“Serranilla” es una composición lírico-poética, en verso de arte menor, típicamente castellana, que describe el encuentro amoroso de una mujer de la sierra, es decir, una serrana. Por ello las serranillas, algunos autores, las llaman “serranas”. Éstas eran personajes casi legendarios; muy místicos; de simpleza moral; vivían en sierras y lugares ocultos, dedicándose a labores agrícolas, cría de vacas u otros animales que les servían de sustento. Cuando alguna persona más cultivada se extraviaba por lugares inhóspitos, se veían obligados a solicitarles albergue. Ellas no eran muy caritativas y para acoger a los hombres extraviados les pedían una especie de peaje, bien sexual o en forma de regalo. Algunas de estas serranas incluso se les adjudican desapariciones de viajeros, tal vez, degollados y escondidos sus huesos en una cueva.
Este aspecto tétrico no es el que
se trataba en dichas composiciones lírico-poéticas, que generalmente ensalzaban
la belleza de las mujeres en romances, como poema característico de la
tradición literaria española, ibérica e hispanoamericana, compuestos en versos
asonantes o consonantes. Autores del Siglo de Oro de la literatura española
tales como Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616); Félix Lope de Vega y Carpio
(1562-1635); Luis de Góngora y Argote (1561-1627); Luis Vélez de Guevara
(1579-1644); Francisco Gómez de Quevedo Villegas (1580-1645) y otros destacados
literatos, cultivaron este tipo de poesía.
Pero ahora quiero referirme a los
siglos XIV y XV, en los que aparece don Íñigo López de Mendoza, Marqués de
Santillana (1398-1458); hijo del Almirante de Castilla, don Diego Hurtado de
Mendoza y de Leonor de la Vega. Nacido el 19 de agosto de 1398 en Carrión de
los Condes (Palencia). Heredó de sus padres una cuantiosísima fortuna; se le otorgó
el título de Primer Marqués de Santillana. De él dijo Hernando del Pulgar, en
su obra “Libro de los claros varones de Castilla” (1486), que fue “tan hábil
como afortunado y apenas hubo cosa en la que pusiese mano que no le saliese a
medida de su talento”. Figura prominente entre los mejores poetas castellanos y,
también, en la Corte de Juan II de Castilla (1405-1454). Peleó contra los
moros, ganado tierras y honores, y llegando a ser el señor feudal más rico y
poderoso del Reino de Castilla.
Escribió mucho en prosa y en
verso, considerándosele un maestro en la composición de serranillas, sobre todo
durante su mocedad, de las que fue un consumado maestro y renombrado autor.
Muchas de estas serranillas se cantaban en las escuelas de Enseñanza Primaria
de mi época, hace cerca de setenta años, con títulos tales como “La serrana de
Boxmediano”; “La vaquera de Murano”; “Illana, la serrana de Lozoyuela” y otras.
Pero la que recuerdo con más cariño es “La vaquera de la Finojosa” que les
traslado a continuación:
Moza tan fermosa
non ví en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.
Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fragosa
perdí la carrera,
do ví la vaquera
de la Finojosa.
En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la ví tan graciosa
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.
Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera,
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa.
Non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dexara
en mi libertad.
Mas dixe:--«Donosa
(por saber quién era),
¿aquella es la vaquera
de la Finojosa?...»
Bien como riendo,
dixo: --«Bien vengades;
que ya bien entiendo
lo que demandades:
non es desseosa
de amar, nin lo espera,
aquessa vaquera
de la Finojosa.»
¡Qué belleza! ¡Qué nobleza! ¡Qué
sonoridad de ese castellano antiguo!
Querido lector, al escribir este
breve artículo me he puesto a llorar desconsoladamente, porque esta serranilla
la cantaba, con singular belleza y sonoridad, mi hermana Luisa María, fallecida
de cáncer hace dos años y medio a la edad de 71 años.
Muchas gracias por leerme.
Vicente
Llopis Pastor.
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