La pandemia de la Covid-19 está afectando a la salud física y psíquica de las personas, amén de la falta de libertad para desplazamientos, visitas, paseos, ocio, cultura, deporte y demás. Pero algo muy importante son las consecuencias económicas que van a afectar a España, sobre la que se estiman cifras muy dispares, pero por lo que leo y estudio, creo que van a suponer una reducción del Producto Interior Bruto (PIB) anual de más del quince por ciento en este año 2020; junto con un endeudamiento para pagar ERTEs, subvenciones, mínimos vitales, ayudas al desempleo, que quizás nos sitúen en una deuda soberana del ciento veinticinco por ciento del PIB, es decir, 1,3 billones de euros aproximadamente.
Pero, hete aquí que, junto con
los desembolsos que está realizando el Estado español, hay que añadir los
“avales” que nuestro Gobierno ha concedido a empresas grandes, medianas,
pequeñas y autónomos, que suelen ser para inversiones y, por tanto, con
vencimiento a un plazo de cinco años. En el supuesto de que la empresa avalada,
es decir, la prestataria, no pueda pagar, el Estado español ha de hacer frente
a la deuda que ha avalado y que, de acuerdo con la cifra inicial de 100 mil
millones de euros a cinco años, se han añadido 40 mil millones de euros más que
el Gobierno quiere que sea a mayor plazo, alrededor de ocho años. Pero las
entidades bancarias prestadoras consideran que es un plazo excesivamente largo.
Creo que es una medida acertada y
que puede dar buen resultado si el prestatario avalado paga a los bancos
prestamistas la deuda total. Pero me temo que esto no va a ocurrir, por la
sencilla razón de que por las limitaciones que tienen ahora los empresarios, a
causa de las medidas sanitarias, están repercutiendo en cierres empresariales y
baja actividad productiva. Estimo que a partir de dentro de cinco años, el
Estado va a tener que satisfacer una cifra de entre 10 mil y 15 mil millones de
euros, y que las asociaciones empresariales y patronales calculan en 20 mil
millones de euros. Enorme bocado a las arcas del Estado que se compromete ahora
y que el gasto real será en la próxima, u otras legislaturas políticas,
derivadas de nuevas elecciones, que se fijarán dentro de cuatro años y en las
que puede que tenga que desenvolver esas cuantiosas cifras un Gobierno que no
necesariamente puede ser el actual, ya que podrían formar Gobierno otros
partidos, e incluso, si hubiera una moción de censura que tenga éxito, el
Gobierno cambiaría antes de ese plazo de cuatro años.
Aquí se hace bueno el refrán de
que “al perro flaco, todo son pulgas”. El Gobierno actual ha gestionado con la
Banca española estos avales, algunos de cuantías razonables, pero otros de suma
envergadura, cual es el caso de “International Airlines Group”, matriz de Líneas
Aéreas Iberia, y que dudo que durante los próximos años pueda volver a generar
beneficios suficientes para equilibrar su cuenta de resultados. La recuperación
económica de España va a ser muy lenta y se visualiza el fantasma que va hacia
el Estado, ya que se deben afrontar los avales que ahora ha concedido, cuyos
vencimientos se están paulatinamente acercando, hasta que sea una realidad que
nos coja por el cuello. Este tipo de avales está diseñado para que las empresas
puedan financiar inversiones, pero la situación económica está forzando a que
se financie también el capital circulante, es decir, la liquidez a corto plazo,
que es como una fiebre adicional al diagnóstico de nuestra economía.
Según mi datos que he podido
recoger de algunas publicaciones, a finales de julio de 2020 se habían aprobado
alrededor de ochocientas mil operaciones con cargo a la línea de avales para
autónomos y empresas, que han permitido canalizar alrededor de cien mil
millones de euros de financiación del tejido empresarial. Además, hay que
añadir el coste de la posible entrada del Estado en el capital de algunas empresas,
con lo que se convierte en accionista de compañías que, en principio, no puede
gestionarlas, porque serán los directivos, gerentes y miembros de sus consejos
de administración quienes dirijan la empresa. Añadamos a ello un factor moral,
el descrédito internacional que supone para España.
En fin, queridos lectores, un
problema adicional a nuestra vapuleada economía. ¿Quién tiene la culpa? Puede
que nadie, quizás haya sido una maldita e inesperada catástrofe, la pandemia de
la Covid-19. Pero no nos paremos ahora en ello. Lo que hemos de preguntar es, ¿quién
lo va a solucionar o enmendar? Si yo estuviera en el Gobierno, no sería capaz
de resolverlo. Quizás sea porque paso de los 70 años de edad y nos hemos de “ir
a la mierda”, como dijo el vicepresidente segundo del Gobierno.
En tal caso, los actuales
gobernantes, que tienen una edad media entre los 30 y los 50 años de edad, el
período de tiempo más productivo y eficaz de una persona, tengan la sabiduría
suficiente para hacernos salir de este atolladero. Será bueno para los viejos,
mayores, menos mayores, maduros, jóvenes, adolescentes, niños y bebés. Hay que
pensar en todos y todas, aunque sólo actúen quienes están en su edad más
florida.
Vicente
Llopis Pastor.
25 de agosto de 2020
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