Como
he escrito en diversas ocasiones, España ha tenido excelentes economistas,
tanto a nivel teórico como práctico. Tal vez uno de los más brillantes
economistas, entonces llamados arbitristas, que ha tenido nuestro país
ha sido José del Campillo y Cossío (1693-1743). Lamentablemente vivió en
una época en la que España comenzaba a tener muchos problemas para mantener su
Imperio por cuestiones de finanzas, dinero, guerras de independencia de las
colonias y era atacada por todos los países europeos, cuyos Estados se
enfrentaron a España, entre ellos Francia, Portugal, Holanda, Inglaterra y
otros muchos.
Estas
luchas entre Estados, fue algo así como la creencia en el culto católico,
frente a otros cristianos protestantes que se planteaban la producción, trabajo
y cuestiones materiales, frente a la espiritualidad de España.
Ante
este panorama aparece la singular figura de José del Campillo y Cossío,
que como arbitrista tuvo dos significativas etapas, una en las colonias
americanas españolas y otra posterior al regreso a nuestro país, España.
José
del Campillo y Cossío ascendió a Comisario de Marina y por ello
fue enviado a Veracruz, en México, y a La Habana, en Cuba, donde realizaría
estudios para la construcción de astilleros.
Estando en Cuba y en la Nueva España pudo
hacer algunos recorridos por las regiones circundantes a dichos puertos, lo que
le permitió darse cuenta de la pobreza en la que vivía la gente, de sus
necesidades, de la conducta de las autoridades españolas, conviviendo con los
cubanos y los novohispanos, lo cual le hizo reflexionar en dos asuntos
aparentemente distintos: la pobreza de la mayor parte de los súbditos de la
Corona que habitaban en el Nuevo Mundo, y de la crisis económica que también se
vivía en aquellos años en gran parte del Imperio Español.
En
este sentido se entiende que como funcionario de Gobierno tenía acceso a
información sobre las condiciones en que vivían los súbditos de los reinos de
Inglaterra y Francia, en sus colonias de Norteamérica, lo que incluía aspectos
de sus sistemas productivos, de comercio y de organización, lo que resultaba
mucho muy superior a lo que existía en las Indias españolas. Este asunto y el
de los súbditos del común de la gente eran parte de un mismo problema: la
desorganización que se había generado a lo largo de los siglos anteriores, situación
que estaba plagada de corrupción, de grandes carencias para la mayor parte de
la gente, de la existencia de oportunidades para que ésta se preparara y
obtuviese mejores condiciones de vida, lo cual si se buscaba resolver habría de
generar la riqueza que la Corona Española requería y así dejar de afrontar
crisis periódicas, lo cual había llevado a que la Corona se endeudara con los
grandes prestamistas de los Países Bajos, esto generaba la necesidad de cubrir
altos intereses. Desafortunadamente la llegada de la Casa de Borbón y el
Gobierno de Felipe V de Borbón (1683-1746), aconsejo a José del Campillo y
Cossío que se olvidara del asunto porque era de la opinión de que sus
súbditos se ilustraban o preparaban y con ello adquirirían riquezas e
inteligencia y se convertirían en individuos rebeldes e incontrolables. Con
todo esto y esta respuesta el estudio de Campillo es un documento en
extremo valioso, en tanto que planifica cuales eran las condiciones del Imperio
Español.
En
el año 1728, el rey le concede el ingreso en la Orden de Santiago, y desde 1733
a 1737 dirigió la intendencia del ejército que se enfrentaba en Italia a los
austriacos.
A
su regreso a España es nombrado Intendente del Reino de Aragón, donde presta
especial atención al desarrollo de las obras públicas. Construyó un puente
sobre el río Gállego, en Aragón, y, para su pago, estableció un peaje del que
no eximió a los eclesiásticos, por lo que tuvo un fuerte enfrentamiento con el
Arzobispo, que promovió su excomunión. El conflicto se resolvió a favor de Campillo,
que ganó aprecio y consideración ante el Monarca, el cual le nombró Secretario
de Estado de Hacienda, en marzo de 1741, y, poco tiempo después le encomienda
asimismo las Secretarías de Guerra, Marina e Indias, con lo que acumuló un
extraordinario poder.
Siendo
jefe de múltiples Secretarías de Estado, llevó a cabo una intensa actividad,
sobre todo en el campo de la Hacienda Pública. Desgraciadamente falleció en
Madrid el 11 de abril de 1743. Una muerte prematura que truncó una excelente
trayectoria. José del Campillo y Cossío publicó notables escritos sobre
gestión pública y economía política. Entre ellos me limito a citar lo
siguientes: Copia literal de un papel escrito al Inquisidor de Logroño sobre
haberle formado proceso en punto de fe y acusado de que leía libros prohibidos
y otras calumnias de sus émulos, con inserción de la carta que dirigió a dicho
señor Inquisidor acompañando al citado papel. (1726); Dictamen sobre
cuál de los dos Capitanes Generales de Mar y Tierra deben tener más aplicación
y estudio para las respectivas operaciones de sus encargos. (1739); Inspección
de las seis Secretarías de Estado y calidades y circunstancias que deben
concurrir en sus respectivos Secretarios (1739); Lo que hay de más y de
menos en España para que sea lo que debe ser y no lo que es (1742); España
despierta (1743); y otros muchos de título muy extenso en los que da
consejo al Rey y a otros gobernantes de cómo hay que actuar en la política
española.
Para
cerrar este artículo, resumo los cargos que ocupó José del Campillo y Cossío.
Entre ellos los de Intendente General de Marina; Comendador de la Oliva de la
Orden de Santiago; Capitán General Honorífico; Secretario de Estado de
Hacienda, Marina, Guerra e Indias; Consejero de Estado; y Lugarteniente del
Almirantazgo.
Opino
que José del Campillo y Cossío fue un extraordinario español que brilló
en todos cuantos destinos tuvo, tanto en América como en España, a pesar de la
época en que vivió, en la cuál se inició la decadencia del Imperio Español.
Mi
conclusión final sería la de que José del Campillo y Cossío merece ser
considerado como “ad honorem”, traducido al español como para honor
de nuestro país.
Vicente
Llopis Pastor
06
de agosto de 2025
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