Estimado lector, según comenté en el artículo titulado “Anecdotario (XVI)”, voy a seguir incorporando nuevas anécdotas cada lunes. La anterior entrega fueron diez anécdotas. Así que comencemos:
261)
Conde de Villamediana.
El Conde de Villamediana (1582-1622) se llamaba don
Juan de Tassis y de Peralta. Fue bien portado, elegante, guapo y famoso
caballero. Tenía fama de donjuanismo. Murió asesinado a los cuarenta años de
edad.
Se dice que, en una fiesta de toros en la Plaza Mayor
de Madrid, el Conde se lució con el arte de picar algunos toros. Era buen
caballero a caballa y buen picador con la pica. Un cortesano que asistía a este
espectáculo en la Plaza Mayor dijo: “¡Pica bien el Conde!”.
Y el Rey, Felipe IV (1605-1655) entre dientes, que
entonces tenía diecisiete años de edad, murmuró: “Sí, pero pica muy alto”.
Y con este “picar alto” se refería a los intentos
amorosos del Conde con la Reina Isabel de Francia (1603-1644). Ésta, dos años
mayor que el Rey, tenía entonces diecinueve años.
262)
Amadeo Vives.
El músico y compositor Amadeo Vives Roig (1871-1932),
autor, entre otras, de las zarzuelas “Doña Francisquita” y de “Maruxa”, era al
parecer hombre muy mordaz y poco dado a elogiar a los otros músicos de su
tiempo. Se cuenta que, a raíz del estreno de “La montería”, del maestro Jacinto
Guerrero Torres (1895-1951), Amadeo Vives se encontró, estando con un grupo de
amigos, con él, y por todo saludo le dijo:
“¡Vaya cosa mala que ha estrenado usted! Eso de la
montería. Estuve a verlo y ¡vaya tostón!”.
El maestro Guerrero parece ser que le contestó algo
así:
“Pues yo, maestro, lo poco que sé de música lo he
aprendido de usted”.
Y recibió la siguiente contestación:
“Pero ha elegido mal y sólo ha aprendido lo malo, de
lo bueno, nada”.
263)
Ramón Gómez de la Serna.
Ramón Gómez de la Serna y Puig (1888-1963) fue un
político, escritor y periodista perteneciente a la generación de 1914 o
novecentismo e impulsor del género literario conocido como “greguerías”.
Durante uno de sus viajes por África, preguntó el
precio de un collar de dientes de cocodrilo. El vendedor, un indígena, le dijo:
“quinientas libras”.
“Por este precio puedo comprar un collar de perlas”. El
indígena le contestó: “Si esto es verdad, son seiscientas libras. Piense que es
mucho más fácil sacar una perla de una ostra que un diente de la boca de un
cocodrilo”.
264)
César González-Ruano.
César González-Ruano (1903-1965) fue un periodista y
escritor español que cultivó todos los géneros literarios. Contó en una ocasión
que había conocido en Madrid a un joven escritor, muy despreocupado, que
estando una vez sin dinero, propuso a un amigo suyo, que tenía dinero, hacer
una comedia entre los dos. Estaba seguro de estrenarla y sólo le pedía que le
anticipara algún dinero mientras la escribían. El otro aceptó. Se reunían en un
café, el escritor dictaba todo lo que se le ocurría y el otro lo iba escribiendo.
La cosa duró hasta terminar la comedia, bastante tiempo. Todo el tiempo que
necesitó el escritor para dictarle a su amigo la obra: “Los intereses creados”
de Jacinto Benavente y Martínez (1866-1954), dramaturgo, director, guionista y productor
cinematográfico, Premio Nobel de Literatura en 1922; que no se pudo estrenar,
evidentemente, porque ya se había estrenado y a nombre de su verdadero autor.
265)
Antonio Cánovas del Castillo.
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) fue un
político e historiador español. Presidente del Partido Conservador con Alfonso
XII (1857-1885) y con la regencia de su viuda, María Cristina de Augsburgo (1858-1929)
y madre de Alfonso XIII (1886-1941), murió asesinado por un anarquista llamado
Angiolillo.
Tenía cierta fama de ser hombre galante con las
mujeres, cosa a la vez de buen político y de buen español. Y se cuenta que, en
cierta ocasión, en un baile que se celebraba en la Embajada de Alemania, el
embajador observó cómo algunas señoras se acercaban a Cánovas del Castillo,
entonces Presidente del Consejo de Ministro, y hacían todo lo posible para
hablarle algunos minutos a solas. Y, en una parte, le dijo a Cánovas: “Veo que
las mujeres le molestan con muchas peticiones”.
Cánovas le contestó: “¡Qué se le va a hacer! Pero no
me molestan las mujeres por lo que me piden; si algunas me molestan, es por lo
que me niegan”.
266)
Trajano.
Marco Ulpio Trajano (53-117), Emperador romano nacido
en la Bética, en Hispania. Es considerado como el primer Emperador nacido en
provincias y no en Roma.
Trajano, al investir a un nuevo Pretor, le daba una
espada y le decía: “Te la doy para que me defiendas con ella mientras yo sea un
Emperador justo. Y para que me mates con ella si un día soy para mis súbditos
un tirano”.
267)
Iván Turguéniev.
Ivan Sergué Yevich Turguéniev (1818-1883), escritor,
novelista y dramaturgo ruso, el más europeo de los narradores rusos del siglo
XIX, era hijo de una madre de carácter muy duro, que castigaba con rigor a sus
hijos y los castigos consistían en darles de palos o en azotes. Cuenta Turguéniev
que sus salidas infantiles de ingenio y de sinceridad le valieron muchos
castigos. Y cita dos de esas ocurrencias. Un día les visitó el poeta Iván Ivánovich
Dimitriev (1790-1837), autor de fábulas. Turguéniev tenía entonces siete años
y, cuando supo de quién se trataba le dijo: “Me gustan más las fábulas de Iván
Andréyevich Krylov (1769-1844), poeta y dramaturgo.
Su madre, en castigo de su sinceridad, le vapuleó. Otra
vez, les visitó una señora aristócrata. Le presentaron al niño y ella le dijo: “Eres
un niño muy guapo”. Turguéniev le devolvió así el elogio: “Y vos, señora, sois
fea como una mona”. La contestación le valió otra tanda de palos de su madre.
268)
La Rochefoucault.
Françoise de La Rochefoucault (1613-1680), IV Duque de
Rochefoucault, escritor, poeta, aristócrata, político y militar francés, conocido
sobre todo por su obra “Máximas”, que son reflexiones y sentencias morales
publicadas en un volumen muy reeditado desde que apareció.
Era un caballero cortesano, y se cuenta que una vez,
en la Corte de Luis XIV de Francia (1638-1715), le preguntaron por qué había escrito
su libro. Él contestó: “Seguramente porque me he sentido escritor”.
-“¿Y qué entendéis por sentiros escritor?”.
-“Pues, sin duda, sentir que no son suficientes para
uno los libros que han escrito los otros”.
269)
Luis XIV de Francia.
El Rey Sol, Luis XIV de Francia (1638-1715), vivió
setentaisiete años y fue proclamado Rey a los cinco años, o sea, que, más o
menos, reinó durante setentaidós años. No es extraño que dijera “L’Etat c’est
moi”, en español “El Estado soy yo”.
Estaba una vez en guerra con Flandes, cuando España la
había perdido, y su ejército tenía sitiada la ciudad de Lille. El Gobernador de
la ciudad mandó un emisario al Rey, para saber dónde estaba situada la tienda
real.
-“¿Para qué lo queréis saber?”. Preguntó Luis XIV.
-“Para no tirar sobre la tienda”.
Y Luis XIV, muy en su papel histórico, le contestó: “Mi
tienda, como Rey de Francia, es todo el campamento donde están mis soldados.
Decid al Gobernador que, si no quiere tirar sobre mi tienda, se abstenga de
tirar”.
270)
Alejandro Dumas, padre.
Alejandro Dumas Davi de la
Pailleterie (1802-1870), escritor y novelista con obras tales como “Los tres
mosqueteros”; “El Conde de Montecristo”, “El hombre de la máscara de hierro”. Durante
cierto tiempo fue un escritor contemporáneo de su hijo, el otro Alejandro Dumas
(1824-1895).
A los trece años, Dumas,
padre, vivía en Villers-Cotterets y su mayor deseo era conocer París. No hablaba
de otra cosa. Y muy joven todavía, parece ser que a los quince años, marchó a
París con otros dos amigos. No tenían dinero, y el viaje lo hicieron, en parte,
a pie. Dumas, ya en París, fue al teatro, donde actuaba el gran actor
Françoise-Joseph Talma (1763-1826), muy admirado en su momento por Napoleón Bonaparte
(1769-1841).
Dumas se presentó al actor y
le dijo: “Yo quiero escribir para el teatro”.
Talma le hizo algunas
preguntas y le dio un consejo: “Vuélvete a tu pueblo y a tu casa, y olvídate de
París, es lo mejor que puedes hacer”. Dumas le contestó: “Y vos, Señor, lo
mejor que podéis hacer es no olvidaros de mí, pues quizás algún día vendréis a
pedirme que os deje representar una obra mía”.
Y el día llegó. Y no fue
Dumas, sino Talma, el que tuvo la amabilidad de recordarlo.
A Alejandro Dumas padre,
algunos lo consideraban como supuesto autor de ciertas obras suyas, ya que tuvo
“negros” que escribían para él y hacía uso de traducciones.
Estimado lector, habrá diez
nuevas anécdotas el próximo lunes.
Un afectuoso saludo.
Continuará…
Vicente Llopis Pastor
26 de julio de 2021
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