El desarrollo de la Economía está ligado a las actividades de satisfacer las necesidades humanas por medio de los recursos que son, por su naturaleza, limitados. Su contenido es la producción, distribución, consumo, intercambio y otros menesteres derivados de la división del trabajo, ya que una sola persona o una sola nación, no puede abastecerse por su propio esfuerzo de todos los bienes que necesita. Precisamente, el comercio es una de las características genuinas de la actividad económica ya que, en él, confluyen el intercambio de bienes y servicios a través de una unidad común que es el dinero. En los albores de la humanidad el dinero como tal no existía y lo que ocurría es que el trueque, entregar mercancías a cambio de otras mercancías, servía para distribuir los productos necesarios para vivir. A partir de ahí se evolucionó hacia un producto de referencia que, en su momento, fueron bienes o metales determinados, por ejemplo la sal, los metales preciosos, oro, plata, joyas y algunos otros sustitutivos.
Del trueque se pasó al comercio o mercado de bienes y servicios, no sólo
dentro de un país, sino a nivel internacional. Esto permitió un enorme
desarrollo de la economía, sobre todo a partir de la Baja Edad Media. Con el
descubrimiento de América y el inicio de la Edad Moderna las transacciones
comerciales fueron la base de la economía mundial, ya que se descubrió un nuevo
mundo que ofrecía nuevos bienes y productos y apareció el comercio
internacional.
En la Baja Edad Media, es decir, aproximadamente a partir del año 1.000,
se inicia una fuerte expansión comercial entre ciudades, regiones, reinos y
otras fórmulas políticas que se preocupan de incentivar el comercio. Entre
ellos aparece “La Liga Hanseática”, que viene del alemán “hanse”, cuya
traducción al español podría ser algo así como “gremio” y, en este caso, sería
en un gremio de comerciantes. Esta Liga Hanseática fue una federación comercial
y defensiva de comunidades de comerciantes alemanes en el Mar Báltico y de
ciudades que actualmente se encuentran en los Países Bajos, en el norte de
Alemania, Suecia, Polonia, Letonia y Estonia. La lingua franca usada por dicha liga fue el bajo alemán medio y fijó
su sede en la ciudad de Lübeck, en aquél entonces una importante ciudad situada
en el estado federado de Schleswig-Holstein, situada en el Norte de Alemania y
que continúa siendo una importantísima ciudad, la segunda de dicho Estado
después de Kiel.
Entre las ciudades hanseáticas había ciudades portuarias de las regiones
costeras, así como ciudades situadas a lo largo de importantes ríos del
interior que solían desembocar en el Mar Báltico. A través del libre comercio y
de una burguesía empresarial, muchas de estas ciudades lograron un alto nivel
de prosperidad, algunas de las cuales siguen mostrando todavía valiosas
características culturales y arquitectónicas, entre ellas la propia ciudad de
Lübeck, que fue nombrada por la UNESCO en el año 1987 Patrimonio de la Humanidad, destacando las construcciones de
ladrillo en estilo gótico báltico, entre ellas la llamada “Puerta de Holsten” y
otras. Esta ciudad fue durante varios siglos la “capital” de la Liga Hanseática
y fue conocida como la “reina de la Hansa”. Actualmente es también conocida
como “la ciudad de las siete torres”. Formalmente dicha Liga fue fundada en el
año 1358 y se mantuvo durante algo más de trescientos años. Los antecedentes de
dicha Liga provienen de las expediciones comerciales y la piratería que eran
muy frecuentes en el Mar Báltico desde la época vikinga. Por ejemplo, los
marineros de la Isla de Gotland, perteneciente actualmente a Suecia y cercana a
la actual Dinamarca, habían llegado remontando ríos hasta la ciudad rusa de
Nóvgorod, pero las dimensiones de la actividad económica en la zona fueron muy
reducidas hasta que se creó dicha Liga.
Anteriormente, durante los siglos XII y XIII, se fundaron numerosas
ciudades en el norte de Alemania en torno al Mar Báltico, por ejemplo Lübeck,
en 1958, Rostok, Wismar, Stralsung, Greifswald, Stteting, Danzig, Elbing y
otras. En estas ciudades la burguesía se instaló rápidamente en el poder. Las
ciudades teutonas lograron dominar el comercio en el Mar Báltico con
sorprendente velocidad y en el siglo XIV se convirtieron en el nodo central del
comercio marítimo que unía las zonas del Mar del Norte y el Mar Báltico a
través del estrecho que forman Suecia con el Norte de Dinamarca, de esta forma,
el Mar Báltico abrió su navegación a la zona del Mar del Norte que es la más al
Este del Océano Atlántico y la citada Liga se abrió a Dinamarca e Inglaterra e,
incluso, a Noruega e Islandia. El Duque de Sajonia fue quien convirtió la
ciudad de Lübeck en una base para los mercaderes de Sajonia y Westfalia, desde
la cual podían ir hacia el Este y el Norte.
Los mercaderes residentes en aquella amplia zona del Mar Báltico, unidos
al Mar del Norte, comenzaron a fundar gremios con la intención de comerciar con
poblaciones allende los mares, especialmente en las zonas menos desarrolladas
del Mar Báltico, fuentes de madera, cera, ámbar, resinas, pieles, centeno y
trigo, llevados en gabarras desde las zonas interiores a los puertos. Esta Liga
tuvo un gran desarrollo comercial y fue muy conocida a lo largo de la época
medieval, por lo que se organizaban ferias cuando llegaban con madera, ámbar,
trigo, pieles o lino. Al propio tiempo tenía una actividad defensiva frente a
los piratas que pululaban por el Báltico, normalmente procedentes de los
vikingos que se situaron en dicha zona a partir del año 800. Los miembros de la
Hansa trabajaron entonces para adquirir privilegios para sus miembros, por
ejemplo los mercaderes de Colonia, en Alemania, convencieron al rey Enrique II
de Inglaterra (1133-1189) para otorgarles en 1157 privilegios especiales y
derechos a comerciar en Londres, así como exenciones de peajes. Lübeck se
consideró como reina de la Hansa, donde los mercaderes embarcaban bienes hacia
el Mar del Norte y el Báltico, ganando el estatus de “ciudad imperial libre” en
el año 1227, siendo la primera al Este del Río Elba en gozar de tal privilegio.
Durante dichos siglos XII y XIII fue ampliándose dicha Liga hasta ser
creada formalmente en el año 1358, ampliando el acceso a los caladeros de ambos
mares, formando alianzas, desarrollo portuario de la ciudad de Hamburgo y
controlar el tráfico de pescado en salazón, especialmente en los mercados
escandinavos y alemanes. Junto a ello aparecieron nuevas ciudades situadas en
Flandes, la principal de ellas fue Brujas, así como otras. En 1266 Enrique III
de Inglaterra (1207-1272) dio permiso a los mercaderes de Lübeck y Hamburgo
para operar en Inglaterra, al igual que lo permitió en 1282 para la ciudad
alemana de Colonia, de esta forma la colonia de mercaderes alemanes fue la más
poderosa en Londres.
A partir de la constitución formal de la Liga Hanseática en el año 1358,
su desarrollo fue cada vez más importante, llegando a dominar una buena parte
de la Europa Central y del Norte, inclusive con relaciones con el Sacro Imperio
Romano Germánico que consistía en un grupo de ducados, baronías, príncipes y
reyes de pequeños estados que se agrupaban bajo la protección de un emperador
elegido por votación; uno de ellos fue Carlos V de Alemania (1500-1558), nacido
en Flandes y que fue rey de España con el nombre de Carlos I.
Las actividades comerciales e, incluso, defensivas, políticas y
persecución de la piratería, continuaron en cierto modo con el descubrimiento
de América y las nuevas naciones que se crearon a partir del descubrimiento de
América cursaron las mismas fórmulas para comerciar con América, tanto en
productos como para atacar a la potencia dominante entonces en los océanos, que
era España, y a la que Inglaterra, Países Bajos, Francia y Portugal incomodaron
muchísimo. Esta Liga tuvo su gran éxito a lo largo de trescientos años pero
comenzó su declive a finales del siglo XVII con la aparición de lo que se llama
“Zollverein” traducido al español como “Unión Aduanera” y comenzó otra etapa
que fue marginando a dicha Liga Hanseática.
La existencia, desarrollo y desaparición de la Liga Hanseática fue el
fiel reflejo del devenir de Europa durante los más de tres siglos de
existencia. El poder alcanzado por ciudades autónomas, gobernadas por
mercaderes, fue fruto de un cambio en la estructura social y económica, en el
que la nobleza feudal fue perdiendo terreno. También sirvió de muestra para
conocer el poder económico durante la Alta y Baja Edad Media, en las que el
poder económico pasó de basarse en la posesión de tierras a estarlo en el
control comercial. Su agonía coincide, además, con la consolidación del estado
moderno, que cada vez más fue logrando influir en todos los ámbitos, dentro del
marco territorial sobre el que extendió su poder. Un poder central cada vez más
férreo redujo a su mínima expresión las redes y alianzas realizadas al margen
del Estado, que trató a su vez de homogeneizar los mercados en el interior de
sus fronteras. Al mismo tiempo, el desplazamiento del eje comercial hacia el
nuevo mundo dejó a estas ciudades en una posición secundaria. El comercio y,
por tanto, el poder al que se vinculaba, acabó por disminuir drásticamente. Se
crearon nuevas naciones que, de una u otra forma, se corresponden a los
actuales estados que hoy conforman la Unión Europea. Para llegar a esto último
hay que hablar del Zollverein sobre el cual escribiré mañana, así como de la
unificación de Alemania y de Italia.
Hasta mañana.
Vicente Llopis Pastor
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