Nace en Florencia el primero de noviembre de 1500. Es el verdadero representante del Renacimiento en las Artes y las Letras, así al menos lo entiende Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), sabio alemán, que quedó muy influido por la lectura de la obra “Mi vida” de Benvenuto Cellini, en la que se desparrama su cualificación de gran artista, su independencia personal, su relación con Papas, Reyes y ciudades-estados italianos de su tiempo. Se le considera como grabador, escultor y orfebre. Hasta ahora ha sido el más destacado orfebre de la historia de la humanidad, no conociéndose todavía a la persona que le pudiera alcanzar en su arte e, incluso, se duda de que en un futuro pueda aparecer quien se le acerque o le iguale. Además, se le incluye como uno de los mejores escritores del Renacimiento italiano.
Tuvo una vida turbulenta, de
espíritu aventurero. Gozó del favor de Papas, Cardenales, Emperadores, Reyes y
Príncipes. Conoció la opulencia, las privaciones y las cárceles, de las que se
escapó en muchas ocasiones. Pleiteó mucho y riñó en demasía, siendo tan diestro
con la espada para bregar con sus oponentes, como con el buril para elaborar
insignes obras de arte. Entre los legados que ha dejado para la Humanidad, amén
de sus obras maestras, están sus memorias, reflejadas en la novela “Mi vida”
que vale por sí misma, como una de las mejores escritas en el Renacimiento, de
cuya lectura se desprende su extraordinario y azaroso paso por la vida, cuyo
destino, ventura, fortunas, adversidades, peligros, lances, peripecias y algún
que otro homicidio, nos resultan admirables, deslumbrantes, conmovedores e
insólitos. Una vida tan fantástica en el arte, la espada y las relaciones con
ciudadanos y autoridades de varios países, confirman la plenitud de tan
admirable personaje.
Su padre, Giovanni Cellini, fue
músico y se casó con María Lisabetta, siendo Benvenuto su tercer hijo. Su padre
quería que su hijo fuera músico, pero a él no le agradaba dicha profesión; más
bien, lo que le atraía era el dibujo y la orfebrería y, por su gran carácter,
se enfrentaba frecuentemente con su padre y se iba del domicilio familiar a
otras ciudades, en donde deambulaba vendiendo sus dibujos para poder comer. A
pesar del desagrado de su padre, entró como aprendiz en el taller del orfebre
Antonio Di Sandro, apodado marcone, y
adquirió una capacidad artística que nadie ha podido repetir en la historia de
todos los tiempos.
Su intrepidez, valentía y
atrevimiento fueron tales que quienes lo conocieron le dieron el calificativo
de “audaz y temerario”. Algunos ejemplos de ello tenemos, cual es el caso del
orfebre milanés Pompeyo, quien sentía envidia por Benvenuto Cellini, y se
presentó acompañado de diez espadachines con el objeto de matarlo. Cellini se
defendió con efusiva fuerza y buen manejo de la espada, matando a Pompeyo y
haciendo huir a la carrera a los diez espadachines que había contratado y que
le acompañaban. Este hecho ocurrió en el año 1534. Se distinguió en el “saqueo
de Roma”, efectuado por Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano
Germánico, en el año 1527. En aquel año, estando Cellini en Roma, estuvo de
guardia en la vigilancia de la Ciudad Eterna. Ante el asedio imperial, mató de
un arcabuzazo al propio jefe de un grupo de atacantes, el Condestable de
Borbón. Igualmente persiguió al marido de una de sus hermanas, que la había
abandonado y tomó la justicia por su mano, matándolo. Hechos parecidos jalonan
la enérgica, indomable y brava vida de nuestro Benvenuto.
Por su forma de ser y siempre con
el ánimo de aprender nuevas formas o ampliar sus dotes artísticas, estuvo en
Florencia; Siena; Roma, en donde fue discípulo de Miguel Ángel Buonarotti
(1475-1564); en la Corte del Papa Clemente VII (1478-1534); en Mantua; en
Francia, en la Corte de Francisco I (1494-1547); en la Corte de Cosme I de Médici
(1519-1574) y muchos otros lugares europeos. De Francia tuvo que ser obligado a
marcharse, por la envidia de los artistas franceses y, sobre todo, por sus
disensiones y desavenencias con la amante del Rey francés, Ana de Pisseleu,
duquesa de Étampes, que en la monarquía francesa de aquel tiempo la “amante”
ocupaba un lugar de privilegio en la Corte, a veces superior a la propia Reina
o esposa del Rey. Las rivalidades de artistas locales y las extravagancias de
Cellini hicieron que volviera a Florencia.
Estuvo encarcelado en varias
ocasiones, una de ellas en el castillo de Sant'Angelo, bajo la falsa acusación
de haber robado piedras preciosas a Su Santidad el Papa Clemente VII, de la que
se escapó haciendo uso de sus artimañas para aflojar los clavos y tornillos que
sujetaban la puerta de su celda, que sustituyó por cera, representada tan
hábilmente que parecían de hierro. No todo fueron luchas, refriegas y retos a
espada en su vida, ya que mantuvo con su dinero a una de sus hermanas que había
quedado viuda muy joven y con seis hijos, o a otras familias necesitadas que no
tenían ninguna relación familiar, ni siquiera amistad, pero que su noble
corazón le impulsaba a hacerlo.
El arte de la orfebrería es el
resultado de un trabajo muy minucioso, en el que hay que conseguir joyas;
alhajas; aderezos; adornos; pedrerías; ornatos; anillos; sortijas; alianzas;
pulseras; bustos; estatuas; y muchos objetos de gran valor, con la adecuada
inspiración y con el uso de oro, plata, cobre, acero, piedras preciosas,
corales, jades y otros; usando martillos, cinceles, lupas, alicates, taladros,
balanzas de precisión y presentarlas con engarces, monturas, cadenillas,
filigranas, e incluso en estatuas de gran tamaño que pueden ser fundidas en
latón, cobre o cualquier otro metal. La precisión y minuciosidad de estos
trabajos hacen que el orfebre le dedique semanas, e incluso años, para obtener
la joya deseada.
Miles de objetos fueron
fraguados, labrados o esculpidos por Benvenuto Cellini. Los más alabados y
recordados que aún están presentes en museos para su disfrute son, a mi
entender, los siguientes: la estatua en bronce de “Perseo con la cabeza de
Medusa” (1545-1554), genial obra ubicada en la Piazza della Signoria, que
cuando fue inaugurada asistieron todos los habitantes de Florencia a visitarla,
y por cuya obra se le adjudicó a Cellini el título de “Notable de Florencia”;
el relieve en bronce de “La ninfa de Fontainebleau”, que se exhibe en el Museo
de Louvre de París; el “Salero de oro y esmaltes”, elaborado para el Rey
Francisco I de Francia (1494-1547), verdadero centro de mesa que actualmente
está expuesto en el “Kunsthistorische Museum” de Viena; el busto en bronce de
Cosme I de Médici, en el museo Bargello de Florencia; el “Crucifijo de El
Escorial”, que fue regalado por Francisco I de Médici (1541-1587) al Rey de
España Felipe II (1527-1598), que se conserva en el trascoro de la Basílica de
El Escorial, que muestra una seriedad sobrehumana y que lo esculpió como
desnudo integral, por lo que durante siglos se ha mostrado públicamente con
alguna de sus partes cubiertas con un paño.
De especial interés para mí y para
los sanvicenteros, noveldenses y alicantinos, es “la cruz de bejuco” de
Cellini, que regaló el excepcional marino noveldense Jorge Juan (1713-1773) a
la Iglesia Parroquial de San Vicente Ferrer en San Vicente del Raspeig, mi
pueblo, en donde fui bautizado y tomé la Primera Comunión, así como casi todo
el resto de mi familia. De él habla el historiador y geógrafo alicantino Don
Francisco Figueras Pacheco (1880-1960), en el tomo referido a la provincia de
Alicante, dentro de la magna “Geografía del Reino de Valencia”, editado en
1912. Esta cruz de bejuco, se estima que era de un estilo parecido al del
crucifijo de El Escorial. Desgraciadamente ha desaparecido y no se sabe cuál es
su paradero, a pesar de que el “Cercle d'Estudis Sequet però Sanet” de San
Vicente del Raspeig ha indagado exhaustivamente con motivo del Bicentenario de
la construcción de dicha Iglesia Parroquial, en el año 2003. Talvez la Guerra
Civil Española (1936-1939), durante la cual fue quemada la Iglesia en julio de
1936, o la actitud de algunas personas que son proclives a poseer lo que les es
ajeno., motivaron su desaparición. Todo ello está pendiente de aclarar.
Benvenuto Cellini, ya en su
madurez, su vida fue más pacífica y menos apasionada, aunque siguió creando
verdaderas obras de arte que se encuentran en Palacios, Castillos, Iglesias,
Casas y Plazas de las ciudades más destacadas del Renacimiento. Calmó su
agresivo temperamento y se casó a la edad de 64 años, siendo padre de dos
hijos. Entre los escritores e intelectuales que alabaron su faceta como
novelista, está el británico Oscar Wilde (1854-1900), el alemán Johann Wolfgang
von Goethe (1749-1832) y el francés Alejandro Dumas, padre, (1802-1870), quien
escribió la novela “Los tres mosqueteros” (1844), cuyo personaje D'Artagnan es
un trasunto de la persona de Benvenuto Cellini. Su obra “Mi vida” tuvo una publicación
en el año 1945 con ilustraciones del pintor español Salvador Dalí i Domènech (1904-1989),
para una edición estadounidense.
Curiosa vida la de Benvenuto
Cellini y con grandes obras artísticas que hoy podemos ver en diversos lugares
de Europa. Falleció el 13 de febrero de 1571, de una pleuresía que le afligió
durante mucho tiempo, poniendo fin en Florencia a la agitada vida existencial
de tan genial artista; al entierro asistió un numerosísimo público y fue
inhumado solemnemente en la Iglesia de la Annunziata. Yo, porque mientras estoy
escribiendo este artículo, estoy escuchando el tañido de las campanas de la
Iglesia Parroquial San Vicente Ferrer de mi pueblo, San Vicente del Raspeig;
cuando acabe voy a salir a husmear, remover, investigar, buscar huellas o poder
aclarar, y mejor si lo consigo, ver la “cruz de bejuco” que nos regalara
nuestro coprovinciano marino Jorge Juan y que no hay manera de encontrarla. Si
yo la encontrara, sería el hombre más feliz del mundo.
Estimado lector, usted también
puede hacer algo para investigar dónde está esta cruz de bejuco. Si lo lograra,
esté seguro de que toda España se lo agradecería y su nombre figuraría en los
libros y textos de historia como el descubridor de dicha cruz, obra maestra del
Renacimiento.
Vicente
Llopis Pastor.
27
de agosto de 2020
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