Otro genio español que resplandeció en el Siglo de Oro de la Literatura
Española. Jesuita, que cultivó la prosa didáctica y la filosofía. Su obra más
destacada es “El Criticón” (publicada entre 1651 y 1657), una alegoría de la
vida humana y una de las novelas más importantes de la literatura española,
equiparable por su calidad con “El Quijote” de don Miguel de Cervantes Saavedra
(1547-1616) o con “La Celestina. Tragicomedia de Calixto y Melibea” (1502), escrita
por Fernando de Rojas (1476-1541).
Su estilo está construido a partir de sentencias breves muy personales,
denso, concentrado y polisémico. El autor enfoca el devenir humano con cierto
pesimismo, en el que domina un lenguaje lacónico, donde prevalecen las
apariencias frente a la virtud y la verdad. Es una sabiduría basada en la
experiencia e incluso en cómo comportarse y disimular según la ocasión. El título
“El Criticón” viene de uno de sus protagonistas, Andrenio, del griego andros,
hombre varón; que mantiene sus facetas de impulsivo e inexperto; y el prudente
Cristilo, del griego kritikós, discernir, juez, capaz de juzgar. Es la obra
literaria que resume la visión filosófica del mundo del autor bajo la forma de
un relato épico en forma de narraciones trascendentales, o dignas de tener en
consideración para que puedan actuar en la vida las personas de noble
moralidad. En la obra se unen invención, didáctica, erudición, desengaño,
sátira social y estilo personal.
Hace uso del “conceptismo”, situado en la lírica del siglo XV, cuyo más
destacado autor fue don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645). Frente a
este “conceptismo” aparece el “culteranismo”, como puro estilo literario caracterizado
por el uso de formas poéticas de difícil comprensión, basadas en abundantes y
complicadas metáforas, un lenguaje de sintaxis latinizante y con vocabulario
rico en nuevos cultismos, que es un poco más tardío que el “conceptismo” y el
más significativo escritor fue don Luis de Góngora y Argote (1561-1627).
Baltasar Gracián proyecta una obra de fabulación, que resume su
pensamiento y, a su vez, amplía su espectro como creador. En realidad es un
tratado de perspectivas de cómo han de actuar las personas en la vida y, como
tal, ha sido muy alabado por escritores españoles y extranjeros. La obra
refleja, ante todo, una visión pesimista de la sociedad, por lo que fue alabada
por filósofos que aceptan la actitud ante la vida de forma oscura y ante la
cual las personas han de generar esfuerzos y comportamientos que no les hagan
caer en el pesimismo total o en el nihilismo como actitud. Por eso fue muy
aceptada por grandes filósofos alemanes del siglo XIX, tales como Arthur Schopenhauer
(1778-1860) o Friedrich Willheim Nietzsche (1844-1900), que entendieron “El
Criticón” como un precedente del “existencialismo” como corriente filosófica en
la que se sostiene que la existencia precede a la esencia y que la realidad es
anterior al pensamiento. Este enfoque también fue aceptado por el escritor
español de la Generación del 98, don Pío Baroja y Nessi (1872-1956).
Esta visión que acabo de exponer es algo filosófica o espiritualista y
muy propia de la intelectualidad europea. Pero en Estados Unidos de América la
obra de Baltasar Gracián llegó a ser un “Best Seller” a lo que nos tienen tan
acostumbrados los norteamericanos en virtud del “pragmatismo” de su vida y el
sentido útil de cualquier idea, concepto, sigla, juego de palabras o algo parecido,
nacido de sus filósofos prácticos como Ralph Waldo Emerson (1803-1882); Charles
Sanders Pierce (1839-1914); Hillary Putnam (1926-2016); William James
(1898-1944); John Dewey (1859-1952) y otros. Los estadounidenses hace años
presentaron “El Criticón” de Gracián como una especie de libro de “autoayuda” a
los que están muy acostumbrados y que sintetizan en cuatro puntos o un juego de
iniciales de palabras, sin ilación verbal ni clara sintaxis, que enloquece al
público norteamericano como si fuera la única verdad de la vida. Por eso se
publicó “El Criticón” con enfoques para conseguir el éxito material en la vida
y hubo centeneras de ediciones y estuvo de moda y fue leído por millones de
personas digamos, “anglosajonas”. Inenarrable éxito de todo lo que tocan las
materialistas manos de estos estadounidenses y que, tal vez, no alcancen sus
cerebros para comprender tan admirable obra española.
Otra curiosidad de la historia. Una de las más grandes obras de la
literatura española ha servido para que los “genios del marketing”, es decir,
los habitantes de la zona más arriba del Río Grande del Norte y sus portavoces
en Los Ángeles (California) y en Nueva York, se hayan llenado sus bolsillos sin
ninguna capacidad de análisis de tan extraordinaria obra de un español.
Don Baltasar Gracián no es conocido sólo por esta obra, ya que tiene
verdaderas “perlas” literarias; tales como “El Héroe” (1637); “El Político” (1640);
“Arte del ingenio, tratado de la agudeza” (1642); “El Discreto” (1646); “Oráculo
manual y arte de prudencia” (1647); “Agudeza y arte de ingenio” (1648); “El
Comulgatorio” (1655) y otros excelentes escritos que pueden servir de ayuda
para la educación y praxis de un perfecto caballero.
Amigo lector, le recomiendo que lea más a los clásicos del Siglo de Oro
de la Literatura Española y deje de hacer juegos de palabras o aviones de papel
con la ingente cantidad de libros venidos de los Estados Unidos de América, que
nos dicen lo que tenemos que hacer en esta vida, casi siempre aderezados con
siglas como DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades) o 4P
(Publicidad, Precio, Producto, Punto de Venta), etcétera, etcétera.
¡Qué ironía del destino! Uno de los más grandes escritores del Siglo de
Oro español ha tenido que ser difundido en pequeñas dosis de frases cortas e
ideas pragmáticas por los genios del marketing, en forma de manuales de “autoayuda”,
muy propio de los creadores de “Best Sellers”, a los que han de acudir los
españoles para saber cómo conducirse en la vida; a pesar de que las ideas
básicas de estos manuales proceden de la España de hace quinientos años y de lo
que no nos habíamos enterado hasta que un “yankee” nos lo recomienda.
Vicente Llopis Pastor
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