La frase que intitula este
artículo, traducida al español, significa “en medio de las armas callan las
leyes”, frase atribuida a Marco Tulio Cicerón, que da a entender que cuando hay
lucha armada sólo impera la fuerza y las leyes quedan relegadas al abandono.
Esta expresión me vino a la cabeza el pasado miércoles día 29 de Julio del
2020, cuando en el Congreso de Diputados español se debatió el acuerdo tomado
por la Unión Europea durante cinco días de la semana anterior, referentes a las
ayudas a los Estados Miembros para mitigar los efectos de la pandemia de la
Covid-19. Fue un debate que consistió en una exposición del Presidente del Gobierno
del éxito que había logrado al conseguir ciento cuarenta mil millones de euros
para España, en unas condiciones muy favorables, tanto en la parte de ayudas
directas, que no hay que devolver, como en préstamos a largo plazo a interés y
condiciones muy favorables. Esta intervención inicial del Presidente del
Gobierno fue muy valorada y aplaudida por el propio Gobierno y por la bancada
de los partidos políticos que le apoyan.
Como es norma parlamentaria, a continuación
intervinieron los portavoces de cada partido político, por orden de mayor a
menor número de parlamentarios, para valorar, analizar, aclarar, definir y, en
definitiva, estudiar los efectos que estas ayudas van a tener sobre nuestro
país y los compromisos a los que estamos obligados. Indudablemente, el partido gobernante
valoró de forma casi heroica lo logrado por el Presidente del Gobierno, cosa
que no fue así en el resto de parlamentarios que ocuparon la tribuna y que se
limitaron a usar una serie de conceptos bastante alejados del tema central que
se trataba y que, desde mi punto de vista, apenas hablaron de las ayudas
europeas y sus consecuencias; generalmente, se limitaron a usar sus “armas” lingüísticas
y dialécticas, es decir, bregar, reñir, atacar, criticar, descalificar,
reprochar, censurar, satirizar, vituperar, fustigar y lanzar frases negativas
sobre cuestiones de todo tipo, que no venían al caso. Realmente, para mí fue
una “guerra” en la que las armas usadas eran las palabras, frases, vulgarismos,
e incluso chistosas metáforas que se salían ampliamente del tema tratado y que
no venían a cuenta.
De entre las intervenciones de
los portavoces, espigo un ramillete de intervenciones, sin citar al
parlamentario, para que el lector juzgue su valía. Por ejemplo, hubo frases que
sintetizadas y, en algunos casos literalmente, fueron las siguientes:
-
“Ustedes aplauden el fracaso que han logrado”.
-
“La justifica española no existe, es sólo la
venganza en contra de los democráticos políticos catalanes que cumplen el referendo
del 1 de octubre de 2017”.
-
“La ultraderecha quiere incluir a la derecha
para tragársela”.
-
“Los logros de la coalición gobernante es lo más
grande que se ha logrado en la historia de España de todos los tiempos”.
-
“El Presidente del Gobierno pacta diabólicamente
con quien fuese, con tal de continuar en la poltrona de La Moncloa”.
-
“La ultraderecha es la culpable de todos los
males” (no conozco ningún partido con esa denominación).
-
“El Partido Popular siempre ha tenido que
resolver los entuertos que genera el Partido Socialista cada vez que ha
gobernado”.
-
“El actual Gobierno es comunista”.
-
“Los gobernantes actuales quieren cambiar la Constitución
de 1978 de forma sibilina”.
-
“La Monarquía
es preciso que desaparezca”.
-
“El Rey emérito ha de ser expulsado de nuestro
país”.
-
“No participaremos en el debate del techo de
gasto mientras el Rey emérito se mantenga en España”.
-
Etc, etc.
En fin, múltiples otras
intervenciones de calado zafio, grosero, ordinario, tosco, agreste y chabacano,
que en ocasiones casi no podían escucharse por el ruido, alboroto, vocerío y
jaraneo de los Diputados, a quienes continuamente rogaba silencio la Presidenta
del Congreso, o su sustituto durante los momentos en los que se ausentaba la
Presidenta. Este fue, en líneas generales, el debate sobre algo tan importante
como son los ciento cuarenta mil millones de euros que vamos a recibir de la
Unión Europea y no se citó en ningún momento el déficit que va a engrosar
nuestra deuda internacional ni la caída del Producto Interior Bruto que estamos
sufriendo. El debate fue seguido por mi mediante Radio Nacional de España,
durante tres horas, de las 09:00 a las 12:00 horas. Cuando apagué la radio y me
marché a una reunión de amigos en mi ciudad, San Vicente del Raspeig, me quedé
con un confuso atolondramiento y una sensación de que había oído una riña de
niños en el patio de una escuela, con el uso de las “armas” que da el poder
hablar. Bochornoso espectáculo sobre el que me pregunto: ¿Cuáles son las
opiniones de ciudadanos, periodistas e informadores de países extranjeros,
sobre los usos parlamentarios de nuestro país?
Desde luego, yo no comprendí nada
de los ciento cuarenta mil millones de euros que ha logrado nuestro Presidente
del Gobierno, aplaudido y jaleado como un héroe por los miembros del Gobierno y
la bancada de los partidos políticos que le apoyaron en la moción de censura
por la que logró, en su momento, alcanzar tan alta magistratura al frente de
nuestro país. ¿Ha habido contrapartidas?; ¿Habrá más ayudas de la Unión
Europea?; ¿Subirán los impuestos en España?; ¿Qué va a pasar con la actual
legislación laboral?; ¿Se va a reducir el importe de las pensiones
contributivas?; ¿Se generalizará totalmente el mínimo vital aprobado hace
escasas fechas?; ¿Vendrán los “hombres de negro” europeos a vigilarnos?; ¿Estamos
ante un rescate encubierto por parte de la Unión Europea?; ¿Habrá necesidad de “ahorro
forzoso” a los españoles para satisfacer la cuantiosísima deuda que ahora
tenemos y que me temo que irá aumentando?.
Para mí fue un entretenimiento de
tres horas en las que hubo todo tipo de riñas, disputas, pugnas, lances,
hostilidades, pendencias y trifulcas, en las que competían los intervinientes
en la tribuna para lograr la metáfora más ácida, el apelativo más hiriente, la
ironía más dolorosa, o el sarcasmo más abultado, para que quedara plasmado en
el acta correspondiente del diario de sesiones.
Por lo que pude escuchar, no me
pareció que alguno de ellos pudiera emular a Demóstenes, Pericles, Marco Tulio
Cicerón, Cayo Julio César, y otros destacados oradores de la edad antigua. Ni
siquiera a españoles de los siglos XIX y XX, como Antonio Maura, Práxedes Mateo
Sagasta, Antonio Cánovas del Castillo, Manuel Azaña y otros parlamentarios,
incluso de tiempos recientes, como Felipe González, Enrique Tierno Galván, e
incluso, a José María Aznar, que hicieron del trabajo parlamentario un arte y
lograron el liderazgo en la política. Hoy por hoy, nuestros parlamentarios
españoles han de aprender mucho para alcanzarlos. Y, sobre todo, lo primero es
saber guardar las formas.
Me remito al título de este
artículo: inter arma silent leges (en
medio de las armas callan las leyes). Y así me pareció, ya que no se decidió
nada sobre las ayudas europeas. Si nos dedicamos a “guerrear” y a usar “el arma”
de la gresca, difícilmente podemos hacer algo útil. Eso sí, la diversión está
servida.
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