Su nombre completo era Francisco Javier Castaños Aragorri Urioste y
Olavide, al que posteriormente añadió el de “Duque de Bailén”. Nacido y
fallecido en Madrid. Fue un militar y político español y cuando se unen las dos
denominaciones, “militar” y “político”, hay que tomarlo con cierto
escepticismo, ya que la historia de España ha sido la gran muñidora de hombres de
espadín que con sus condecoraciones, soldados, armas y bagajes han proliferado
durante siglos, tanto en nuestro suelo patrio como en nuestras colonias, enfrentándose
al Gobierno establecido. Creo que entre otras herencias, España ha dejado a la
posteridad su bello idioma y las “técnicas del golpe de Estado militar” que
todavía perduran en la que fue la América hispana.
Nacido en el seno de una familia de rancio abolengo en la que figuran embajadores,
ministros, militares gobernadores de nuestras colonias americanas, nobleza,
asistentes de alta graduación en el Palacio Real y todo lo que en su momento
fueron las “Cámaras” Reales que asesoraban al Rey y daban lustre y esplendor en
los Salones a lo que se denominaba la “Corte” al servicio del Rey.
A los 10 años de edad Castaños recibió el grado de Capitán, que el Rey
Carlos III le concedió por los méritos que acumulaba su padre. Por ello pasó a
estudiar como Oficial de corta edad en el “Seminario de Nobles”, institución
vinculada al Colegio Imperial donde se educaban los jóvenes pertenecientes a la
nobleza y los oficiales del ejército, ya que entonces, el acceso a Oficial de
las Fuerzas Armadas estaba vetado al pueblo llano o a los soldados ordinarios,
por muy valerosos e inteligentes que fueran. Completó sus estudios militares en
la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificaciones de Barcelona.
A los 16 años fue destinado al Regimiento “Saboya”, de Cádiz,
comenzando una carrera militar que tuvo sus altibajos. Pasó por varios
cuarteles y dotaciones, alcanzando rápidamente altos grados en el estamento
militar. Prestó sus servicios en la llamada “Guerra de la Convención” que el
Rey Carlos IV declaró a la Francia Republicana generada por la Revolución
Francesa de 1789, al igual que hicieron el resto de monarquías europeas por el
miedo de que se generalizara la Revolución por todo el continente y
desaparecieran los Reyes e, incluso, que fueran decapitados, como ocurrió con
Luis XVI de Francia.
Esta reacción española y la de otras monarquías de la Vieja Europa fue
la razón de las denominadas “Guerras Napoleónicas” que asolaron Europa durante veinticinco
años, junto con la especial fijación de Napoleón Bonaparte de derrotar
Inglaterra, que no logró y que sirvió para sembrar sangre, hacer y deshacer
Estados y variabilidad de cambios políticos en Europa hasta que en el año 1815
el Congreso de Viena consolidó un nuevo diseño de Europa que continuó siendo,
en su mayoría, monarquías absolutas, o algo parlamentarias, en escasos lugares.
El General Castaños fue nombrado Mariscal de Campo en el año 1795 y
como soldado al servicio de la Monarquía española tuvo que enfrentarse, porque
así era su obligación, al ejército francés que invadió España con la excusa de poder
trasladarse a Portugal para, desde allí, guerrear más fácilmente contra
Inglaterra, su secular enemigo. Pero aquello fue una estratagema del genial
Emperador Napoleón I, que quiso ocupar España y en 1808 se inició la llamada,
por nosotros, Guerra de la Independencia, o en algunos casos “Guerra del
Francés”. El General Castaños tuvo un enorme éxito en la Batalla de Bailén, provincia
de Jaén, en la que supuso la primera derrota en campo abierto de la “Grand
Armée” francesa. Tuvo lugar el 19 de julio de 1808, en la que el General
Castaños se enfrentó a un ejército francés de veintiún mil soldados al mando
del General Dupont, lo cual supuso un memorable hito que no logró grandes
objetivos, pero demostró que el ejército francés no era invencible y sirvió
para iniciar la “guerra de guerrillas” a la que no estaban acostumbrados los
franceses, y que fue tan duro golpe que allí comenzó la decadencia de Napoleón,
rematada con el temerario enfrentamiento del Emperador francés al ejército ruso
del General Kutúzov en las heladas estepas rusas que el ejército ruso iba
esquilmando en su retirada hacia el Este y fue el mayor desastre francés, con
soldados enfermos, mal alimentados, heridos, hambrientos y con un frío que los
acabó de rematar.
La Batalla de Bailén duró diez horas de empeñada lucha. El General
Castaños junto al General Reding se cubrieron de gloria. Los franceses tuvieron
2200 muertos y 400 heridos; las bajas españolas fueron 243 muertos y 700
heridos. Esta gran victoria causó una gran sensación en Europa y con ella comenzó
el declive del Imperio francés. Realmente fue una victoria de más efecto
psicológico que material, ya que la Guerra de la Independencia continuó y los
franceses llegaron a dominar casi todo el territorio de España.
Entre batallas y escarceos de uno y otro lado, en el caso español con
ayuda de los ingleses, hubo diversos hechos bélicos. Entre ellos la Batalla de
Tudela, Navarra, el 23 de noviembre de 1808, con el enfrentamiento de un
ejército español al mando del General Castaños que fue totalmente derrotado y
humillado por los franceses al manos del Mariscal Lannes (1769-1809), quien
desde las nueve de la mañana a las tres de la tarde batió a los españoles haciéndoles
2000 bajas entre muertos y heridos y 1500 presionares, se apoderó de 26 cañones,
2 banderas, una multitud de carros de bagajes y los grandes depósitos de municiones
y víveres que el Gobierno español había acumulado en Tudela, ciudad que sufrió
un feroz saqueo. Las bajas francesas no pasaron de 500 soldados. Mucho contribuyó
a tal desastre español la mala inteligencia entre sus Generales, las dotes de
mandos de Castaños fueron puestas en duda; el General Palafox (1775-1847) no
hizo caso de las instrucciones del General Castaños y la derrota española abrió
el camino de los franceses hacia Madrid, adonde llegaron con toda facilidad. El
General Castaños fue sometido a un Consejo de Guerra que lo absolvió días
después.
El 30 de noviembre de 1808 los franceses derrotaron al Ejército Español
del Centro en la Batalla de Guadarrama, con lo que la capital española quedaba
a sus pies y sirvió para consolidar como Rey de España a José I, hermano de
Napoleón. Esto permitió que el propio Napoleón llegara a Madrid y, visitando el
Museo del Prado, se emocionó ante el cuadro de Felipe II y recordó la frase de
nuestro Rey de que “En el Imperio Español nunca se ponía el sol”; este hecho
está narrado hábilmente por don Benito Pérez Galdós (1843-1920) en sus
Episodios Nacionales, en el capítulo “Napoleón en Chamartín”.
Posteriormente el General Castaños se consolidó como partidario de
Fernando VII y tuvo una alta participación en su reinado y en el de su hija,
Isabel II, manifestándose como absolutista y manifestando una actitud política
deleznable y poco reconocida, dejando un mal sabor en su papel como político
porque, tanto Fernando VII “El Deseado”, cuyo mandato algunos españoles le
vitoreaban con la frase “Vivan las caenas”, y después con Isabel II y las
Guerras Carlistas, que acabó siendo expulsada de España, no dejó un favorable
recuerdo. El General Castaños fue “Presidente del Consejo de Regencia de España
e Indias” durante los años 1833 a 1852, parte del reinado de Isabel II. Como curiosidad,
un sobrino nieto del General Castaños fue Francisco Javier Jirón Ezpeleta
(1803-1869), Segundo Duque de Ahumada y Marqués de los Amarillos, quien fundara
la “Guardia Civil” española en el año 1844, que continúa como prestigiosa
fuerza de seguridad del actual Estado español, con 176 años de antigüedad.
El General Castaños falleció en Madrid el día 24 de septiembre de 1852,
a los 94 años de edad, en la más absoluta penuria económica. Murió soltero y su
título de “Duque de Bailén” recayó en el hijo de su hermana María de la
Concepción, don Luis Carondelet Castaños. Estuvo enterrado en el Panteón de
Hombres Ilustres de España, en Madrid, hasta que en el año 1963 sus restos
fueron trasladados solemnemente a Bailén, a un mausoleo ubicado en la Iglesia
Parroquial de La Encarnación de dicha localidad.
Vicente Llopis Pastor
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