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QUINTO HORACIO FLACO (65 a.J.C. - 8 a.J.C.)

Nacido en Venusia, enclavada en el Sur de Italia, el 8 de diciembre del año 65 antes de Cristo; hijo de un liberto, antiguo esclavo público. Su padre ya era liberto cuando nació su hijo Quinto Horacio Flaco, y se esforzó mucho para conseguir el máximo dinero posible para la educación de su querido hijo. Quinto Horacio Flaco tuvo el desacierto de pelear al lado de los republicanos frente al triunvirato formado por Octavio, Marco Antonio y Lépido, derrotados en la Batalla de Filipos (42 a.J.C.) y tuvo que escapar para salvar su vida. Cuando el Emperador Octavio decretó una amnistía en favor de aquellos que hubieran luchado en su contra, Horacio pudo regresar a Roma, conociendo entonces la noticia de la muerte de su querido y esforzado padre y la confiscación de sus propiedades. Sumido en la pobreza, tuvo que trabajar de cuestor, que era el magistrado regular de menor rango de la Antigua Roma.

Sus virtudes para la escritura y el arte poético le granjearon el respeto y la admiración de los círculos literarios romanos. De esta forma conoció a Cayo Mecenas (68 a.J.C. – 8 a.J.C.), en el año 38 antes de Cristo. Mecenas fue un noble romano, confidente y amigo político del Emperador Octavio César Augusto (63 a.J.C. – 14 d.J.C.), gran impulsor de las artes, protector de jóvenes talentos, cuyo nombre “Mecenas” ha pasado al lenguaje actual como la persona que ayuda, financia y protege a los grandes artistas. Así fue en el caso de Horacio, que se transformó en el poeta lírico nacional de Roma, que hasta entonces no había tenido una propia y verdadera poesía lírica romana. Gracias a su protector gozó de una vida cómoda, que le permitió gustar de todos los placeres y entregarse a la producción poética como deleite para su espíritu.

Fue el creador del género de la Epístola Moral y, paralelamente, de la Epístola Literaria, y su obra se condensa en Sátiras, Odas y Epístolas, que conforman lo que hoy se llaman “Humanidades”, como cultivo de la cultura humana, que entre otros temas trata del arte, la belleza, la ética y las pautas de conducta de los seres humanos. De su poesía y de su vida epicúrea han salido frases latinas, tales como:

“Carpe Diem” (goza el día presente, disfruta el momento); que trasladado a una copla popular española dice:

Goza el sol mientras dure,

Siempre no ha de ser verano,

Aprovecha la ocasión,

De lo que tienes en la mano.

“Beatus ille qui procul negotiis” (feliz aquél que se aleja de los negocios); en la que se ensalza la vida sencilla y retirada.

Esta composición fue insuperablemente imitada por nuestro Fray Luis de León (1527-1591), el Profesor de la Universidad de Salamanca, conocido por su “Como decíamos ayer…” después de haber estado encarcelado por la Santa Inquisición durante un tiempo y privado de su docencia. Analice el lector este poema en castellano de Fary Luis de León en su oda:

Qué descansada vida,

La del que huye del mundanal ruido,

Pues sigue la escondida senda,

Por donde han ido,

Los pocos sabios que en el mundo han sido.

            ¡Insuperable!

O también:

Aquí, la envidia y mentira,

Me tuvieron encerrado,

Dichoso el humilde estado,

Del sabio que se retira,

De aqueste mundo malvado,

Y con pobre mesa y casa,

En el campo deleitoso,

Con sólo Dios se acompasa,

Y a solas la vida pasa,

Ni envidiado, ni envidioso.

Quinto Horacio Flaco fue coetáneo de Publio Virgilio Marón (70 a.J.C. – 19 a.J.C.) y Publio Ovidio Nasón (43 a.J.C. – 8 d.J.C.), y para mí son “los tres grandes espadas” de la literatura latina del inicio del Imperio Romano. Los escritores de siglos posteriores bebieron mucho de Horacio, entre ellos, sólo por citar a los españoles, aunque hubo muchos más, Garcilaso de la Vega (1503-1536); el citado Fray Luis de León (1527-1591), José Cadalso y Vázquez de Andrade (1741-1782); Leandro Fernández de Moratín (1760-1828); e incluso Jorge Guillén Álvarez (1893-1984), poeta de la Generación del 27 del siglo pasado.

La inconmensurable inteligencia del gran sabio y polígrafo español, don Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), le llevó a publicar, en 1885, su obra “Horacio en España”, escrita con poco más de veinte años de edad, en la que, en su primera parte, estudia las traducciones castellanas, portuguesas, asturianas, catalanas e hispanoamericanas de las obras de Horacio; en la segunda parte analiza a sus imitadores castellanos y portugueses. La sabiduría de don Marcelino Menéndez Pelayo fue proverbial y sus aportaciones a la ciencia, historia y literatura españolas, no las ha podido alcanzar nadie, y dudo de que en un futuro llegue alguien que siquiera se pueda acercar a su monumental acervo de conocimientos. Además don Marcelino es uno de los pocos intelectuales que defendió a España y su cultura en cuantos foros pudo participar. Desgraciadamente hoy está de moda lo contrario.

 

Vicente Llopis Pastor


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