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EL EROTISMO EN LAS BELLAS ARTES

 

               Las bellas artes, como representación de los ideales humanos de estética y de trascendencia, han tenido presente el erotismo como una de las profundas manifestaciones  de la civilización.

                Occidente y Oriente han tratado el erotismo de distinta forma. Ello es consecuente con la aceptación y valoración con las que el hecho sexual ha sido asumido por sus colectividades y por las variadas maneras en las que se ha integrado el erotismo en la religión, dioses y símbolos de cada una de dichas civilizaciones. Occidente ha sido más comedido y puritano. Oriente, más promiscuo y genital.

                El impulso erótico ha tenido una constante proyección sobre las artes figurativas. Las imágenes, a través de gestos, actos o símbolos, han exteriorizado las manifestaciones de la sexualidad. Su importancia ha venido dada por los fundamentos mágicos, mitológicos, religiosos o culturales de las sociedades que lo desarrollaron.

                A pesar de que la sexualidad, ya sea con carácter embrionario o sublimado, está omnipresente en las artes y por ello resulta de difícil delimitación, cabe distinguir dos especies de erotismo plástico: el de la representación ritual de símbolos sexuales, por ejemplo el falo, propia de culturas primitivas y el de la morosa delectación en la sensualidad de figuraciones más complejas, elaboradas por culturas superiores.

                El hombre del paleolítico manifestaba en su arte la magia de la fecundación de las especies animal y humana. Las sociedades agrícolas del neolítico desarrollaron un culto a la diosa madre, atestiguado por figurillas femeninas exageradamente sexuadas. De iguales formas se continúan manifestando muchos pueblos primitivos actuales.

                En el Egipto Antiguo fueron numerosas las imágenes femeninas de carácter lascivo. Las composiciones eróticas de la Grecia Clásica procedían del substrato mediterráneo y fueron casi siempre de tipo fálico. Roma, y la Península Itálica en general, dieron paso a una sensualidad más compleja y, su lenguaje artístico, que contenía conceptos mitológicos, se fue desvinculando de dichas ideas para pasar a expresiones más propias de los seres humanos. El Medievo dejó un extenso repertorio de temas eróticos procedentes, en gran parte, de una tradición popular de origen remoto.

                A partir del Renacimiento, el arte está plagado de motivos y escenas de acusada sensualidad que ponen de manifiesto el deseo intelectual de retornar a la libre vida en la naturaleza narrada por los mitos clásicos. En la Época Romántica se desarrolla un erotismo muy personal, imaginativo y onírico, en el que son frecuentes las distorsiones de las formas.

                En el siglo XIX, el arte trasluce una sensualidad reprimida que tiene dos vertientes: la historicista, con un retorno hacia lo mitológico, y la romántica, con cierto erotismo morboso. El siglo XX se nos presenta con una disgregación de las formas y con el arte abstracto, que determinan la inexistencia de un erotismo figurativo.

                Tal como he expresado al inicio de este artículo, una distinta consideración ha tenido el erotismo en las bellas artes que se han ido realizando en lo que entendemos por Oriente. Sus formas de civilización han ido plasmando un erotismo de carácter religioso y, a menudo, práctico, que ha servido de ilustración de muchos tratados de técnica sexual. Abundan en ellas las representaciones rituales del sexo, junto con figuraciones lascivas compuestas para solaz del espectador. Estas representaciones son, en el hinduismo, la materialización del misticismo de la unión carnal, vehículo, según aquella filosofía, para alcanzar la unión divina.

                Los dos aspectos, religioso y profano, del erotismo oriental, dieron lugar a una extensa producción escultórica y pictórica, enraizada en las creencias, costumbres, gustos estéticos y organización social de las colectividades y países orientales que la alumbraron. En resumen, Occidente insinúa y cubre; mientras que Oriente expresa y descubre.

                En el caso de España, las más bellas composiciones en las Bellas Artes han estado muy relacionadas con pintura, imaginería e iconografía ligadas a la religión católica y, por ello, vacías de todo testimonio que suponga un contundente erotismo.

 

Vicente Llopis Pastor

27 de noviembre de 2020

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