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ANECDOTARIO (XXXVII)

 Estimado lector, según comenté en el artículo titulado “Anecdotario (XXXVI)”, voy a seguir incorporando nuevas anécdotas cada lunes. La anterior entrega fueron diez anécdotas. Así que comencemos:

361)         Gengis Kan.

El guerrero mongol Gengis Kan (1162-1227) fue el fundador del Imperio Mongol y el unificador de Mongolia. Quedó huérfano a los diez años de edad, su primera juventud no fue triunfal, pero consiguió imponerse, dominar, crear un ejército, cambiar la forma de sociedad y, podría decirse, que fue un bandido que se dedicó a destruir a aniquilar a sus enemigos y apoderarse así de casi todo el mundo asiático. Venció siempre a sus enemigos y fue conocido como Gran Kan de su país; derrotó a las tribus de Manchuria, dominó todo el Norte de China y llegó a ocupar Beijin. Hacia el Oeste se apoderó de Afganistán, de gran parte del actual Irán y hasta de extensas regiones de la Rusia actual. Cuando sus tropas se apoderaban de una ciudad, pasaban a cuchillo a todos los hombres y se llevaban a las mujeres y los niños. Y parte de los conquistadores se quedaban en la ciudad, se establecían allí con sus mujeres y sus hijos y así se extendía el poderío mongol.

Gengis Kan tuvo cuatro hijos. Un día les reunió y les preguntó:

-          “¿Cuál os parece que es la mayor belleza que puede gozar un hombre en este mundo?”.

Uno de los hijos le dijo que la caza, otro que lanzarse a caballo a toda velocidad, otro que poseer mujeres bellas y otro que vencer al enemigo.

Gengis Kan contestó:

-          “Ninguno de los cuatro sabe toda la verdad. Y yo, vuestro padre, os la voy a decir. La mayor belleza que un hombre puede gozar en este mundo es luchar con los enemigos, echárseles encima, vencerles y matarlos a todos; entrar en las ciudades vencidas, saquearlo y destruirlo todo, oír los gritos de los vencidos, ver llorar a las mujeres de los muertos, echarse sobre ellas y sobre sus hijas y dejar en todas partes un rastro de dolor, de desolación y de muerte”.

362)         Haile Selassie.

Haile Selassie (1892-1975) fue el último monarca en ocupar el trono imperial de Etiopía, se le llamaba “Rey de Reyes”, así como “El Negus”. Etiopía también se podía llamar Abisinia y estuvo ocupada por los italianos en la época fascista de Italia, que la convirtieron en colonia.

Selassie movilizó a los abisinios para defenderse ante la Italia fascista y se dirigió a su país con esta proclama:

-          “Todos debéis movilizaros y todo hombre joven capaz de sostener la espada marchará a Addis Abeba. Los casados llevarán a sus mujeres consigo para que les guisen y transporten la comida; los que no tengan esposa, tomarán una mujer que no esté casada. Las mujeres que tengan hijos pequeños y las que no puedan hacer caminatas a pie quedan exentas de esta Ley. Ellas aparte, todo el que sea encontrado en su casa, será ahorcado”.

363)         El Rey Gustavo V de Suecia.

El Rey Gustavo V de Suecia (1858-1950), que murió a los noventaidós años de edad, fue jugador de tenis y practicó este deporte hasta una edad muy avanzada. En su club, el Kungliga Klubben, mucho tiempo después de su muerte, se guardaba todavía el sombrero del Rey en el cajón que había usado en vida. El Rey jugaba siempre con sombrero.

En un partido de tenis de dobles, formaba pareja con el francés Jean Borotra (1898-1994), uno de los más grandes tenistas del siglo XX, incluido en un grupo de los cuatro mejores tenistas del mundo, a quienes llamaron “los tres mosqueteros”, y que ganó numerosos títulos del Grand Slam.

En un partido de la Copa Davis, Jean Borotra contestaba cuantas pelotas podía, y dejaba las menos posibles para el Rey. Y más de una vez decía a su Real compañero:

-          “Más a la izquierda Majestad, más a la izquierda”.

Y en un cambio de lado, el Rey le dijo a Borotra:

-          “Es curioso, me dice usted lo mismo que me está diciendo siempre mi Primer Ministro”.

364)         Ricardo III, Rey de Inglaterra.

Ricardo III de Inglaterra (1452-1485), en una larga batalla contra las tropas de Enrique Tudor (1457-1509), en la que venció este último y pasó a ser el Rey Enrique VII de Inglaterra, en la llamada “Guerra de las dos rosas”, entre las casas de York y de Lancaster. Ricardo III perdió el caballo, y estuvo en situación muy apurada, rodeado de enemigos, sin montura y sin poder huir. Y, en sus apuros pedía a gritos un caballo y ofrecía por el caballo cuanto tenía. Su grito ha pasado a la Historia de esta forma:

“¡Un caballo!, ¡un caballo!, ¡mi reino por un caballo!”.

Ricardo III murió en dicho combate en el año 1485. Una de las grandes tragedias escritas por William Shakespeare (1564-1616) es, precisamente, la tragedia “Ricardo III”, en la que describe este hecho y las luchas entre los nobles y aristócratas de Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia para alcanzar el trono.

365)         El Cardenal Richelieu.

Armand-Jean du Plessis, más conocido como el Cardenal Richelieu (1585-1642), desde muy joven, hombre metódico, y buscó siempre apoyos legales para el cumplimiento de todos sus propósitos. Estuvo en Roma para hacerse consagrar Obispo. El Papa le vio muy joven y le preguntó:

-          “¿Tenéis la edad?”.

Richelieu dijo que sí. Y una vez consagrado pidió al Papa que le diera la absolución por una mentira, diciéndole:

-          “Os he dicho que tenía la edad y no la tengo. Pero ahora ya soy Obispo, y la cosa no tiene remedio”.

El Papa se enfadó mucho con él, y después dijo a sus Cardenales:

-          “Este hombre llegará. Sabe abrirse paso”.

Llegó a ser Secretario de la Reina Ana de Austria (1601-1666), esposa de Luis XIII de Francia (1601-1643), y después Valido de dicho Rey.

366)         General Ramón Cabrera.

Ramón Cabrera (1806-1877) fue un General carlista que empezó sentando plaza como voluntario. Durante la Primera Guerra Carlista, Cabrera puso sitio a la plaza de Morella y entre Cabrera y el Gobernador de la plaza, Bruno Portilla, que era isabelino, tenían establecida la costumbre de enviarse uno a otro las familias de los prisioneros, para que las mantuvieran, a fin de poder reservar para las tropas la escasez de subsistencias. Y en una ocasión, el Gobernador de Morella se dirigió a Cabrera en estos términos:

“Remito a usted, por vez primera, esas familias para que las mantenga, y le iré haciendo sucesivas remesas, según me acomode, pero cuidaré siempre de quedarme con los parientes de los individuos que se hallen a las órdenes de usted, para que me sirvan de alimento cuando no tenga otra cosa que comer, porque este fuerte, no será nunca del faccioso Carlos, ínterin exista piedra sobre piedra y tengan vida los leales defensores que lo guarnecen. Morella, 10 de diciembre de 1837. Firmado Bruno Portilla Velasco”.

Cabrera le contestó de la siguiente forma:

“En vista de cómo ustedes proceden, no deberán extrañarse que, contra toda mi voluntad, les mande algunas docenas de individuos de su partido, que habitan en los pueblos que yo domino, y de los que con ellos pueda ocurrir será usted responsable ante Dios y ante los hombres. Aunque alguna vez carezca de víveres, jamás comeré carne humana, porque no soy antropófago, como usted se gloria de serlo en su carta, al decir que, aunque no tenga cosas que comer, le servirán de alimento los parientes de los individuos que se hallan a mis órdenes. Firmado Ramón Cabrera”.

367)         Félix Lope de Vega y Carpio.

Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635) tenía cierta amistad con el poeta Vicente García Ferrándis (1579-1623), llamado “El Rector de Vallfogona”, aunque este último cultivara la poesía menos adecuada para competir con el romanticismo. Se cuenta que se encontraron una vez caminando ambos juntos y encontraron a un niño dormido con la cabeza apoyada en una piedra. Lope de Vega dijo:

-          “O la piedra es de lana o el niño es de bronce”.

Y Vicente García le contestó con el siguiente cuarteto:

-          “No hay más lana / que no pensar en mañana / ni hay más bronce / que no tener años once”.

368)         La Gioconda.

La mujer que ha pasado a la historia con el nombre de “La Gioconda” se llamaba Lisa Gherardini (1479-1542), de la nobleza florentina. Casada con un rico propietario de Florencia, de apellido Giocondo (1455-1539). Leonardo da Vinci (1452-1519) le hizo el retrato más o menos entre 1503 y 1516. Leonardo se negó a entregar el cuadro con la excusa de que no estaba terminado. No se separó de su obra en muchos años y, al fin, lo vendió al Rey de Francia Francisco I (1494-1547) por 4.000 escudos de oro. De esta forma pasó el famoso cuadro de La Gioconda al Museo del Louvre.  

369)         Charles Lindbergh.

El famoso aviador Charles Lindbergh (1902-1974), que en el año 1927 cruzó el Atlántico en avión, después de su regreso a Norteamérica, tuvo que dejarse homenajear algunas veces. En uno de los homenajes le pusieron de compañera a una muchacha, cosa que sorprendió al Lindbergh. Pensó que ella podía tener alguna relación con los servicios de aviación. Lindbergh era hombre de pocas palabras, y túimido con las mujeres. Y le preguntó a su compañera de mesa:

-          “¿Acaso la señorita vuela?”.

Y ella, aturdida, contestó:

-          “Yo, no. ¿Y usted?”.

La pregunta chocó tanto al aviador, que continuó hablando con la muchacha, y poco tiempo después, se casaba con ella. El aviador solía decir:

-          “Mi mujer empezó a gustarme una vez que me preguntó si yo había volado alguna vez”.

370)         Amedeo Modigliani.

El pintor italiano Amedeo Modigliani (1884-1920), establecido en París desde el año 1906, nunca consiguió triunfar durante su vida. Es uno de los casos más evidentes del éxito llegado demasiado tarde, sólo después de la muerte. Modigliani nunca consiguió mejorar su mala posición económica gracias a la venta de sus cuadros. Y, poco tiempo después de muerto, ya se pagaban por sus cuadros precios muy altos. Ahora, un Modigliani auténtico vale una fortuna.

En París le ayudaba algo la dueña de un bistró, una tal señora Weil. Allí, en los sótanos del establecimiento, Modigliani hizo una primera exposición de sus obras; mujeres desnudas casi todas. Intervino la policía y la señora Weil fue detenida y encarcelada, aunque poco después la dejaron en libertad. Modigliani daba entonces uno de sus cuadros por una comida. Cuadros por los que ahora se pagarían millones.

 

Estimado lector, habrá diez nuevas anécdotas el próximo lunes.

Un afectuoso saludo. Continuará…

 

              

Vicente Llopis Pastor

25 de octubre de 2021

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