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EL FIN DEL DINERO EN EFECTIVO

 

           

            El título de este artículo, “El fin del dinero en efectivo”, mantiene una proyección afirmativa, aunque lo correcto sería una posición interrogativa, es decir “¿El fin del dinero en efectivo?”. Este último es más exacto, ya que el dinero en efectivo o metálico va decayendo en su uso en favor del dinero que podíamos llamar electrónico o digital usado por medio de las tarjetas del crédito y débito expedidas, no sólo por las entidades financieras, sino por grandes empresas.

            A este respecto me permito definir qué papel juega el dinero como medio de pago. Su concepto es: “todo aquello que, siendo susceptible de presentarse en unidades homogéneas, se admite por imposición legal o por confianza como un medio liberatorio de pago”. Dicho de forma más castiza: cualquier objeto, artilugio, máquina, utensilio y similares, se puede aceptar como dinero y medio liberatorio de pago. Así ha sido a lo largo de la Historia. En su momento, la forma de pago desde la Prehistoria era el trueque, es decir, cambiar una mercancía por otra. Esta cuestión ha ido evolucionando y se pasó de cualquier tipo de producto a aquellos de mayor aceptación, por ejemplo la sal, metales, alimentos vegetales y otros. Por la propia evolución se fue depurando el uso de objetos como dinero y pasó a aceptarse de forma general el oro, la plata y algunos metales preciosos, en algunos casos en aleación entre varios de ellos.

            Lo cierto es que el dinero está medido por la cantidad de monedas, billetes de papel, cuentas a la vista que posee un titular en el pasivo de los bancos comerciales y algunas otras fórmulas algo más sofisticadas que componen los activos financieros que posee un individuo. Pues bien, “hoy las ciencias adelantas que es una barbaridad, que es una bestialidad, que es una brutalidad”, tal como se canta en la zarzuela “La Verbena de la Paloma”. Las modernas tecnologías, el uso de ordenadores y otras formas del llamado “dinero electrónico” están usándose cada vez más y sustituyendo al dinero físico o metálico que pueda llevar cualquier persona. Los avances en temas de informática y comunicaciones han llegado hasta tal extremo que la operatoria de cobros y pagos se lleva a cabo en reducidas cantidades mediante dinero físico, pero la mayoría de las transacciones son por el llamado “dinero electrónico” que también se denomina “dinero digital” y es consecuente con la digitalización de todo tipo de actividades mundiales que los gobiernos están implantando obligatoriamente, cual es el caso de España.

            Para esta tesitura se suelen usar los vocablos ingleses “cash”, para dinero efectivo, y “card”, tarjeta, como movilización del dinero de forma electrónica, cuyo soporte puede ser una tarjeta de plástico, un teléfono móvil e, incluso, podría llegar a ser la huella digital de una persona o tal vez el color del iris de sus ojos. El tiempo irá incorporando estas fórmulas al sistema de pagos. El dilema entre cash y card ya no es tal, ya que lleva camino de que se va a usar card en todo tipo de transacciones y el cash desaparecerá.  No todos los países tienen el mismo nivel de uso del dinero digital. Los más avanzados, o con mayor volumen de manejo del dinero digital, son Suecia, que en pocos años ha reducido el uso del dinero en efectivo del 39% de las operaciones de compraventa a un 5%. Le sigue Noruega, que sólo utiliza billetes o monedas físicas para el 6% de las transacciones, para lo cual han creado su divisa digital, “eKrona”, que, posiblemente, en un corto periodo de tiempo, alcanzará el 100% de las transacciones mediante el dinero digital, siendo así la primera nación del mundo que no maneje dinero metálico. Como en otras cuestiones, los países nórdicos suelen estar muy avanzados.

            A los anteriores hay que añadir, en tercer lugar, a los Países Bajos, que están pasando del cash al card a una velocidad supersónica, encontrándose en torno al 8%. Le sigue Corea del Sur, cuya capital, Seúl, es una ciudad en la que el dinero en efectivo es algo prácticamente del pasado, y solamente se usa en algunas zonas rurales. Actualmente, la tasa de uso de cash es aproximadamente del 9%. Por el mismo camino, pero ya con cierta distancia, se encuentra Canadá, en la que los pagos en metálico suponen un 12%, y Australia, que se sitúa en una cifra aproximadamente igual que Canadá. Todo lo que he expuesto está en el último informe “The Global Payments”, y recogido de los bancos emisores de cada país.

            Otro país que está acelerando el uso del dinero digital es China, lo cual resulta curioso, porque este país fue el que creó el “papel-moneda”, y puede ver su fin en muy poco tiempo. Las empresas de este país se encuentran ante un uso generalizado de nuevos sistemas de pago y, en particular, la banca. Tienen que mantener un sistema para asegurar el cash de los clientes que ya no es rentable en un momento de bajos ingresos. Por ello, se ha producido una desbandada general del efectivo que se está saldando con varias entidades renegando completamente de él. Muchos bancos están intentando conseguir el estatus de banco digital para no estar sujetos a la obligación de proveer de dinero metálico.

            En el caso de España también va por dicho camino el uso del dinero digital, aunque está algo más retrasado que en la mayoría de los países de la Unión Europea.

            Estimado lector, la tecnología y las novedades en las comunicaciones electrónicas son la gran revolución del sistema financiero mundial. Tal vez sea más cómodo para los ciudadanos. Pero, desde el punto de vista de política monetaria, nos encontramos que la cantidad de dinero digital es muy difícil de cuantificar, ya que son cifras potenciales que pueden usarse mediante tarjetas de crédito que no se han generado por el dinero, sino que son una concesión del banco o de los grandes almacenes y, por tanto, la liquidez del sistema, llamado “oferta monetaria”, es poco susceptible de usar el dinero para fines de política económica como puede ser la estabilidad del tipo de interés.

            Un afectuoso saludo.        

Vicente Llopis Pastor

01 de octubre de 2022

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