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ANECDOTARIO (XIX)

Estimado lector, según comenté en el artículo titulado “Anecdotario (XVIII)”, voy a seguir incorporando nuevas anécdotas cada lunes. La anterior entrega fueron diez anécdotas. Así que comencemos:

181)         Luis XVI de Francia.

Luis XVI de Francia (1754-1793) consultaba un día la lista de los aspirantes a ocupar las vacantes de la Escuela Militar. Había 40 plazas vacantes y en la lista le mandaban 600 nombres. Y, junto al de cada aspirante, el nombre de la persona que lo recomendaba. Entre esos nombres figuraban el de la Reina, el del Delfín, el del Ministro de la Guerra… Pero algunos nombres, muy pocos, no llevaban recomendación alguna. El Rey preguntó:

“¿Y a esos pocos quién les recomienda?”.

Su Ayudante de Campo, que le había traído la lista le dijo: “Nadie. No ha habido nadie que se interesara por ellos”.

Entonces el Rey dijo: “En este caso tendré que recomendarlos yo”.

El Rey puso su nombre junto al de los pocos que iban sin recomendación alguna. Y fueron, como es de suponer, los primeros en la lista de los admitidos. Y, sin duda, los más sorprendidos.

(Luis XVI de Francia y su esposa María Antonieta de Austria (1755-1793) fueron guillotinados por la Revolución Francesa).

182)         Catón El Joven.

Catón El Joven (96 a.C.-45 a.C.) fue un político romano con suma severidad en sus servicios a la Administración Pública romana. Era bisabuelo de Catón El Viejo (234 a.C.-149 a.C.), político, escritor y militar romano.

Le preguntaron a Catón El Joven si se arrepentía de algo que hubiese hecho. Y contestó que sí, que de tres cosas se había arrepentido. Y las dijo:

“Primera, de haber confiado un secreto a mi mujer. Segunda, de haber embarcado para un viaje que pudiera haber hecho por tierra. Y tercero, de haber pasado un día sin hacer nada de provecho”.

183)         Fontenelle.

Bernard le Bovier de Fontenelle (1657-1757), escritor y filósofo francés que falleció en París a los 100 años de edad, estaba un día con otros invitados en el jardín de una casa noble. El dueño de la casa le explicaba las perfecciones de su jardín. Acerca de un parterre todo en flor les dijo: “No nos acerquemos. Está tan cuidado que merece todo nuestro respeto. Y los hombres sólo de lejos sabemos respetar como es debido”.

A lo que Fontenelle protestó diciéndole: “No me gustan esas cosas que tanto respeto merecen. ¿Qué pensarían de nosotros las damas que nos acompañan si las respetamos así?”.

Y una de las damas le dio la razón diciendo: “Tiene razón Fontenelle. La única falta de respeto que no perdonan las mujeres es el excesivo respeto”.

184)         Lúculo.

Lucio Lucinio Lúculo (109 a.C.-57 a.C.) era un ciudadano romano que logró fama por la magnificencia de sus banquetes y fiestas. Fue también uno de los hombres más ilustrados de Roma y tenía la casa llena de libros. Todavía ahora, se habla de “una comida a lo Lúculo” como una opípara muy bien servida. Plutarco de Queronea (46-120), en uno de sus libros dice: “En las cenas de Lúculo se veía en todo el fausto y la riqueza; en los paños de púrpura, en las vajillas, en los coros y representaciones y en la gran cantidad de suculentos manjares que se iban sirviendo”.

Se cuenta que una noche, Lúculo comía solo en su casa. Era la primera vez en mucho tiempo que esto ocurría. Su criado principal preguntó cuántos eran a cenar.

Lúculo le contestó: “Yo solo”.

El criado indicó: “¿Sin invitados?”.

Lúculo le dijo: “Sin ninguno, hoy comeré solo”.

EL Jefe de Servicio, que era un esclavo, no se molestó en preparar una gran cena, ni en disponer la mesa con excesivo lujo. Y cuando Lúculo vio la falta de servicio y la escasez de manjares llamó a su criado y le reprochó tanta sencillez.

El criado le dijo: “Señor… pensé que hoy, si no había ningún invitado…”.

Lúculo le contestó: “¿Cómo que no hay ninguno? ¿Es que no te das cuenta de que hoy Lúculo está invitado a cenar en casa de Lúculo?”.

Y exigió, como en los otros días para otros, una cena abundante y bien servida para él solo.

185)         Robert Mitchum.

Robert Mitchum (1917-1997) fue un prolífico actor y cantante estadounidense. Un director de cine, la primera vez que le dirigió, antes de empezar le dijo: “Le advierto, querido Mitchum, que yo no soy dueño de mis nervios. Cuando me enfado con un actor, le insulto, aunque sea de la talla de usted. Claro que el enfado se me pasa muy pronto y quedo tan amigo como antes”.

Y Mitchum, tranquilamente, le replicó: “Es una curiosa coincidencia. A mí los nervios se me alteran también muy fácilmente. Y en cuanto me dicen algo desagradable me lío a puñetazos. Claro que el enfado se me pasa también enseguida y, entonces, lo primero que hago es ir a la clínica a ver a mi víctima”.

186)         Gioachino Rossini.

El músico italiano Gioachino Rossini (1782-1868), autor de algunas óperas muy populares, como “El barbero de Sevilla” y “Guillermo Tell”, durante los ensayos trataba a los músicos con mucho rigor, y no les perdonaba la más ligera distracción y, por añadidura, les pagaba poco. Una tarde antes del ensayo, fue a la peluquería. El peluquero, después de afeitarle le dijo:

“Hasta dentro de un rato, señor”.

Rossini le preguntó: “¿Dentro de un rato, por qué?”.

El peluquero desapareció un momento y regresó con un bigote postizo y entonces Rossini le reconoció: era uno de los clarinetes de su orquesta.

Rossini le dijo: “¿Y sois peluquero?”.

Contestándole el peluquero: “Señor, no me llega el sueldo que me pagáis para mantener a los míos. Y así, entre la peluquería y la música…”.

Lo más curioso de este caso es que Rossini era cliente de aquella peluquería desde hacía muchos años, desde casi tantos como hacía que el músico tocaba en su orquesta.

187)         Alfonso XIII.

El que fuera Rey de España, Alfonso XIII (1886-1941), durante una cacería se había alejado de los demás. Se detuvo a descansar a la sombra de un árbol, y un campesino de por allí se acercó a preguntarle:

“Dicen que el Rey anda cazando por aquí. ¿Sabe usted si es verdad?”.

El Rey le dijo: “Pues sí; dicen que sí”.

El campesino le dijo: “Me gustaría conocerlo”.

A lo que Alfonso XIII le dijo: “Venga conmigo. Cuando lleguemos verá que todos se descubren menos uno. El que no se descubre, ése es el Rey”.

Fueron los dos al encuentro de otros. Cuando les vieron llegar, todos se descubrieron. Y el Rey preguntó al campesino: “Bueno, pues ya sabe quién es”.

El campesino le dijo: “Sí; una de dos: o es usted o soy yo. Porque somos los únicos que estamos con el sombrero en la cabeza”.

188)         Edison.

El inventor Thomas Alva Edison (1847-1931), inventor entre otras cosas del primer gramófono, decía un día que antes de lograr un resultado aprovechable, pasaba siempre por muchas experiencias fracasadas. Decía:

“Intento ahora encontrar un nuevo tipo de acumulador y llevo hechos ya alrededor de siete mil experimentos”.

“¿Con buen resultado?”, le indicó uno de los asistentes.

A lo que Edison le dijo: “Excelente. Ya sé que hay siete mil fórmulas que no me sirven para nada”.

189)         Guillermo II, Kaiser de Alemania.

Guillermo II (1859-1941), último Emperador de Alemania, no parecía en la juventud muy dotado para el gobierno de un país. Se cuenta que su padre, el Emperador Federico III (1831-1888), cuando el Príncipe Guillermo fue declarado oficialmente mayor de edad dijo:

“La verdad es que este hijo mío completamente mayor de edad no lo será nunca”.

Fue, según parece, muy superficial en todo, aunque presumió siempre de entenderlo todo muy bien. Y se las daba de muy entendido en arte y ciencia de guerra, aunque según sus generales, la verdad era todo lo contrario. Quiso una vez dirigir personalmente unas maniobras militares. Hacia el final detuvo su caballo ante el de uno de sus generales y le preguntó:

“¿Algún comunicado, General?”.

El General le contestó: “Ninguno, Señor”.

Guillermo II le increpó diciéndole: “¿Cómo que no? Vuestra obligación como General es darme un comunicado”.

Y el General le manifestó: “Si me lo exigís, os lo daré. Y será éste: “Que toda esta maniobra ha sido, desde el principio al fin, un incalificable disparate””.

El General, en castigo de haber dicho la verdad, fue retirado del servicio activo.

190)         Albert Schweitzer.

Albert Schweitzer (1875-1965), filósofo, musicólogo y médico, dirigió durante muchos años un dispensario en la selva centroaficana. Un negro le llevó a una mujer ya en la primera madurez.

“¿Qué le pasa?”, le dijo el doctor Schweitzer.

Contestándole el negro: “Nada. Pero quisiera que me la rejuveneciera”.

“Esto es imposible”, dijo Schweitzer.

El negro le respondió: “Sí, doctor, aunque sólo le durara dos o tres días. Es para venderla”.

 

Estimado lector, habrá diez nuevas anécdotas el próximo lunes.

Un afectuoso saludo. Continuará…

              

Vicente Llopis Pastor

31 de mayo de 2021

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