más ilustres políticos que ha habido a lo largo de miles de años. Nadie
ha sido tan contumaz y detonador. Los grandes de la historia, por ejemplo
Pericles (495 a.C.-429 a.C.) en Atenas; Ciro II El Grande (600 a.C.-530 a.C.),
de Persia; Demóstenes (384 a.C.-322 a.C.), en Atenas; Marco Tulio Cicerón (106
a.C.-43 a.C.), en Roma; Carlomagno (748-814), en el Sacro Imperio Romano
Germánico; Benjamin Disraeli (1804-1881), en el Imperio Británico; Konrad
Adenauer (1876-1967), en Alemania; y tantos otros “grandes hombres de Estado”,
apenas son unos “pardillos” al compararlos con nuestro actual Presidente del
Gobierno. Y no dígannos en el intelecto aplicado a la politología, en la que
también supera a Licurgo (800 a.C.-730 a.C.); a Sibila, diosa de la Mitología
Griega, y al propio Nicolás Maquiavelo (1469-1527), diplomático y filósofo
político florentino, que escribió “El Príncipe” (1532), que ha pasado a ser el
manual preferido para saber gobernar. Esta es mi particular visión.
Creo
que nuestro Presiente del Gobierno puede usar con toda propiedad la frase
“veni, vidi, vici”, traducida al español “llegué, vi y vencí”, famoso y
lacónico parte por el que Cayo Julio César (100 a.C.-44 a.C.) comunicó a Senado
romano la rapidez de su victoria sobre Farnaces (96 a.C.-47 a.C.), Rey del
Ponto, en el año 47 a.C.
Además,
en el caso de nuestro actual Presidente del Gobierno no ha tenido que seguir el
“Cursus Honorum” o trayectoria al servicio de Roma para alcanzar el cargo de
Consulado. Este “Cursus Honorum”, sí que lo siguió Cayo Julio César, en una exitosa
carrera en la que conquistó para Roma una extensión territorial mayor que la
que tenía hasta entonces, y con sus conquistas en Europa, Asia y África, pudo
denominarse al Mar Mediterráneo como el “Mare Nostrum”. El Senado romano le
concedió a Cayo Julio César el privilegio de ser “Dictador Vitalicio” de la
República romana; y Marco Antonio, (83 a.C.-30 a.C.), político y militar
romano, le ofreció públicamente ante el pueblo, senadores y aristócratas, la
corona de “Rey” de Roma, que Cayo Julio César no aceptó por tres veces, a pesar
de la multitud que le aclamaba entusiásticamente.
Lamento
escribir este artículo que roza la política española. Mis maestros siempre me
dijeron que lo evitara; salvo el caso que me dedicara a ella. Yo no me dedico a
la política. Le pido perdón a aquellas personas de quienes tanto aprendí, y que
moldearon mi carácter. Creo que les he decepcionado. Asumo mi culpa. Y también
ruego a quienes lean este artículo que mi intención no es crear polémica, tan
sólo es mi particular visión de los acontecimientos.
De
todas formas, les envío un afectuoso saludo.
Vicente
Llopis Pastor
29 de septiembre de 2020
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