XV. LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE (1561-1627). SIGLO DE ORO DE LA LITERATURA ESPAÑOLA. AFORISMOS, PROVERBIOS, MÁXIMAS, ADAGIOS, REFLEXIONES Y OTROS CONCEPTOS SINÓNIMOS DE GRANDES LITERATOS Y DESTACADAS PERSONALIDADES (XV)
Tal como expresé en mi artículo de ayer, voy a finalizar esta serie de frases, aforismos y proverbios de Luis de Góngora y Argote (1561-1627). Ahí va esta última remesa:
- Belleza.
“Otra con ella
montaraz zagala juntaba el cristal líquido al humano por el arcaduz bello de
una mano que al uno menosprecia, al otro iguala”.
“No fuera menor; y en
suma si no queréis sea mi pluma la azada de vuestra huesa, no me tengáis más en
calma, que del cuerpo es quien os cura tan confesor, como el cura es el médico
del alma”.
“Con gusto el joven y
atención lo oía, cuando torrente de armas y de perros que, si precipitados no
los cerros, las personas tras de un lobo traía”.
“Si el cielo ya no es
menos poderoso, porque no den los tuyos más enojos, rayos, como a tu hijo, te
den muerte”.
“La dulce boca que a
gustar convida un humor entre perlas destilado, y a no invidiar aquél licor
sagrado que a Júpiter ministra el garzón de Ida”.
“Tan ligero el corzo
es, que no da menos enojos el seguillo con los ojos que alcanzallo con los
pies; y así por mi cuenta hallo que, si consientes decillo, hizo más que tú en
herillo, la saeta en alcanzallo. Más quede el brazo contento, camila, pues que
de hoy más, aunque imposible, podrás decir que has herido al viento”.
“Vencida al fin la
cumbre, del mar siempre sonante, de la muda campaña árbitro igual e
inexpugnable muro, con pie ya más seguro declina al vacilante”.
“Del verde margen
otra las mejores rosas traslada y lilios al cabello, o por lo matizado o por lo
bello, si Aurora no rayos, Sol con flores”.
“Era del año la
estación florida / en que el mentido robador de Europa / media luna las armas
de su frente, y el Sol todos los rayos de su pelo, luciente honor del cielo, en
campos de zafiro pace estrellas, cuando el que ministrar podía la copa a
Júpiter, mejor que el garzón de Ida, náufrago y desdeñado sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas / da al mar; que condolido, fue a las
hondas, fue al viento el mísero gemido, segundo de Arión dulce instrumento”.
“Argos es siempre
atento a su semblante, lince penetrador de lo que piensa, cíñalo bronce e
mídelo diamente, que en sus paladiones amor ciego, sin romper muros introduce
fuego”.
“Hurtas mi vulto y,
cuanto más le debe a tu pincel, dos veces peregrino, de espíritu vivaz el breve
lino en las colores que sediento bebe, vanas cenizas temo al lino breve”.
“No bien, pues, de su
luz los horizontes que hacían desigual, confusamente, montes de agua y piélagos
de montes, desdorados los siente”.
“Belga gentil, prosigue
al hurto noble; que a su materia perdonará el fuego, y el tiempo ignorará su
contextura. Los siglos que en sus hojas cuenta un roble, árbol los cuenta,
sordo, tronco ciego; quien más ve, quien más oye, menos dura”.
“¡Oh paredes, con
quien el fuerte Atlante, que ya sostuvo estrellas, sus espaldas trocara de
diamante! Vosotras incluís dos luces bellas, tales que abrevia el cielo 20, sus
faroles clarísimos en ellas”.
“Cuando, entregado el
mísero extranjero en lo que ya del mar redimió fiero, entre espinas crepúsculos
pisando, riscos que aún igualan mal, volando”.
“Breve esplendor de
mal distinta lumbre; farol de una cabaña que sobre el ferro está, en aquel
incierto golfo de sombras, anunciando el puerto va”.
“Veloz, intrépida
ala, menos cansado que confuso, escala”.
“Lo que lloró la
Aurora, si es néctar lo que llora, y, antes que el Sol, enjuga la abeja que
madruga”.
“De este real paraíso
verde jaula es un laurel de tres dulces ruiseñores que cantan a dos y a tres”.
“No excedía la oreja
el pululante ramo del ternezuelo gamo que mal llevar se deja, y con razón, que
el tálamo desdeña la sombra aún de lisonja tan pequeña”.
“Durmió, y recuerda
al fin cuando las aves, esquilas dulces de sonora pluma, señas dieron suaves
del Alba al Sol, que el pabellón de espuma dejó y, en su carroza, rayó el verde
obelisco de la choza”.
“El bosque dividido
en islas pocas, fragrante productor de aquél aroma que, traducido mal por el
Egito, tarde lo encomendó al Nilo a sus bocas, y ellas más tarde a la bulosa
Grecia, clavo no, espuela sí, del apetito”.
En el caso de la poesía barroca española, la podemos
dividir en dos: el conceptismo y el culteranismo. El conceptismo es propio del
escritor Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), y el culteranismo es
propio de Luis de Góngora y Argote. Cada uno representaría un estilo o escuela
diferente de entender dicha poesía. El primero es la cabeza del conceptismo y
el segundo es el máximo representante del culteranismo.
El conceptismo se entiende como un recurso por el que, de
modo ingenioso, se evita nombrar un referente con su significante habitual,
llamándolo con otro signo con el que está relacionado en el significante o en
el significado. Es una especie de juego de ingenio, un descubrimiento de la
inteligencia que es capaz de encontrar asociaciones increíbles entre conceptos.
Cuanto más rebuscada e ingeniosa es la asociación, tanto más prestigio y
reconocimiento recibe el poeta que la descubre.
El culteranismo es un modo de conceptismo que tiene
especial predilección por el empleo de latinismos léxicos y sintácticos,
metáforas e imágenes deslumbrantes, sensoriales y difíciles. La dificultad,
también extrema, entre la comprensión del poema. Es un término más integrado y
general, que engloba prácticamente al conjunto de la poesía barroca, destacando
un léxico culto y rebuscado.
Luis de Góngora y Argote, como poeta del culteranismo,
escribe con abundantes adjetivos epítetos, muy originales y atrevidos, referidos
a impresiones sensoriales, sobre todo de color; gran cantidad de metáforas,
atrevidas, inéditas, sorprendentes, con el fin de crear un mundo de belleza
absoluta; hace uso exagerado de latinismos sintácticos, invierte el orden
natural de la frase castellana y da especial preferencia a la mitología
clásica, cuyos temas y personajes inundan la creación de Góngora. Por lo
general se repiten los temas y tratados durante el Renacimiento, es decir,
junto a la mitología son temas destacados el amor, la religiosidad y, como
consecuencia del desengaño barroco que desarrolla, también la poesía
satírico-burlesca.
Góngora fue muy admirado por la llamada Generación del 27, que
se dio a conocer en el panorama cultural alrededor de 1927, con motivo del
homenaje a Luis de Góngora organizado aquel año por José María Romero Martínez
en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tercer centenario de la muerte del
autor del Siglo de Oro, y como relevo de la generación del 98 y el
novecentismo.
Entre sus autores figuran Pedro Salinas (1891-1951), Vicente
Aleixandre (1898-1984), Dámaso Alonso (1898-1990) y Rafael Alberti (1902-1999),
entre otros.
Estimado lector, muchas gracias por leerme.
Vicente Llopis Pastor
27 de febrero de 2022
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