El martes día 27 de octubre de 2020, a
las 9:30 horas, escuché, por mi radio-transistor, la emisora Radio Nacional de
España, que retransmitía dos intervenciones, precisamente la de las dos
personas más poderosas e influyentes que existen en España hoy en día, quienes,
además, han logrado con su sabiduría y siguiendo los dictados de Nicolás Maquiavelo
(1469-1527) en su obra “El Príncipe” (1513) ser queridos y, a la vez, temidos. Tal
vez la mejor condición que pueda alcanzar un ser humano en su vida, o dicho de
otra manera, en su paso por la tierra. Se trata de Pablo Iglesias Turrión
(1978), Vicepresidente Segundo del Gobierno y Ministro de Asuntos Sociales y de
Pedro Sánchez Pérez-Castejón (1972), Presidente del Gobierno. Los cito en ese
orden porque precisamente hablaron en una rueda de prensa, “sin preguntas”,
primeramente Pablo Iglesias Turrión y posteriormente Pedro Sánchez
Pérez-Castejón. Sus intervenciones fueron para destacar las bondades del
Proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) español para el
año 2021. Estas intervenciones me parecieron curiosas, ya que se trataba de
trasladar al público la bondad y generosidad de un Proyecto de Ley que todavía
no estaba aprobado por el Consejo de Ministros, que precisamente se iba a aprobar
en la sesión de dicho día a celebrar media hora más tarde, es decir, a las
10:00 horas del citado 27 de octubre.
Ya
de entrada me parece que esta rueda de prensa era una especie de presentación
publicitaria de un hecho que no había ocurrido todavía, algo así como un tráiler
cinematográfico de una película que todavía estaba por estrenar. Desde luego,
en mercadotecnia nuestro Gobierno se merece la calificación de “Suma Cum Laude”.
La
primera intervención, la de Pablo Iglesias Turrión me pareció como la del “Genio
de la Lámpara de Aladino”, ya que recitó de forma apabullante los grandes
beneficios sociales que vamos a recibir los ciudadanos españoles. Benevolencia,
benignidad, generosidad, caridad y esplendidez, fue lo que nos trasladó el
Vicepresidente Segundo del Gobierno, quien con una soltura y desparpajo propios
del catedrático que conoce magistralmente su asignatura, nos haló de lo que nos
van a dar, pero no de lo que nos va a costar. Concretamente, nos habló del
capítulo de “Gastos Sociales”, que es el esfuerzo que el Gobierno va a realizar
en nuestro favor, que siempre se escucha con agrado o supone la felicidad para
sus súbditos. Entre otras cosas, nos habló de la política social del Gobierno,
no en vano es el Ministro de Asuntos Sociales, y que, gracias a su ideología y
la de los partidos que comparten la coalición gubernamental, va a haber un
caudaloso torrente de dinero para pensiones contributivas; pensiones no contributivas;
mínimo vital básico; ayudas al desempleo; reforzar la sanidad y la educación; servicios
públicos básicos. No recuerdo que citara cifras concretas, pero por lo que he podido
saber posteriormente estos gastos sociales pueden alcanzar cerca de los dos
tercios de los PGE, éstos últimos estimados en 239.765 millones de euros, que
es una megacifra que van a recibir las familias españolas sin que tengan que realizar
ninguna tarea o trabajo para conseguirlas; es decir, son subvenciones a las que
se tienen derecho por Leyes y situaciones de jubilación o impedimentos para el
trabajo, que suponen alrededor de ciento sesenta mil millones de euros para
aproximadamente doce millones de familias; el tercio restante será para pagar a
funcionarios y otros gastos corrientes de la Administración Pública. Por lo que
he podido leer no hay partidas deslumbrantes para “inversiones” y la mayoría de
este cuantioso volumen de gasto irá a parar al “consumo” que necesariamente han
de realizar los perceptores de estas ayudas. Éstas van a generar una cierta
reactivación económica por el consumo o por el gasto que han de hacer a sus
proveedores en alimentación, vestidos, viviendas, transportes, etcétera. Dicho de
otra forma, es un importante paso adelante hacia un país con muchas personas
que tienen que vivir de estas ayudas, subvenciones y pensiones. Sinceramente, creo
que es algo exagerado.
Posteriormente
intervino Pedro Sánchez Pérez-Castejón, Presidente del Gobierno, quien con su
tono pontifical al que nos tiene acostumbrados en sus intervenciones, a veces
inesperadas y otras convocadas con pocos minutos de antelación, nos vino a
decir que los PGE del año 2021 van a servir para reconstruir lo arrebatado por
la crisis sanitaria de la Covid-19, sus efectos económicos y sociales;
entendiendo, además, que es una apuesta para modernizar el tejido productivo
español, garantizar el crecimiento económico sobre bases más sólidas, en una
apuesta decidida por la transición ecológica y digital, así como por la
cohesión territorial y la igualdad. Antes de las 10:00 horas ambos intervinientes
se retiraron de sus atriles de la Sala de Prensa del Palacio de la Moncloa y
pasaron al interior para participar en el Consejo de Ministros, en el que,
supongo, que se hablaría de cifras, o tal vez muy poco de ellas, porque
previamente estaban negociadas por los tres partidos que gobiernan en coalición
en España.
Posteriormente,
al finalizar la sesión del Consejo de Ministros, María Jesús Montero Cuadrado
(1966), Ministra de Hacienda y Portavoz del Gobierno, tuvo otra rueda de prensa
que yo no pude escuchar, pero que por lo que he podido leer sirvió para
precisar y desmenuzar, tanto los “gastos” como los “ingresos” de los PGE-2021 y
que, por enésima vez, se estiman deficitarios y, concretamente, para 2021,
reflejan un déficit del 7.70% de toda la Administración Púbica, sobre el
Producto Interior Bruto (PIB), algo así como ochenta mil millones de euros. Cifra
abrumadora, la más alta que yo he conocido en los últimos ochenta años y que
hay que cubrir con dinero; es decir, que hay que forzar por la vía de mayores “ingresos”
que no son otros que el incremento de Impuestos y, si ello no es posible o no cubre
el total déficit, el Gobierno ha de emitir Deuda Pública para equilibrarlos. La
propia Ministra de Hacienda y Portavoz del Gobierno, con su gracejo, acento
casi andaluz, movimientos de manos y gran capacidad para actuar en la escena,
creo que, según tengo entendido, habló de la gran inteligencia para poder
presentar un Proyecto de Ley de PGE-2021 muy convincente y al que le dedicó
frases exitosas, con las que esperaba que el Congreso de Diputados lo aprobara
con cierta diligencia, confiando que votara favorablemente la mayoría de los partidos
que no forman parte del Gobierno; es decir, ERC, PNV y otros partidos menores e,
incluso, el partido Ciudadanos.
Estimado
lector, sin darme cuenta creo que me he excedido en demasía al redactar esta
especie de “Presentación” de los PGE-2021. Le pido perdón. No voy a poder
describir uno a uno los epígrafes de estos PGE. Calcúlese que su extensión
puede cubrir unas diez mil páginas de epígrafes, subepígrafes, cifras, números
y otras cuantías. Así que, con su permiso, voy a señalar de forma reducida, y
muy sintética, su contenido, circunstancias y efectos posteriores. Por ejemplo:
Gastos.
Desorbitada cuantía. Además
de que el Gobierno no los puede reducir porque, precisamente, estos enormes
gastos son consecuencia de su propia política social y de la legislación,
normas y obligaciones que ha asumido. En líneas generales es contrario a la política
señalada por la Unión Europea (UE), de reducción de gastos, aunque, parece ser,
que han sido previamente aceptados por la UE porque está asumiendo un control
muy laxo y flexible por las consecuencias de tener que atajar la pandemia de la
Covid-19.
Ingresos.
Insuficientes. Por la
imposibilidad de que estos ingresos aumenten en alrededor de los ochenta mil
millones de euros de supuesto déficit. Dicho de otra manera, los ingresos previstos
solamente van a cubrir el 80% de los gastos, con lo que hay que buscar fuentes
de financiación para el 20% restante que no se puede cubrir. Para mitigar este
déficit se va a recurrir a impuestos directos, sobre todo el Impuesto de Renta
a las Personas Físicas (IRPF); Impuestos Indirectos; menos desgravaciones en
las aportaciones personales de nuestros ciudadanos a los planes de pensiones
personales; forzar el Impuesto de Sociedades (IS) para que tributen, como
mínimo, el 15% de sus beneficios; aplicación de la “Tasa Google” de uso de
tecnologías de la información; y de la “Tasa Tobin”, de las transacciones
financieras; incrementar el Impuesto sobre Patrimonio que está cedido a las
Comunidades Autónomas; aumento de la tributación de las SICAV de inversión
colectiva; etcétera. Todo ello supondría unos ocho mil millones de euros que
desaparecerían de los bolsillos de los ciudadanos y entrarían en el bolsillo
del Estado. Esto es insuficiente, y el “Reino de España”, para cubrir unos setenta
y dos mil millones de euros que faltan, habría de emitir Deuda Pública, es
decir, endeudarnos más de lo que ahora estamos, con lo que posiblemente subirá
nuestra “Prima de Riesgo”, que elevará el interés que hemos de pagar a los
compradores de nuestra Deuda Pública Soberana.
Querido lector, ya comienza
a anochecer y no tengo mucho más tiempo para escribir. Tan sólo le indicaré los
caminos que, desde mi punto de vista, puede seguir el Gobierno español para que
continuemos navegando en el proceloso océano en que nos estamos metiendo y
evitar que nos hundamos en el agua, dentro de la cual tengo entendido que los
seres humanos no pueden respirar y, si es así, el “Reino de España” tampoco. Anote,
estimado lector, estos cuatro caminos para navegar plácidamente, o tal vez,
defendernos ante las marejadas. A mi entender son:
A)
Reducir gastos. Imposible, porque están petrificados
y no los podemos deshacer. Si lo intentáramos caeríamos en una “inseguridad
jurídica” con la que nos señalarían con el dedo todos los países del mundo, los
inversores extranjeros retirarían sus colocaciones en nuestro país y pasaríamos
a ser un Estado de baja consideración.
B)
Incrementar los ingresos. Esto es posible, pero requiere un
cierto plazo de tiempo. Me estoy refiriendo al aumento y creación de nuevos impuestos,
que siempre traen un trámite administrativo e, incluso, una aprobación por el
Parlamento. De todas formas, a corto plazo no va a solucionar gran cosa. Para el
año 2021 puede que se incrementen en ocho mil millones de euros, pero se
necesita más. Así que, avezado lector, creo que para 2022 va a haber otro
golpetazo de incrementar los impuestos muy por encima de lo previsto para 2021.
C)
Endeudamiento. Es decir, emitir Deuda Pública. Actualmente
nuestra Deuda Pública Soberana se sitúa alrededor del 120% de PIB. A finales de
2020 creo que será de un 130% del PIB. A finales del 2021 tal vez se sitúe en
el 150% del PIB. Cuando se alcanza ese nivel el país apenas tiene libertad para
decidir. Está en una situación deudora tan alta que genera un incremento de la “Prima
de Riesgo” que supone pagar un mayor tipo de interés por la Deuda Pública
emitida.
D)
Ayudas de la Unión Europea. Otro camino sería pedir ayuda a la
UE. Aunque más que pedir “ayuda” sería que la UE, por su propia iniciativa, nos
obligara a revisar nuestras Cuentas Públicas y reorientarlas. No se asuste,
pero estoy refiriéndome a un posible “rescate”, que suena mal, pero que, si la
Virgen María no lo remedia, podemos llegar a ello y con los “hombres de negro”
de la UE pululando por todos los caminos, vías férreas y espacio aéreo de
nuestro país.
E)
Organismos Internacionales. También podríamos acudir al Fondo
Monetario Internacional (FMI) pero creo que no sería fácil que nos ayudaran, ya
que este Organismo actúa para situaciones temporales de falta de liquidez de un
país; que no es el caso de la España actual, donde nuestra falta de liquidez es
permanente.
F)
Esperanza. En último lugar nos quedaría una
baza. La misma que dijo el Rey macedonio Alejandro el Magno (356 a.C-323 a.C),
al fallecer a los treinta y tres años de edad y cuyos Generales le pidieron
consejo para continuar las guerras mientras el Rey macedonio agonizaba. Alejandro
les dijo: “Contad con la esperanza”.
Apreciable lector, esperemos, palabra que viene de “esperanza”,
que la situación económica del “Reino de España” vaya a ser mejor de lo que he
expuesto. De todas formas, amable lector, sea optimista y tenga en cuenta la
más bonita y seductora palabra que pueden acariciar ahora los oídos de los españoles,
que no es otra que la “esperanza”.
Amigo lector, hasta el próximo.
Vicente
Llopis Pastor
29 de octubre
de 2020
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