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LA DIPLOMACIA INTERNACIONAL

Realmente tendría que haber dicho solamente “Diplomacia” ya que el adjetivo “Internacional” es determinativo para el caso del que me ocupo en este artículo. Una forma muy simple de definir el trabajo de la Diplomacia sería el de representar y velar por los intereses de un Estado en relación con otros Estados u Organismos Internacionales. Esta labor la realizan los “diplomáticos” a quienes su Estado les da un determinado grado de competencia para negociar, representar y gestionar múltiples tareas. Ya en la Grecia clásica existía la Diplomacia, en este caso mediante “embajadores” que se prodigaban en número ya que por aquél entonces representaban a las Ciudades-Estado, que continuamente tenían desacuerdos e incluso guerras, y los diplomáticos intentaban apaciguar o quitar hierro candente a las relaciones entre estas Ciudades-Estado que geográficamente estaban muy cercanas, pero que en cualquier momento explosionaban con continuas guerras u odios eternos.

Quizás la época en la que llegó a tener la Diplomacia una importante carta de naturaleza fue durante el Renacimiento, con el descubrimiento de América, la circunvalación de la Tierra y la amplia y rápida extensión de las relaciones comerciales y belicosas entre Estados y sus ambiciones por obtener la mejor tajada en el nuevo pastel que se abría a los ojos de los gobernantes. Puede que los más prestigiosos protagonistas fueran la “Diplomacia Vaticana” y la “Diplomacia Florentina”, que con poca extensión de terreno y parcos medios agresivos supieron capear todo tipo de temporales y ser victoriosos protagonistas en acuerdos internacionales. Recuérdese que entonces no se llamaba “Vaticano” sino “Estados Pontificios”, al frente del cual el Papa igual manejaba la Cruz que la espada. En el caso de la “Diplomacia Florentina” nos queda su belleza artística, arquitectónica y museística, amén de que un florentino, Nicolás Maquiavelo (1469-1527), ha sido el mejor tratadista en las relaciones diplomáticas y el arte de gobernar, que se resume en que el que manda en una República “ha de ser querido y temido”, así lo expresa en su obra “El Príncipe” (1513), en la que alaba las formas de gobernar de los Borgia, tanto en lo referente al Papa Alejandro VI (1431-1503) como la labor guerrera y de condotiero de su hijo César Borgia (1475-1507). Igualmente destaca la sabia forma de gobernar de Fernando el Católico (1452-1516).

La palabra Diplomacia proviene etimológicamente del vocablo griego diplo, que significa doblado en dos, y el sufijo ma, que hace referencia a un objeto, en un principio se aplica a los documentos que se intercambiaban entre los Estados y de los cuales sólo queda el protocolario acto de “Presentación de las Cartas Credenciales” que, actualmente en el caso de España, el embajador extranjero entrega un documento acreditativo de su condición al Jefe de Estado, S.M. El Rey Felipe VI, y que se lleva a cabo con toda la pompa y ceremonia posible, en el Salón de Audiencias del Palacio Real de España, en Madrid, capital de nuestro país.

Las actividades de la Diplomacia pueden ser diversas y existe una clasificación admitida por los Congresos celebrados en Viena en los años 1961 y 1975 que, “grosso modo” se clasifican en bilaterales, comisiones, misiones, relaciones multilaterales, participación en Organismos Internacionales, por ejemplo ONU; OMC; OMS; UNESCO; OIT, fijadas para tratar un tema específico y que tienen poca temporalidad y las Cumbres (Submmit, en inglés), que tratan de temas de una trascendencia mundial para la actuación a medio, corto y largo plazo de un país. Esta clasificación ya no nos es útil porque el actual Presidente Republicano de los Estados Unidos de América ha entrado en la política internacional como un elefante en una cacharrería y con ese especial letrero de “wanted” que recordamos de las múltiples películas del “Far West” y la multilateralidad es un juego de niños, porque este Presidente no negocia, sino que “amenaza” con salirse de los organismos internacionales, no satisfacer sus cuotas y hacer uso de curiosas armas, en este caso de armas arancelarias, pero que también hieren o matan a ciudadanos de otros países y del suyo propio.

Hoy la Diplomacia se materializa de otra forma ya que por mor del avance de las telecomunicaciones y conferencias no presenciales o virtuales, los Jefes de Estado resuelven los temas sin necesidad de que intervengan los embajadores. Estos últimos, en ocasiones, ni se enteran de lo que ha acordado su país con la nación en la que ejerce como embajador. Más bien, la Diplomacia, en su antiguo concepto, se ha transformado en oficinas de embajadas y consulados que emiten certificados, visados o autorizaciones para canalizar las migraciones entre países y limitar la presencia de extranjeros en su país.

En el mundo internacional España es un “pardillo”, no tiene fuerza alguna y está limitada por la Unión Europea, que es la que suele tener la mayoría de las competencias internacionales. En su momento, y por iniciativa de México, se celebraban anualmente las “Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado”, una buenísima idea que se fue desvaneciendo poco a poco. Posteriormente pasó a celebrarse de forma bienal y los resultados han sido nulos. Sólo se recuerda de ellos la frase que en una de dichas cumbres le espetó S.M. El Rey de España, don Juan Carlos I al Presidente de Venezuela don Hugo Rafael Chávez Frías (1954-2013), que le dijo: ¿Por qué no te callas? Estas cumbres podrían haber fortalecido a los numerosos países de habla hispana y portuguesa, que pueden ser alrededor del 20% de la población mundial. Estas reuniones las tomó con recelo Estados Unidos de América y el Presidente Bill Clinton (1946) creó las llamadas “Cumbres de las Américas” como posible freno a dichas Cumbres Iberoamericanas.

Otros países más avezados están navegando a su manera en el proceloso océano de la política internacional; por ejemplo Reino Unido, con su Commonwealth; Francia, con los Países Francófonos, que algunos de ellos han firmado convenios y tratados de comercialización con la Unión Europea; China, con su avanzada tecnología y adquisición de materias primas en los países en donde las haya; Rusia, con una diabólica diplomacia de hackear las transmisiones y programas informáticos; Israel, la obra maestra del espionaje y de fabricación de artilugios secretos y su “Mossad” se mantiene cada vez más amplia geográficamente a costa de Palestina y con la enorme bendición de los Estados Unidos de América, con quienes tienen relaciones privilegiadas, y que diariamente se comunican los Gobernantes de Estados Unidos de América e Israel y les llega a raudales una ingente cantidad de dinero procedente del rico lobby judío de Norteamérica. Europa, a pesar de su historia y su cultura, ya no es nadie, el centro de gravitación mundial está en la Zona del Pacífico Norte, amén de que los miembros de la Unión Europea tienen distintas formas de ver el mundo internacional y Europa está periclitando hasta que se quede casi ciega en los eventos mundiales.

¡Cuán importante es la Diplomacia! ¡Cuántas cosas pueden alcanzarse si se hace buen uso de ella! ¡Qué trascendencia tiene! En fin, un tema que hay que tratar con la sabiduría y experiencia de los verdaderos “Hombres de Estado”.

Mirando el actual panorama español, sólo veo disputas, descalificaciones, amagos de independencia, burla de quienes sienten a España en su corazón, acusaciones públicas de lo que hace uno u otro partido político; escraches; lenguaje zafio; ordinariez de algunos representantes de Instituciones Públicas; obsesiones sobre la “igualdad” que interpretan como que las mujeres españolas siempre han sido vejadas; ataques a la “casta política”, por parte de quienes ahora ya forman parte de dicha “casta”. O, séase, la España eterna cuyo mejor reflejo es el cuadro “A garrotazos” que pintara el insigne don Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828). Somos los mismos de hace doscientos años, y de hace mil, dos mil y tres mil años.

Menos mal que todavía nos queda el idioma español, lengua internacional que, ironías de la vida, está desapareciendo en los planes de estudio del Sistema Educativo de nuestro país. Pero, ¿A dónde vamos a llegar? Quizás la palabra anarquía pueda ser utilizada para contestar a dicha pregunta.

 

Vicente Llopis Pastor


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