Repasando
la Historia de España nos encontramos con diversas vicisitudes, reyes, poetas y
políticos que, de una u otra forma, han enseñoreado una parte de la Península
Ibérica, es decir, España.
De los carpetovetónicos hasta hoy, la antigua Hispania Romana ha sido gobernada por diversidad de pueblos. El más sólido y fuerte fue en la época romana. El Imperio Romano de Occidente fue atacado por los pueblos llamados “bárbaros del Norte”, o séase, suevos, vándalos, alanos, godos y visigodos.
En el año 711, un ejército musulmán
de árabes y bereberes destruyó la monarquía visigoda, que había sido fundada
por estos bárbaros del Norte. Casi toda la Península Ibérica fue conquistada
por los musulmanes, que crearon, entre otras, la provincia de Al-Andalus, la
cual quedó integrada en el Califato Omeya de Siria. En el año 750, los miembros
del Califato Omeya fueron asesinados; todos menos el Príncipe Abderramán, que
huyó hasta cobijarse en la Península Ibérica. En 929, Abderramán III se
independizó de los abasidas, quienes asesinaron en su momento a los miembros
del Califato Omeya y fundó el Califato de Córdoba. Este hecho desencadenó una
guerra civil que puso en crisis el Califato y la cual se resolvió con la
división del territorio en una serie de pequeños Estados denominados Reinos de
Taifas.
En 1195 llegan los almohades, que se
habían integrado en los Reinos de Taifas. Vencieron a los cristianos en la
Batalla de Alarcos (1195) y España se quedó dividida en dos partes; la del
Norte, en la que se encontraban los Reinos de Castilla, León, Navarra, Aragón y
otros, frente a los árabes, fundamentalmente almohades, que iniciaron una
guerra entre ambos para poder poseer toda la Península. En el Sur de la
Península estaba el reino musulmán, que comprendía el Califato de los
almohades, el cual se extendía desde el Norte de África hasta el Sur de la
actual España. Al mando de ésta estaba el Califa Muhammad-an-Nassir, quien
había amenazado Toledo para anexionarlo a su reino. Frente al citado reino
musulmán estaba el reino cristiano, también conocido como “Santa Cruzada”,
consistente en una alianza de los reinos cristianos de Castilla, León y Aragón,
apoyados por la Orden de Calatrava, Santiago, Caballeros Templarios, Caballeros
Hospitalarios y voluntarios franceses, leoneses y portugueses. Al mando de este
frente estaban los Reyes Alfonso VIII de Castilla (1158-1214), Sancho VII de
Navarra (1154-1234) y Pedro II de Aragón (1178-1213). Para formar el frente
cristiano fue necesario el papel eclesiástico. Concretamente el Obispo de
Toledo Rodrigo Jiménez de Rada o “El Toledano” (1170-1247), eclesiástico,
militar, historiador y hombre de Estado de Navarra y Castilla. Todos ellos
auspiciados por el Papa Inocencio III (1161-1216).
La mañana del 16 de julio de 1212
las tropas cristianas cargaron contra los musulmanes iniciando la Batalla de
las Navas de Tolosa, en Jaén, y en la que la brillante estrategia de los
cristianos derrotó al Califa An-Nassir. Fue el hecho más culminante de la
guerra entre árabes y cristianos, hasta tal extremo de que comenzó a declinar
el poder árabe sobre la Península y, paulatinamente, otros reinos cristianos
avanzaron hacia el Sur y algunos Reyes, como Fernando III El Santo (1190-1250),
padre de Alfonso X El Sabio de Castilla (1221-1284), conquistó Sevilla. Y así, sucesivamente,
se alcanzó el Reino de Murcia, conquistado por Alfonso X El Sabio, y
prácticamente todo Al-Andalus, que fue definitivamente expulsado de la Península
el día 3 de enero de 1492. Precisamente, la España que conocemos actualmente es
el resultado de aquella singular Batalla, que se ha considerado como modélica
en la Reconquista española.
Esta Batalla fue un gran
enfrentamiento a campo abierto que finalizó con un triunfo decisivo de los
cristianos. Muchos historiadores la consideran como un punto de inflexión de la
Reconquista, ya que a partir de entonces se inició la decadencia de la
ocupación musulmana en la Península Ibérica. Me atrevo a decir que esta Batalla
fue el inicio de lo que hoy es España y que a lo largo de los siguientes siglos
se ha estructurado en los Reyes Católicos, como conjunción de Castilla y
Aragón, los Habsburgo, los Austrias, repúblicas, los Borbones, los
Bonapartistas y muchas otras fórmulas.
Cuando hablamos de España hay que
citar, necesariamente, esta Batalla, en la que nuestro país brilló con luz
propia. Desaparecen los almohades, se establece la semilla para la creación de
la monarquía española, que aún tardaría doscientos ochentaidós años en conseguir
la unificación de España con la conquista del reino nazarí de Granada por los
Reyes Católicos, Isabel (1451-1504) y Fernando (1452-1516).
Cerca de ochocientos años estuvieron
los árabes en España. Y en los tiempos actuales, los más radicales islamistas
recuerdan el brillo que tuvo, en su momento, el Califato de Córdoba y, en
algunos casos, reclaman Córdoba como parte del dominio árabe. Esperemos que
ello no traiga ninguna nueva guerra u odio entre el Norte de África y el Sur de
España.
Para mí esta fue la gran ocasión de
la unificación de España, representada en su escudo, en el que se hace
referencia a Castilla, León, Navarra, Aragón y Granada. Desgraciadamente, con
la constitución democrática de España, refrendada el 8 de diciembre de 1978, me
da la impresión de que estamos girando sobre nuestros tacones y las Comunidades
Autónomas son un trasunto no bélico de lo que era España desde el año 711 al
1212. Espero equivocarme.
Vicente Llopis Pastor
27 de junio de 2023
Comentarios
Publicar un comentario