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“EL CRITICÓN” DE BALTASAR GRACIÁN (1601-1658)

Otro genio español que resplandeció en el Siglo de Oro de la Literatura Española. Jesuita, que cultivó la prosa didáctica y la filosofía. Su obra más destacada es “El Criticón” (publicada entre 1651 y 1657), una alegoría de la vida humana y una de las novelas más importantes de la literatura española, equiparable por su calidad con “El Quijote” de don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) o con “La Celestina. Tragicomedia de Calixto y Melibea” (1502), escrita por Fernando de Rojas (1476-1541).

Su estilo está construido a partir de sentencias breves muy personales, denso, concentrado y polisémico. El autor enfoca el devenir humano con cierto pesimismo, en el que domina un lenguaje lacónico, donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y la verdad. Es una sabiduría basada en la experiencia e incluso en cómo comportarse y disimular según la ocasión. El título “El Criticón” viene de uno de sus protagonistas, Andrenio, del griego andros, hombre varón; que mantiene sus facetas de impulsivo e inexperto; y el prudente Cristilo, del griego kritikós, discernir, juez, capaz de juzgar. Es la obra literaria que resume la visión filosófica del mundo del autor bajo la forma de un relato épico en forma de narraciones trascendentales, o dignas de tener en consideración para que puedan actuar en la vida las personas de noble moralidad. En la obra se unen invención, didáctica, erudición, desengaño, sátira social y estilo personal.

Hace uso del “conceptismo”, situado en la lírica del siglo XV, cuyo más destacado autor fue don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645). Frente a este “conceptismo” aparece el “culteranismo”, como puro estilo literario caracterizado por el uso de formas poéticas de difícil comprensión, basadas en abundantes y complicadas metáforas, un lenguaje de sintaxis latinizante y con vocabulario rico en nuevos cultismos, que es un poco más tardío que el “conceptismo” y el más significativo escritor fue don Luis de Góngora y Argote (1561-1627).

Baltasar Gracián proyecta una obra de fabulación, que resume su pensamiento y, a su vez, amplía su espectro como creador. En realidad es un tratado de perspectivas de cómo han de actuar las personas en la vida y, como tal, ha sido muy alabado por escritores españoles y extranjeros. La obra refleja, ante todo, una visión pesimista de la sociedad, por lo que fue alabada por filósofos que aceptan la actitud ante la vida de forma oscura y ante la cual las personas han de generar esfuerzos y comportamientos que no les hagan caer en el pesimismo total o en el nihilismo como actitud. Por eso fue muy aceptada por grandes filósofos alemanes del siglo XIX, tales como Arthur Schopenhauer (1778-1860) o Friedrich Willheim Nietzsche (1844-1900), que entendieron “El Criticón” como un precedente del “existencialismo” como corriente filosófica en la que se sostiene que la existencia precede a la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento. Este enfoque también fue aceptado por el escritor español de la Generación del 98, don Pío Baroja y Nessi (1872-1956).

Esta visión que acabo de exponer es algo filosófica o espiritualista y muy propia de la intelectualidad europea. Pero en Estados Unidos de América la obra de Baltasar Gracián llegó a ser un “Best Seller” a lo que nos tienen tan acostumbrados los norteamericanos en virtud del “pragmatismo” de su vida y el sentido útil de cualquier idea, concepto, sigla, juego de palabras o algo parecido, nacido de sus filósofos prácticos como Ralph Waldo Emerson (1803-1882); Charles Sanders Pierce (1839-1914); Hillary Putnam (1926-2016); William James (1898-1944); John Dewey (1859-1952) y otros. Los estadounidenses hace años presentaron “El Criticón” de Gracián como una especie de libro de “autoayuda” a los que están muy acostumbrados y que sintetizan en cuatro puntos o un juego de iniciales de palabras, sin ilación verbal ni clara sintaxis, que enloquece al público norteamericano como si fuera la única verdad de la vida. Por eso se publicó “El Criticón” con enfoques para conseguir el éxito material en la vida y hubo centeneras de ediciones y estuvo de moda y fue leído por millones de personas digamos, “anglosajonas”. Inenarrable éxito de todo lo que tocan las materialistas manos de estos estadounidenses y que, tal vez, no alcancen sus cerebros para comprender tan admirable obra española.

Otra curiosidad de la historia. Una de las más grandes obras de la literatura española ha servido para que los “genios del marketing”, es decir, los habitantes de la zona más arriba del Río Grande del Norte y sus portavoces en Los Ángeles (California) y en Nueva York, se hayan llenado sus bolsillos sin ninguna capacidad de análisis de tan extraordinaria obra de un español.

Don Baltasar Gracián no es conocido sólo por esta obra, ya que tiene verdaderas “perlas” literarias; tales como “El Héroe” (1637); “El Político” (1640); “Arte del ingenio, tratado de la agudeza” (1642); “El Discreto” (1646); “Oráculo manual y arte de prudencia” (1647); “Agudeza y arte de ingenio” (1648); “El Comulgatorio” (1655) y otros excelentes escritos que pueden servir de ayuda para la educación y praxis de un perfecto caballero.

Amigo lector, le recomiendo que lea más a los clásicos del Siglo de Oro de la Literatura Española y deje de hacer juegos de palabras o aviones de papel con la ingente cantidad de libros venidos de los Estados Unidos de América, que nos dicen lo que tenemos que hacer en esta vida, casi siempre aderezados con siglas como DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades) o 4P (Publicidad, Precio, Producto, Punto de Venta), etcétera, etcétera.

¡Qué ironía del destino! Uno de los más grandes escritores del Siglo de Oro español ha tenido que ser difundido en pequeñas dosis de frases cortas e ideas pragmáticas por los genios del marketing, en forma de manuales de “autoayuda”, muy propio de los creadores de “Best Sellers”, a los que han de acudir los españoles para saber cómo conducirse en la vida; a pesar de que las ideas básicas de estos manuales proceden de la España de hace quinientos años y de lo que no nos habíamos enterado hasta que un “yankee” nos lo recomienda.

 

Vicente Llopis Pastor


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