El mercado financiero internacional, la globalización, el recurrir a financiación extranjera, el endeudamiento con instituciones internacionales, los préstamos de empresas españolas que reciben financiación extranjera, los españoles que se endeudan con bancos extranjeros, y todo tipo de decisiones económicas que generan deudores y acreedores, es algo propio de la operativa económica y financiera actual. En España es habitual el medir la Deuda Soberana española, es decir, lo que debe el Estado español, séase Gobierno Central, Comunidades Autónomas u otros organismos, a inversores extranjeros y que, con motivo del coronavirus y algunas decisiones complementarias del Gobierno, han llegado a situarse actualmente en un 130% del Producto Interior Bruto (PIB), cifra insostenible, que vulnera las condiciones de estabilidad de los países que componen el euro, cual es el caso de España, y que difícilmente se podrá pagar aunque pasen cien años, ya que para ello los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de cada año habrían de tener un superávit mayor del 1%, cuando, en realidad, está expandiéndose el gasto público de tal manera que, en el año 2020, han tenido un déficit del 11,2%, y el 2021 se espera un déficit superior al 7%, y así sucesivamente.
Déficit
más déficit más déficit no traen otra cosa que engordar la deuda de nuestro
país con inversores y bancos extranjeros. Y demos gracias a Dios porque por la
gentileza de insuflar liquidez por parte del Banco Central Europeo (BCE) hemos
podido financiar múltiples actividades públicas que incluyen préstamos del BCE
por encima de 150.000 millones de euros. Esto es un aldabonazo para la economía
española, que no se había dado, creo yo, a lo largo de nuestra milenaria
historia. Pero no solamente hay que hablar de la Deuda Soberana, sino que hay
que añadir la deuda que las empresas españolas tienen con inversores y bancos
extranjeros e, incluso, las personas individualmente que han recurrido a endeudarse
en el extranjero para sus gastos y necesidades, tanto de inversión como de
consumo.
Por
curiosidad y por entender la malévola situación económica que tiene España he
acudido a algunas cifras que ha hecho públicas el Banco de España,
instituciones internacionales y servicios de estudios de diversas entidades. Y
me encuentro con las siguientes cifras según algunas informaciones que he
analizado y que se resumen de la siguiente manera:
a)
Deuda Pública Soberana. 1,6 billones de euros, que
supone un 130% del PIB.
b)
Deuda de las empresas españolas no financieras que han
recurrido a préstamos o inversores extranjeros. 1 billón de euros, que supone
el 95%.
c)
Por otro lado están los hogares o familias que han
tenido que recurrir a endeudarse en entidades extranjeras y que se sitúan en
0,5 billones de euros, que supone el 45%.
Sumando
estos tres apartados nos encontramos que España tiene una deuda con el
extranjero de 3,1 billones de euros, lo que supone el 270% del PIB. Destacando
que, sólo en el año 2020, esta deuda ha aumentado en 200.000 millones de euros,
financiados por el BCE, entidades financieras y bancos extranjeros. Esta cifra
del año 2020 es inaudita, ya que ha aumentado la deuda de los españoles en
cerca del 20%.
Con
estas magnitudes, la situación de endeudamiento en España es tan alta que
difícilmente se va a poder solucionar, salvo que España venda o arriende parte
de su territorio a otros países para poder sufragar dicha deuda; o que los
españoles alcancen un quíntuplo de productividad y ventas para que en un periodo
de tiempo, posiblemente cien años, puedan sufragar su deuda.
Estimado
lector, esta es la situación de la economía de nuestro querido país, la
economía, muy poco estudiada, pero que es el fundamento básico para la riqueza,
producción y empleo de un país. Si el país, como es el caso de España, no tiene
una estructura financiera correcta y ortodoxa, como es el caso de los 3,1
billones de euros de deuda que jamás había alcanzado España en su milenaria
historia y que supone el 270% del PIB, la capacidad de decidir, emprender,
realizar y producir quedan muy limitadas. En la actual situación económica
española no nos debe extrañar que aparezcan los llamados “hombres de negro”,
que ya sabe usted, amigo lector, cuáles son sus funciones. Esperemos que no
pase de ahí y no caigamos en una situación en la que nos visiten “los cuervos
de negro”.
Amigo
lector, de todas maneras no se asuste. Sólo son cifras. Y las cifras, cifras
son.
Hasta
el próximo artículo.
Vicente Llopis Pastor
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