Joseph Fouché (1759-1820) fue un eclesiástico y político francés que ejerció un gran poder durante la Revolución Francesa, el Imperio Napoleónico y la Restauración Borbónica en Francia. Es decir, se mantuvo cerca de treinta años en el poder independientemente de quien gobernara o qué tipo de Constitución existiera en Francia, séase la monarquía de Luis XVI; Revolución Francesa; Convención; Consulado; Imperio Napoleónico; monarquía de Luis XVIII; vuelta del Imperio Napoleónico y reanudación de la monarquía de Luis XVIII. En todas estas etapas se mantuvo fundamentalmente como Ministro de Interior. Fue una personalidad muy poderosa y de gran influencia en Francia, durante la tormentosa etapa política que vivió Francia y Europa durante finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Fouché fue el fundador del espionaje moderno y el responsable de la consolidación del Ministerio de Policía de Francia, posteriormente denominado Ministerio del Interior, una de las instituciones más avanzada de la nación. Se le suele comparar con Charles Maurice de Talleyrand (1734-1838), que igualmente estuvo al servicio de los diversos regímenes de esa turbulenta etapa de la historia de Francia de la que fue Ministro de Asuntos Exteriores. Fouché estuvo al frente de la política interior de Francia mientras que Talleyrand lo fue en la política exterior. Ambos se vigilaban uno a otro y, en ocasiones, colaboraron o intrigaron contra quien representara la Jefatura del Estado; séase la Monarquía; la Revolución Francesa y, sobre todo, el Imperio Napoleónico. Hay cierto paralelismo entre ambos, ya que primeramente fueron clérigos y posteriormente lo abandonaron y se transformaron en políticos de gran envergadura y de los que no se podían desprender los Jefes del Estado francés.
Joseph
Fouché es muy conocido porque el escritor austríaco Stefan Zweig (1881-1942),
el más famoso poeta, dramaturgo y biógrafo de los primeros cuarenta años del
siglo XX, publicó una obra titulada “Fouché, el genio tenebroso”, en el que
trata una semblanza de la forma de entender la política de Fouché y de las
barbaridades y falta de escrúpulos que tuvo durante su vida. Independientemente
de ello, me voy a limitar a describir su trayectoria vital y, en algunos casos,
hacer alguna referencia a las opiniones de Stefan Zweig sobre la personalidad
de Fouché.
Fouché
nació el 31 de mayo de 1759, en el puerto de Nantes, Francia. Fue hijo de una
humilde familia marinera; era enfermizo y endeble e ingresó en el seminario
como religioso de la “Congregación del Oratorio”. Es en el seminario en donde
comienza sus estudios y donde más tarde enseñaría latín, matemáticas, física y,
después de diez años, abandona el cargo de Profesor en el Seminario y entra en
la política. Su carrera eclesiástica fue muy corta pero le sirvió para defender
sus ideas políticas que fueron bastante inmorales, tenebrosas y oscuras.
La
carrera política de Fouché se caracterizó, sobre todo, por su habilidad para
asegurarse su propia supervivencia y por mantenerse a flote a toda costa,
independientemente de quién ocupara el poder; además de su desmedida ambición,
fue un hombre audaz, frío, ambiguo e impenetrable. No destacaba por su
presencia en la vida pública, no era de los que hablaba a voces en las tribunas
de oradores ni de los que proclamaban discursos grandiosos, más bien actuaba
por detrás, moviendo los hilos de la política con movimientos silenciosos e
inapreciables a simple vista. Era más grande para él la satisfacción de saber
que el poder lo controlaba bajo las sombras, menor que el tener un título de
gobernante. Y así se manifestó continuamente. Analizando su trayectoria en los
diferentes regímenes del Estado francés nos encontramos con las siguientes
etapas:
a) Revolución Francesa.
La
Revolución Francesa estalla el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla,
que Fouché apoyó con ardor. Y entra en la “Asamblea Nacional”, primeramente
adhiriéndose a los “girondinos”, que formaban la mayoría, y eran de tendencia
más suave. Los girondinos van perdiendo su hegemonía y comienza a manejar la
Asamblea Nacional los “jacobinos”, de política dura y, en ocasiones,
terrorista, con la figura de Maximilien de Robespierre (1758-1794), en la época
llamada “El terror”, y así pasa de ser un monárquico moderado a uno de los
jacobinos más radicales, convirtiéndose en miembro del “Comité de Salvación
Pública”, órgano político del Gobierno francés formado por miembros de la
Convención Nacional. Esta Convención fue la institución principal de la Primera
República Francesa, de carácter constituyente, con 749 miembros, y en la que
las distintas facciones de girondinos y jacobinos, por la forma de sentarse en
el hemiciclo, se derivó en las denominaciones políticas de “derechas” o de “izquierdas”.
Fouché fue uno de los que defendieron y votó la ejecución del Rey Luis XVI
(1754-1793).
b) Reinado del terror.
Durante
la dictadura del Comité de Salvación Pública fue uno de los representantes
enviados a provincias para implantar “el terror”, época de auge de la
Revolución Francesa entre los años 1793-1794, caracterizada por el terrorismo
de Estado. Fouché es enviado a Lyon (1793), distinguiéndose por su celo en la
campaña de descristianización, que se mantuvo desde 1793 a 1801, en la que
Bonaparte firma un concordato con la Santa Sede y deja de perseguir a la
Iglesia cristiana y en la represión de forma brutal, matando a miles de
burgueses y adinerados, destacando por su actuación sanguinaria que le valdría
el apodo de “Mitrailleur de Lyon”, en español, “Ametrallador de Lyon”. Esta
carnicería que llevó a cabo siempre supuso un apelativo de lúgubre, sombrío,
siniestro, tétrico y macabro. A la vuelta a París se enfrenta a Robespierre, de
quien había sido muy cercano, pero con el que posteriormente sostuvo una gran
enemistad y cuya proximidad a Jacques-René Hébert (1757-1794) veía Robespierre
con antipatía. Robespierre logra alejarlo del poder, pero Fouché vuelve a
conspirar una vez más y logra hacerse con la presidencia del Club de los
Jacobinos, cargo que pierde por causa de los manejos de Robespierre. Según el
propio Robespierre, Fouché fue el cocinero de la conspiración que dio lugar a
la caída de Robespierre y su muerte guillotinado en el año 1794. A partir de
entonces el Gobierno Revolucionario de Francia pasa a estar formado por un
Directorio.
c) Directorio.
Con
la llegada del Directorio, Fouché es encarcelado y perseguido por su
colaboración en la etapa de Robespierre, y tiene que esconderse durante tres
años en los que vivió en la pobreza extrema, pero usando una vez más sus
habilidades políticas, comenzando a trabajar y a ganarse la confianza del
miembro del directorio Paul Barras (1755-1829), al que ayuda a acabar con la “Conspiración de los iguales”, un
intento de derrocar al Directorio y establecer un nuevo régimen promovido por
François-Nöel Babeuf (1760-1797). Esto le permite ser amnistiado y empleado
como Agente Diplomático del Gobierno. En 1799 fue nombrado Ministro de la
Policía, a raíz del golpe de Estado del 18 brumario en la que se establece el
Consulado, siendo Primer Cónsul el General Napoleón Bonaparte (1769-1852). Así
permanece varios años como Ministro de la Policía, tanto en los tiempos de
Napoleón como Primer Cónsul, Cónsul Vitalicio, Emperador y regreso de Napoleón
de la Isla de Elba en los llamados “Cien Días de Napoleón” en 1815.
d) Periodo Napoleónico.
Como
Ministro de la Policía, Fouché tejió por toda Francia una eficaz red de agentes
que puso al servicio del Golpe de Estado que llevó al poder a Napoleón
Bonaparte; este último formó, inmediatamente, un Gobierno Provisional con Fouché
al frente de la Policía, Ministerio que ocupó en los periodos 1789-1802 y
1804-1811. Entre sus iniciativas destacó la implantación de una Oficina de
Censura de Prensa, llamada “El Gabinete Negro”, pretendidamente poco eficaz,
pero manejada por Fouché permitió o prohibió determinadas publicaciones según
la conveniencia del propio Fouché, causando alarma según le conviniera al
Gobierno de Napoleón. Si la situación política se deterioraba Fouché sabía
hacerse valioso dejando que se publicaran panfletos legitimistas, lo que
causaba gran alarma entre el resto del Gobierno y de partidarios bonapartistas.
Entonces intervenía Fouché destapando la trama y volvía a obtener la confianza
del Primer Cónsul. La relación de Fouché con el Emperador Napoleón I siempre
fue muy tensa. Napoleón reconocía a Fouché como uno de los pocos políticos de habilidad
igual a la suya misma, otros han señalado la escasa propensión que tenía Fouché
a alabar y obedecer incondicionalmente a Napoleón, otros su rivalidad con
Talleyrand, quien no perdía ocasión para desacreditarlo, otros que Napoleón no
olvidada el papel de Fouché como “Carnicero de Lyon”. En general se reconoce
que Fouché no solía mostrarse muy dócil y que su actitud, un tanto orgullosa y
poco sumisa, cuando Napoleón, lleno de ira, lo llamaba para abroncarle, solía
acabar diciendo: “Debería echarlo y
mandarlo fusilar”, a lo que Fouché, impasible, contestaba siempre: “No soy de esa opinión, Sire”, y su estrategia
de retener y jugar con la información para sus propios fines le valieron la
animosidad de Napoleón. Las relaciones entre Napoleón I y Fouché tuvieron sus
altibajos, aunque Napoleón siempre reconocía públicamente la valía de Fouché,
de quien decide, no obstante, desembarazarse. Pero vuelve a ser llamado para
Ministro del Interior dos años después. Napoleón le nombra Senador, regalándole
unos dos millones de francos, cantidad deducida de la liquidación del
Ministerio para así poder mandar a Fouché al retiro con todos los honores. Este
periodo de retiro va de 1802 a 1804, en el que Fouché vuelve a ser Ministro de
Policía.
A
partir del año 1808, con la entrada de Bonaparte en España, comienza a
debilitarse el poderío del Imperio y, sobre todo, la aciaga campaña de Rusia,
que da lugar a que Napoleón Bonaparte deje España y los Mariscales y políticos
le obligan a dimitir. Durante la ausencia de Napoleón en la campaña de Rusia y
otras múltiples actividades bélicas, Fouché y Talleyrand se mantienen como
gobernantes de París y tienen audiencias secretas para desbancar al Emperador.
Con la dimisión de Napoleón éste pasa a residir en la Isla de Elba y comienza a
gobernar Luis XVIII, quien nombra igualmente Ministro de Policía a Fouché. El
regreso de Napoleón desde la Isla de Elba a París, en los llamados “Los Cien Días
de Napoleón” continúa Fouché siendo Ministro de Policía. Posteriormente, en la
derrota final del Emperador en la batalla de Waterloo (1815), vuelve a reinar
Luis XVIII y continúa siendo Ministro de Policía el taimado Joseph Fouché. Y
así continuó hasta que Luis XVIII lo cesa en el año 1815. Como curiosidad hay
que destacar que el 1 de agosto de 1815 Fouché, viudo, se casa católicamente,
en segundas nupcias, con la Condesa de Castellane, con la que no tuvo hijos;
rodeado de miembros de la Corte y el propio monarca Luis XVIII firma como
primer testigo del enlace matrimonial. Al cabo de un mes y medio de su boda fue
cesado y desterrado de Francia a perpetuidad. Al no tener descendencia se le
quita de modo vitalicio el título de Duque de Otranto y en su último destierro
de Francia vivió atacado por la prensa hasta sus últimos días. Falleció el día
26 de diciembre de 1820 en Trieste, entonces perteneciente a Austria.
e) Legado histórico.
Fouché
ha pasado a la historia como el arquetipo negativo y maquiavélico de la
política gracias a su sagacidad de mantenerse en el poder a toda costa sin
importar quien gobernara. Entre las obras biográficas más completas se
encuentra la ya citada “Fouché, el genio tenebroso” de Stefan Zweig, a veces
traducida al español como “Fouché. Retrato de un hombre político”. En esta obra
se explica que Fouché fue un poder en la sombra que sobrevivió a las figuras
más poderosas de Francia, por ejemplo a Robespierre y al propio Napoleón
Bonaparte. Estos últimos desearon la muerte de Fouché pero por distintas
circunstancias no pudieron acabar con él. Fouché no tuvo inconveniente alguno
para cambiar de opinión y defender causas opuestas y contradictorias y se
manejó con gran sutileza entre los hombres más poderosos de Francia a finales
del siglo XVIII y principios del siglo XIX.
Como
complemento a esta breve historia me permito citar a su biógrafo Stefan Zweig
que dice de Fouché:
- “Ya en el primer escalón de su
carrera, el más bajo, se pone de manifiesto un rasgo característico de su
personalidad: su aversión a vincularse plenamente, irrevocablemente, a alguien
o a algo. Lleva ropa eclesiástica y tonsura, comparte la vida monacal de los
otros clérigos durante esos diez años de Oratorio, en nada se distingue,
externa e internamente, de un sacerdote. Pero no toma las órdenes mayores, no
toma ningún voto. Como siempre, en cualquier situación, se deja abierta la
retirada. La posibilidad de la transformación y el cambio. También a la Iglesia
se entrega solo temporalmente y no por entero, como tampoco lo hará después en
la Revolución Francesa, Directorio, Consulado, Imperio y Monarquía; Joseph
Fouché no se siente obligado a ser fiel por vida ni siquiera a Dios, no digamos
a un hombre”.
Napoleón,
en su Memorial de Santa Elena, escrito por el Conde de Las Cases (1766-1842) y
considerado como la autobiografía de Bonaparte, dice respecto a Fouché:
- Éste era un hombre, sin comparación,
más malo que Robespierre, su venalidad no era tan manifiesta como la de
Talleyrand. Había sido un terrorista; uno de los jefes de la facción jacobina.
Traicionó y sacrificó sin remordimiento a todos sus antiguos camaradas o sus
cómplices. La intriga le era tan necesaria como el alimento. Intrigaba en todo
tiempo, en todas partes, de todos modos, y con todo tipo de personas. Jamás se
descubría cosa alguna en que no se estuviese seguro de encontrarlo complicado
en algo; no se ocupaba sino en andar tras otro. ¡Su manía era querer ser todo!
Siempre en los zapatos de todo el mundo. Jamás me ha engañado. Fouché era un
hombre que os hubiera arrancado todos vuestros secretos con aire de calma y de
desinterés. Era muy rico, pero sus riquezas eran mal adquiridas; existía en
París un impuesto sobre las casas de juego, que estaba destinado a los
hospitales e importaba algunos millones; Fouché, que estaba encargado de
recolectarlo, se apropió una buena porción de él, y siempre me fue imposible descubrir
el verdadero monto anual del impuesto. En absoluto se podía contar con la
moralidad de tal Ministro y ni su espíritu versátil… Si hubiera salido
victorioso en 1815, Fouché hubiera sido fiel; es cierto que él tenía sumo
cuidado en estar pronto según todos los sucesos, me fue necesario vencer”.
Talleyrand dijo de él:
- “El Ministro de Policía es un hombre
que se ocupa, en primer lugar, de todas las cosas que le incumben, y en segundo
lugar, de todas las cosas que no le incumben”
Completo este artículo con estas
frases de Fouché:
-
“Un
error es peor que un crimen”.
- “Todo hombre tiene su precio, lo que
hace falta es saber cuál es”.
Estimado
lector, esta es una síntesis de la historia de este taimado político, que no es
el único en las turbulentas épocas de la Revolución Francesa, ya que otros como
Paul Barras, Maximilien Robespierre, Louis-Antoine-Léon de Saint Just
(1767-1794), que se autollamaba “la navaja barbera de la Revolución Francesa”,
George Jaques Danton (1752-1794), Talleyrand, Jaques-René Hebert, Jean-Paul
Marat (1743-1793), Honoré Gabriel Riquetti, Conde de Mirabeau (1749-1791),
Desmoulins (1760-1794) y tantos otros, de los que hablaremos en próximos
artículos.
Un
afectuoso saludo.
Vicente
Llopis Pastor
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