A lo largo
de toda la geografía española nos encontramos que en la mayoría de nuestras
villas, ciudades, lugares, avenidas, plazas, monumentos y otros múltiples
ornamentos llevan el nombre de “Bailén”. No nos extrañe porque se refiere a uno
de los grandes hechos militares y civiles que permitieron que España fuera la primera nación que derrotó en campo
abierto al ejército de Napoleón I Bonaparte (1769-1822), emperador de
Francia y con una trayectoria de éxito y ventura en todas cuantas batallas
había llevado a cabo en Europa, aún antes de su brillante “campaña de Italia” y
que se había enseñoreado de Europa durante cerca de veinte años en los que las
potencias europeas habían mordido “el polvo de la derrota”, que le valieron a
Napoleón la consideración de “invencible” y de moldear Europa a su gusto.
Italia, Polonia, Austria, Suecia, reinos, archiducados, ducados y demás
configuraciones políticas europeas habían sido derrotadas en múltiples
ocasiones por este “gran corso”, que se había impuesto como árbitro de Europa y
diseñado a su antojo el mapa político de Europa. Aquel hombre de ambición
desmesurada, verdadero “rayo de la guerra”, tenía la obsesión de hacerse con
Inglaterra y su imperio, algo que jamás logró por la insularidad de este país,
a pesar de su empeño y gasto en marinería para lograrlo. Napoleón no se había
interesado demasiado por España, pero llegado el momento y gracias a la astucia
e ingenio que definían su personalidad, impuso a su hermano José Bonaparte
(1768-1848) como rey de España y se permitió entrar en tierras españolas con la
excusa de poder pasar su ejército a Portugal, desde donde zarparían sus barcos
y navíos a la conquista de Inglaterra.
Odioso empeño
para los españoles, quienes vieron que una vez situado el ejército francés en
nuestro territorio, tomaron posesión de nuestro país, en donde actuaron a
sangre, fuego, violaciones y rapiñas que tuvieron una respuesta de las milicias
populares y del pueblo español, que fueron quienes iniciaron la decadencia de
la Francia Imperial, tocada posteriormente en su derrota y la desaparición de
la más grande aventura napoleónica que finalizó vencido por el Imperio Ruso.
Pues bien,
de los avatares de los franceses en España, cabe destacar uno de los más
gloriosos momentos de nuestra historia patria: la batalla de Bailén, en la que
el general español Francisco Javier Castaños Aragorri Urioste y Olavide
(1758-1852) derrotó estrepitosamente al general francés Pierre Dupont
(1765-1840). Este último entregó su propia espada al general español,
manifestándole que jamás había sido derrotado y que reconocía expresamente la
valentía de los españoles.
La batalla
tuvo lugar durante los días 18 al 22 de julio de 1808 en el pueblo de Bailén,
provincia de Jaén. En unos días de calor sofocante, en la ciudad jienense se
enfrentaron los ejércitos españoles y franceses. El ejército español, comandado
por el general Castaños, estaba compuesto por soldados, milicianos y civiles, y
en ella destacaron algunos oficiales españoles como Teodoro Reding von Biberegg
(1755-1809); Antonio Malet, marqués de Coupigny (1760-1825); José Francisco de
San Martín y Matorras (1778-1850); y Juan Francisco de Saavedra y Sangronis
(1746-1819), quienes conformaron un temerario ejército que se enfrentó a los
muy entrenados soldados franceses que formaban parte de “La Grande Armée”, más
preparados y con enorme experiencia en las continuas batallas que asolaron la
Europa de entonces.
La batalla
de Bailén fue muy meritoria para España, pero no supuso un gran cambio en la
estrategia político-militar entre los ejércitos contendientes. A partir de
dicha fecha, España comenzó a perder sus colonias y no logró hacer caer del
trono español a José I Bonaparte, y nuestro imperio inició su decadencia.
Francia fue derrotada dentro de nuestro país y el propio Napoleón se desplazó a
España para reorganizar y motivar la guerra de los franceses contra los
españoles. Sin embargo, la presencia de Napoleón en España fue muy corta, ya
que tuvo que volver a París para enfrentarse con coaliciones extranjeras que se
envalentonaron al conocer la derrota de los franceses en Bailén. Napoleón no
logró invadir Inglaterra desde Portugal y cambió de estrategia, trasladando su
ejército que mantenía en España para crear el gran ejército que se enfrentó al
Imperio Ruso y que fue la triste y final desaparición del Imperio Francés.
La batalla
de Bailén fue flor de un día, ya que los españoles obtuvimos una victoria
pírrica, pues no logramos nada, económica o políticamente, y aunque recordamos
con especial cariño esta victoria nuestra, en realidad no sirvió para nada y el
propio general Castaños no obtuvo ninguna otra victoria y permaneció como un
personaje más de la aristocracia de los reyes Borbones, sin funciones
ejecutivas, y vivió cómodamente hasta fallecer a los noventa y cuatro años.
Por el
lado francés, al conocerse la derrota del general Dupont, fue encarcelado en
Francia por su negligencia y derrota. Así estuvo unos años hasta la caída de
Napoleón, cuando se reincorporó como general en el reinado de Luis XVIII, que
duró poco tiempo ya que Napoleón volvió a ocupar el trono imperial y Dupont
acabó su carrera militar con más pena que gloria.
El
contingente francés era superior en número al español; las bajas de dicha
batalla fueron 2,034 franceses muertos en combate y 17,635 franceses
prisioneros, frente a 1,000 españoles muertos en combate.
Como
curiosidad he de indicar que en el Arco del Triunfo, edificado en memoria de
las victorias napoleónicas y que está situado en la Plaza Charles de Gaulle de
París, figuran el nombre de todas las batallas que ganó Napoleón, y entre ellas
impunemente figura la de Bailén.
Con este
artículo solamente quiero demostrar la valía de los españoles y su brillante
comportamiento en situaciones delicadas y en momentos de apuro. Los españoles
somos un ejemplo histórico para muchas cuestiones. A pesar de lo cual siempre
estamos enfrentándonos entre nosotros mismos.
Un afectuoso saludo.
Vicente Llopis Pastor
30 de septiembre
de 2022
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